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27 de septiembre de 2004

GARROTES Y ZANAHORIAS

LOS CHINOS DE ELCHE

En el mercado principal de San Cristóbal Ecatepec, en el norte de la populosa zona metropolitana que rodea a la ciudad de México, los frutos mexicanos de temporada pierden terreno. Los vendedores que se instalan cada fin de semana en los alrededores de la plaza ofrecen ahora lichies. Sí, efectivamente. Se trata de esa extraña fruta, que semeja una cabeza de medusa, de dura cáscara y un centro semidulce blanco en forma de uva sin piel. Los lichies vienen de China y al menos en esa zona al norte de la capital comienzan a desplazar a los higos, mameyes y ciruelas. Entre otras razones, quizá influya el hecho de que además son ofrecidos a precios más baratos que los frutos nativos.

Es apenas un botón de muestra de un fenómeno que se ha consolidado en todo el mundo. Un sistema de estímulos y obligaciones está desplazando a productores locales, que no pueden competir con los costos de China, no sólo los que tienen que ver directamente con la producción, sino incluyendo los del transporte.

Así como el mercado de frutas es modificado en un pequeño ­aunque densamente poblado­ punto del centro de México, hay un fenómeno que puede ir creciendo y que tiene que ver con la irritación que produce la invasión de productos chinos en muchas partes del mundo.

La segunda estampa transcurre en un punto de la geografía española, situado más bien en el sur, en la Comunidad Valenciana. El lugar se llama Elche. En el siglo xix se halló en la zona un busto de poco más de 56 centímetros de altura de una mujer. La pieza es una de las más preciadas de la arqueología española. El lugar es, ahora, asiento del principal centro productor de calzado de España.

A mediados de septiembre, residentes del lugar comenzaron a fraguar una protesta, como reseñó la prensa española. En la ciudad ha crecido el desempleo desde que el calzado producido en China ­que ingresa a España a un costo de 3.7 euros por par­ desplazó a la producción local y a los trabajadores del ramo.

En Elche están registrados 70 almacenes administrados por ciudadanos chinos. Sucede que una suerte de Fuenteovejuna hizo arder dos naves industriales y un contenedor con pares de zapatos recién llegados de Asia y listos para su comercialización.

De regreso a México. En el último año, China vendió en México, legalmente, con su respectivo pago de aranceles e impuestos, productos por 10 mil millones de dólares. Ese país pasó en cuatro años de ser el sexto a convertirse en el segundo proveedor del mercado mexicano. El volumen de mercancías que ampara 10 mil millones de dólares es casi imposible de visualizar, dado que no se trata de productos de alto valor económico, sino que dominan las prendas de bajo costo y de un alto potencial de comercialización en un mercado en el que los ingresos de los consumidores están bastante degradados.

A esa suma que ingresa de manera legal debe añadirse el monto de mercancías que entra al país desde China en forma de contrabando. No sólo se trata de las operaciones abiertamente ilegales, sino también de las que tienen una cobertura legal.

Está detectado por la Secretaría de Hacienda que los introductores de este tipo de mercancías obtienen amparos para evitar las acciones del área de aduanas o del Servicio de Administración Tributaria. El tiempo que transcurre entre el momento en que Hacienda descubre la operación y luego logra derrotar jurídicamente el amparo abre una compuerta enorme por la que entra mercancía china al país.

De nuevo el tema lleva al sistema de premios y castigos. Una instancia judicial otorga un amparo, que permite la entrada de mercancías, que a su vez causa un perjuicio para los participantes en el mercado local.

El librecambio ha abierto cada vez más los poros de las relaciones económicas entre los países, pero también los que conforman las estructuras sociales. Con esto se debilita la capacidad de subsistencia de la gente que necesita trabajo, de las empresas que producen bienes, como los zapatos, o de los agricultores de frutas. Se debilita también la estructura fiscal por una menor recaudación de impuestos; en fin, parece ser hora de revalorar los beneficios que pueden derivarse de la liberalización comercial y las desventajas que acarrea. Mientras el campo de la competencia no esté nivelado los costos seguirán creciendo y con ello la irritación social  § 

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