La Jornada Semanal,   domingo 3 de octubre  de 2004        núm. 500

El ’68 en monos:
sumisión y rebelión

Agustín Sánchez González

Jorge Carreño

La ruptura de la visión oficial de la historia cada día se hace más evidente, para erigir formas más eficaces para entender lo que hoy somos. Las imágenes, tan desdeñadas como objeto de estudio, muestran un país de caricatura, de tragicomedia. La caricatura es una manera de representar la realidad.

La caricatura (y el humor) nos permiten entender la vida de otra manera. Setenta años de priismo (y cuatro de foxismo) generaron un esquema de conocimiento absoluto, que no admitió versiones diferentes. La aún débil democracia que vivimos debe mucho a los caricaturistas, un grupo de artistas-moneros-periodistas gráficos-editorialista-críticos, que con gran persistencia fueron golpeando los cimientos del presidencialismo autoritario.

Si hoy la figura de Vicente Fox, hecha caricatura, se ha vuelto parte de la cotidianidad, resulta difícil imaginar lo que hace treinta y cinco años significaba un cartón inspirado en la personalidad de un presidente como Gustavo Díaz Ordaz. Un hecho que hoy es habitual, era imposible en aquellos años.

Durante varias décadas la caricatura, como todos los medios de comunicación, vivió un oscuro periodo que se inició cuando la Revolución mexicana se volvió institucional. Esto es, a partir del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, en 1929. El autoritarismo priista permeó todos los actos de la sociedad. El discurso revolucionario se insertó, incluso, en las posiciones aparentemente progresistas.

Durante el siglo xx, la caricatura mexicana pasó de la crítica aguda, mantenida durante el porfiriato y el maderismo, a un humor blanco, ñoño y cortesano. Por ejemplo, Ernesto Chango García Cabral –uno de los caricaturistas más críticos del gobierno de Francisco I. Madero– se convirtió en "un bohemio" que vivió realizando excelentes dibujos y cartones de un humor chabacano; cuando hacía cartones políticos era complaciente con el poder y totalmente institucional.

Decir que 1968 es un parteaguas en la historia mexicana es un lugar común; sin embargo, cabe señalar que ese año marcó una diferencia en la manera de hacer y ver las cosas. La incipiente democratización que el país ha vivido en los últimos años es producto de la descomposición de un sistema político marcado por el autoritarismo. No es de extrañar que la caricatura fuera sólo una pálida sombra y que los moneros se dedicaran a realizar cartones ajenos a la crítica.

Uno de los rasgos sobresalientes de estos caricaturistas fue el anticomunismo más burdo, que había tenido su origen durante la llamada Guerra fría. Toda la prensa solía echar mano de cartones extranjeros, que se caracterizaban por el consentimiento a la política de Estados Unidos y la crítica a soviéticos, chinos y cubanos. Una revisión de las publicaciones de periódicos y revistas desde los años cuarenta al setenta muestra que casi nadie escapó a la tendencia anticomunista.

Antonio Arias Bernal es el representante más sobresaliente de esta tendencia. Durante el ascenso del fascismo realizó un sinfín de cartones antifascistas, lo que le valió el mote de "el caricaturista de la segunda guerra mundial", y adquirió gran prestigio internacional. Sus cartones ilustraron las principales revistas de Estados Unidos, como Collier’s Magazine, Life y The New York Times. En 1959 obtuvo el Premio María Mors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia.

En esta tesitura, en la década de los cincuenta un grupo de caricaturistas participó activamente en una campaña contra el gobierno de Jacobo Arbenz, de Guatemala. El libro 7 dibujantes con una idea, publicado en esa época, es una buena muestra de ello. Según Rius, cada caricatura publicada en contra de Arbenz "les era bien pagada por la embajada (de Estados Unidos). El único requisito era que fuera contra Guatemala". Los que Rius llama los "Siete de la embajada" eran Ernesto García Cabral, Rafael Medina de la Vega, Angel Zamarripa (Fa-Cha), Andrés Audiffred, Ernesto Guasp y Antonio Arias Bernal (no existe, por cierto, nada que confirme este hecho).

Los dueños de periódicos no querían problema alguno. Cuenta Ricardo Salazar Berber que un editor le pidió "hacer dibujos sobre China o Rusia"; al preguntar el porqué, la respuesta fue clara: "Porque están muy lejos, y así ya no se mete con nadie de acá."

Otra expresión de la caricatura previa al ’68 fue la aceptación de la propaganda oficial desplegada durante los años del "desarrollo estabilizador", para mostrar un país feliz y moderno, moralmente aceptable. El discurso del presidente Adolfo López Mateos (1958-64) al asumirse como de "izquierda, dentro de la Constitucion", cayó como anillo al dedo para generar imágenes de un proletariado sumiso al poder (aunque fuera retratado al lado de la burguesía).

