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México D.F. Jueves 23 de septiembre de 2004

Víctor Flores Olea

Las nuevas ciencias y las humanidades, de Pablo González Casanova

No es nuevo decir que la caída de los "socialismos realmente existentes", además de sus enormes consecuencias de carácter político y económico, tuvo un significado ideológico y aun teórico del mayor alcance. Para las izquierdas tradicionales significó la negación de sus creencias y fidelidades más arraigadas; para las derechas, la prueba viva de que el so-cialismo en general, visto el fracaso, se eliminaba como "peligro" en el horizonte de la historia. Una ideología se debilitaba hasta casi su desaparición. Para la contraparte, una evidencia más de que el capitalismo podía afirmarse como única alternativa viable y "para siempre": se había llegado al "fin de la historia".

Desde la perspectiva teórica de las izquierdas, el marxismo ha seguido teniendo un valor decisivo como verdad e instrumento de análisis del capitalismo, y como explicación crítica de sus contradicciones más devastadoras, implacables y rapaces. De todos modos, resultaba evidente que "mucha agua había corrido bajo el puente" desde la obra de Marx en la segunda mitad del siglo XIX y de una plétora de intelectuales y luchadores políticos en el siglo XX (no los simplificadores ortodoxos y menos aún los creyentes fieles). El hecho es que los desarrollos globalizadores del capitalismo y las revoluciones científicas y tecnológicas del último siglo exigían nuevas reflexiones y "aproximaciones" teóricas desde la perspectiva de las izquierdas. Y no únicamente desde la "práctica", sino de la misma comprensión del mundo (del capitalismo globalizado y neoliberal y de sus contradicciones y abusos).

La crisis de los años 90 significó para la izquierda revolucionaria una crisis política, pero también, y a veces sobre todo, una crisis teórica y de conocimiento. Desde entonces se han hecho esfuerzos para superar el vacío, pero digamos que ni de lejos se han restructurado sólidamente las guías de la nueva comprensión. La sacudida fue demasiado fuerte con efectos devastadores en muchos planos, desde luego en la ac-ción como en el pensamiento.

No vacilo en decir que el nuevo libro de Pablo González Casanova (Las nuevas ciencias y las humanidades, de la academia a la política, Ed. Anthropos, México, Madrid, 2004) significa una aportación fundamental para trascender el vacío: se trata de una obra de sorprendente actualidad, en el sentido teórico, pero también por sus implicaciones prácticas. Un libro que por derecho propio ocupará un lugar marcante entre los libros que han abierto nuevas rutas a la comprensión social y a la práctica política, desde la perspectiva revolucionaria. En la primera mitad del siglo XX podrían mencionarse en el plano teórico, restringiendo mucho la lista, la obra del primer Lukács (Historia y conciencia de clase) y de Antonio Gramsci. En la segunda habría que ir probablemente a otras más circunstanciales y menos de carácter es-trictamente teórico. A comienzos del nue-vo milenio esta obra de González Casanova está llamada a tener significados de ese alcance, sin descartar la presencia de las enseñanzas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

En un comentario por fuerza limitado no resulta posible acercarse a la abundancia de temas de una obra tan rica. Pero diremos que está construida con base en algo más que un conocimiento especializado: el que permite al autor comprender el "estado" actual de una variedad de conocimientos y disciplinas, comprensión que normalmente escapa a los especialistas. Las reflexiones que contiene sobre los "sistemas complejos" (que en su múltiple interrelación constituyen una "totalidad" concreta) permiten al autor acercarse a la comprensión de los fenómenos sociales con una mirada que no sólo reconoce su génesis y desarrollo(s), sino sus efectos previsibles. Y aquí hay una distinción esencial respecto de las ciencias sociales "fomalizadas": para éstas los procesos políticos, sociales y económicos se asimilan a los procesos "naturales", entendidos linealmente como "leyes de la naturaleza". De este enfoque emana la ciega especialización y la ausencia de tratamiento crítico: en tal enfoque hay especialización, es de-cir, ignorancia "ilustrada"...

Para González Casanova el pensamiento crítico no puede dispensarse de conocer la evolución teórica general y, específicamente, la concerniente a los "sistemas complejos" que han pasado del "problema epistemológico de la organización del conocimiento al problema epistemológico del conocimiento de la organización". Ni pue-de dejar a un lado el "cambio del mundo" que han significado los avances de la cibernética, la informática, el principio de indeterminación de la nueva matemática y de la nueva física, el desarrollo de los sistemas autorregulados y de "autocontrol", y específicamente las ciencias de la computación, la biología molecular, la inteligencia artificial, la biodiversidad, el genoma humano y muchas otras disciplinas. Porque el problema, nos dice, es que el pensamiento crítico ha "operado" con demasiada frecuencia un ejercicio lineal que simplemente lo lleva a "castigar" las verdaderas transformaciones del conocimiento y de la sociedad humana tachándolas de "ciencias" y "conocimiento" burgués.

Por supuesto que los sistemas dominantes utilizan objetivamente tales avances del conocimiento y de las tecnociencias como medios de dominación, e inclusive de opresión y explotación. Pero esos "saberes" no pueden verse como mera "ideología", nos dice, sino que el pensamiento crítico ha de considerar, además de las verdades que nos entregan, que los mismos pueden ser útiles a sus opositores: "En realidad pueden ser útiles si se les estudia para luchar mejor contra ellos, o si se les expropia, tal como surgieron del frente opuesto, o si se les adapta, o si se les selecciona y toma en consideración para repensar y reinventar la propia organización y sus luchas". No podemos olvidar la idea de la "expropiación" de la teoría de los dominadores para fines revolucionarios, como la formuló Franz Fanon hace cuatro décadas.

Es claro que el ejercicio filosófico y epistemológico de González Casanova no tiene únicamente un fin académico de comprensión (del sistema dominante y opresor y de sus complejidades), sino también un propósito ético y político de liberación ("De la academia a la política"). Aquí es donde su trabajo se empareja a la obra profunda de los pensadores revolucionarios de cualquier época (muy pocos en el sentido estricto del término), que consideran el "total" de la realidad presente para, desde esa totalidad compleja, trascenderla.

En la obra de Pablo González Casanova hay un eco de la afirmación de Marx en el sentido de que "el capitalismo es el sistema más revolucionario de la historia". La crítica y la transformación del sistema exigen entonces perentoriamente conocer y reconocer esa capacidad suya de renovación y transformación. Y es que las verdades y disciplinas que ha generado el sistema significan también conocimiento eficaz para "la producción y reproducción del capital".

Uno de los significados del libro contiene entonces un combate cerrado a las simplificaciones y a veces hasta a las "simplezas" que definen a los campos revolucionarios. Aquí se descubriría la "contaminación" que el marxismo ha sufrido negativamente del positivismo y del estalinismo, pero en el plano teórico y político la batalla liberadora no puede "despreciar" el conocimiento acumulado por la humanidad. Sin olvidar las contradicciones últimas del sistema que el pensamiento crítico ha de denunciar implacablemente por su carácter disolvente y destructor: del hombre y de la naturaleza.

Queda entonces abierta la lucha teórica: para las ciencias y disciplinas conservadoras cualquier iniciativa que no contribuya a afirmar el sistema hegemónico es ignorada o descalificada. Hoy, nos dice, se reconoce ampliamente que las "verdades" y elaboraciones teóricas aparecen desde las posiciones que el investigador guarda en los grupos sociales y en el sistema de los intereses (el objeto de conocimiento es también su-jeto del mismo). El corolario está a la vista: una "guerra de las ciencias" en que, para los defensores del sistema, la verdad se vincula al poder dominante y se convierte en ingeniería social y tecnocracia que apenas es rigurosa, en el mejor de los casos, para hacer más eficaz la capacidad de explotación del sistema (del capitalismo y del imperialismo).

En esta innegable batalla las "nuevas ciencias" y las "nuevas humanidades", en el horizonte del pensamiento crítico, se nutren de nuevos y variados participantes: el científico, el analista social, el narrador e incluso el poeta. Otra vez aparece el concepto de "total" no sólo como perspectiva crítica de la realidad, sino como realización humana y social. Una de las mayores virtudes históricas de esta "nueva especie" que aspira a la universalidad (la expresión es nuestra) ha sido contribuir a la destrucción del mito de una "ciencia única" y "objetiva", nos dice González Casanova, en primer lugar porque esa ciencia "privilegiada" se ha atribuido exclusivamente a Occidente, y no únicamente a Occidente, sino a las clases dominantes de cualquier parte.

En nuestros días se desvanece ya la idea de un etnocentrismo hegemónico o de una "aristocracia" clasista excluyentes: otras regiones del mundo han conquistado la pa-labra, así como la han conquistado otras clases y grupos sociales. La pluralidad se vive en diversos escenarios, y también en los del rigor científico y filosófico. No porque se "relativicen" las verdades científicas y técnicas, sino porque éstas generalmente se vinculan a un sistema de intereses que llevan a la explotación y a la dominación. Para trascender tal estado de cosas, sin embargo, han de comprenderse las verdades de unos y otros en el esfuerzo nunca acabado de liberación y de "restitución" humana.

El pensamiento crítico y alternativo, pa-ra Pablo González Casanova, "encuentran que la crítica, la praxis y la ciencia forman un todo articulado del pensar-hacer desde una posición de lucha contra la opresión y la explotación". Pero ese pensamiento crítico y alternativo ha de ser "constructor de sentidos", y en esa tarea no están diseñadas para siempre fronteras infranqueables. En la lucha por el cambio del mundo, de un mundo complejo e integrado por sistemas múltiples y complejos, contribuyen también la negociación, la pedagogía y la construcción de fuerzas alternativas y emergentes. Es decir, la partida no está definida nunca de una vez y para siempre. Las "nuevas ciencias" y las "nuevas humanidades", sin perder de vista sus propósitos de "humanizar" verdaderamente lo humano y lo social, han de estar abiertas a todos los signos positivos capaces de abrir brechas al futuro para el fundamental "actor colectivo" de la historia.

Mucho más podría decirse de este libro esencial , pleno de sabiduría, de experiencia teórica e histórica y de sentido ético. Pero hemos de poner punto final a estas notas no sin subrayar aún su importancia teórica y revolucionaria, sobre todo en este tiempo de poderes, conocimientos y es-tructuras sociales altamente diversificados e interrelacionados.

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