Por otra parte, el discurso diazordacista que señalaba agitadores y fuerzas extrañas que buscaban romper el orden y hacer fracasar las Olimpiadas, fue un elemento que retrataron una y otra vez los caricaturistas (sería injusto decir que sólo ellos; toda la prensa lo vivió así). Finalmente, queda la visión mítica del pasado indígena, donde los inditos se nos muestran como la bondad y la conciencia de un mundo feliz.

Prensa vendida

El panorama que ofrecía la prensa nacional distaba de tener un papel medianamente crítico. La censura y autocensura mantuvieron un ambiente gris y complaciente. Uno de los gritos más fuertes y famosos en las manifestaciones del ‘68 fue el de "Prensa vendida". Una revisión a los principales diarios de entonces da cuenta de ello. El grabado de Alberto Mexiac llamado Libertad de Expresión representa fielmente la época.

Excélsior publicaba en sus páginas a los moneros Abel Quezada y Marino; el primero, uno de nuestros clásicos, para entonces ya había trazado caminos novedosos dentro de la caricatura, con la creación de personajes que retrataban a la sociedad mexicana. Con una elegante ironía, Quezada se burló del sistema político mexicano y de la propia sociedad, creando personajes clásicos como Don Gastón Billetes, El Charro Matías o el Abominable hombre de las Nieves.

Durante los días del ’68, Quezada criticó sutilmente al gobierno con obras sugerentes, como una aparecida en los días posteriores a Tlatelolco, titulada Ganaron los Tigres. Su famoso cartón del 3 de octubre es un cuadro con fondo negro titulado con la frase ¿Por qué?Sin duda, es uno de los más impresionantes en la historia de la caricatura mexicana aunque, cabe señalarlo, un cartón parecido había sido publicado por Huici, dos meses antes, en homenaje al Chango Cabral.

La posición de Marino, peruano avecindado en México, en cambio, correspondía a una visión totalmente identificada con el discurso oficial. El 11 de septiembre, por ejemplo, en un cartón llamado Fósiles, mostraba a un estudiante que le dice a otro: "Lo malo de levantar la huelga es que no vamos a perder el año..."; o el 20 de septiembre, cuando dibuja al Consejo Nacional de Huelga, pequeño e insignificante ante la fuerza del Estado. Además de este par de moneros, Excélsior publicaba un cartón extranjero que suplía, en algunas ocasiones, a Abel Quezada, seguramente debido a la censura.

En El Universal, el periódico decano, trabajaba David Carrillo. Sus cartones eran representativos de toda la visión de la prensa, censurando al movimiento estudiantil. Su caricatura del 2 de septiembre, Con claridad, dibuja a Díaz Ordaz, yo diría que hasta ocultando su fealdad, diciendo "Todo tiene un límite".

El 21 de septiembre presenta a Manuel Marcué Pardiñas, director de la desaparecida revista Política, apresado por los granaderos; bajo el título ¡Sí es estudiante!, el texto decía: "Discípulo de Stalin, Trotsky, Nikita, Mao, etc.", sumándose al coro gubernamental que veía la presencia de agitadores extranjeros por todas partes.

En El Sol de México colaboraba Rafael Freyre. Sus dibujos eran personajes de la política mexicana, y cuando hacía referencia al movimiento estudiantil era para criticarlo. El 17 de septiembre, por ejemplo, aparecen dos jóvenes; uno de ellos dice "–Oye, mano ¿y si nos ponemos a estudiar en silencio?", en obvia referencia a la majestuosa manifestación del silencio. En la otra página editorial de El Sol solía aparecer un cartón extranjero con temas invariablemente anticomunistas.

Desde su colaboración en El Heraldo de México, Alfredo Valdés se había instalado en un nacionalismo tardío. Usaba como personajes a un perrito y a un indito. Completamente institucional, el 1 de septiembre de 1968 dibujó un cartón cuyo título era: Escúchelo, la imagen consta de muchos cuerpos, y dice: "Hoy dialogará el Presidente de la República con 47 millones de mexicanos." En su cartón Soluciones matemáticas, el 12 de septiembre, muestra a un hombre que le dice al indito: "Si el Poli y la unam cuestan 960 millones al año; dividido entre 12 gastados mensualmente es igual a 89 millones. Entonces ¿qué se te ocurre para resolver el problema de dos meses de holganza?... ¡Quitarles 160 millones!"

En el periódico oficial El Nacional no se publicaban caricaturas, lo único que mostraba en su página editorial eran retratos en una especie de efemérides de personajes de la historia realizados por Salvador Pruneda, sobreviviente de la generación de caricaturistas que participaron durante el movimiento armado de 1910 y que desde sus orígenes había ilustrado las páginas de este diario oficial.

En El Día tampoco existía una presencia cotidiana de caricaturas; solamente Alberto Beltrán realizaba su Día Dominguero, con media plana de dibujos y textos. El domingo posterior a la matanza del 2 de octubre publicó un estupendo grabado que narra la tragedia: una madre con un puñal en el corazón, los cuerpos inermes de varias personas tiradas; al fondo, la plaza de las Tres Culturas y el helicóptero que dio la señal para iniciar el ataque.

Ernesto Guasp y Jorge Carreño eran los caricaturistas de planta del diario Novedades; el primero se dedicaba a caricaturizar temas internacionales, mientras que el segundo trataba los nacionales. En su columna Dibujos de Carreño, es frecuente encontrar el reproche a los estudiantes. En un cartón, por ejemplo, se muestra a una madre de familia que pregunta "¿Ya estudió el expediente de mi hijo?… Dígame, ¿Ya lo estudió?" ; a lo que el burócrata abogado responde: "¡Basta señora! Que no estaríamos en esto sí así le hubiera usted exigido a su hijo que estudiara." Al lado de estos dos caricaturistas, se rolaban el espacio jóvenes moneros como Helioflores y vic.

En La Prensa dibujaban tres caricaturistas: Luis Borja, Francisco Ochoa y Juan Ramírez, que con dibujos sencillos y con un estilo muy parecido, hacían cartones graciosos, algunos de ellos sumándose a la causa estudiantil, lo cual no deja de ser sorprendente en este ámbito que reseñamos. Vale la pena revisar este diario, el de mayor circulación, para modificar la visión que suele tenerse de la prensa popular.

El trío de moneros jugaron un importante papel, las más de las veces fueron críticos, aunque no faltaron los cartones que favorecían al gobierno. Me quedo con un cartón de Ochoa, respecto a la marcha del silencio: "La manifestación fue tan silenciosa que se podía oír perfectamente el volar de un helicóptero."

Los semanarios tampoco burlaron el escollo de la contemplación. Jueves de Excélsior publicaba La semana hasta el Jueves. Según Huici, una plana integrada por tres cartones en los que se criticaba el movimiento estudiantil, se alababa la posición oficial y se asumía la postura gubernamental; el 10 de agosto, por ejemplo, decía: "Ya sólo faltan 71 días para la pacífica Olimpiada"; el 29 de agosto se publicaron dos cartones que ejemplifican esta tendencia: en el primero aparece el monumento a la Revolución con granaderos golpeando una manifestación y un pie que señala: "Disturbios, algaradas y protestas que instigan agitadores peligrosos no deben cobijarse bajo la sombra serena y respetable de la Revolución Mexicana." En el segundo, dos hombres están frente al televisor y la frase al pie dice: "Con verdadera expectación se espera el cuarto informe del señor presidente Díaz Ordaz."

Otra sección de Jueves de Excélsior, llamada Instantáneas, era ilustrada por Fa-Cha, que mantenía una postura similar; por ejemplo, en un cartón aparecen un par de estudiantes descansando con una bandera de huelga, y solamente dice: "Ha costado más de 150 millones."

Por aquellos días murió El Chango Ernesto García Cabral, autor de las magistrales portadas del Jueves; en dos de las últimas que realizó mantiene el discurso en defensa del régimen: la portada del 8 de agosto muestra a un joven con su libro de historia, mientras abajo un trío de estudiantes tiene en sus manos piedras, palos y una actitud violenta: "Jóvenes estudiantes de México: cuidado con los agitadores"; en la del 15 del mismo mes aparece un hombre del pueblo mirando las nubes negras, donde puede leerse: "Agitadores extranjeros, vida cara, líderes apátridas."

En la revista Mañana participaba uno de los grandes caricaturistas nacionales: Sergio Aragonés. Sus cartones eran de humor blanco, alejado de la política, la que rechazaba pues "quienes hoy tienen, ante todo el mundo, la verdad, pueden ser desmentidos por la historia y francamente me defraudaría yo mismo si defendiera una posición de la que luego me diera cuenta que estaba equivocado", declaró en una entrevista a Mañana, el 31 de agosto de 1968.

Cadena M. (Héctor Falcón) también criticaba al movimiento estudiantil y al cnh, a través de una columna llamada Cotorreo semanal, en la revista Impacto. Los dibujaba como un avestruz. En su cartón dedicado al Informe Presidencial sigue la tónica de la cercanía al poder: un hombre, que representa a "Mexicalpan", sentado en una piedra espera escuchar la voz de Díaz Ordaz: "Somos todo oídos, señor presidente." En otro cartón, después del 2 de octubre, retrata a un joven protegido por los símbolos nacionales que regresa a clases.

Los moneros se rebelan

Por fortuna, no todo fue así. Desde los años sesenta, la revista Siempre! dio cabida a dos jóvenes moneros: Rius y Vadillo, abriendo horizontes dentro de la caricatura mexicana. Ambos convivían con Carreño.

Actualmente, Leonardo Vadillo es un autor poco conocido. Hijo de uno de los primeros presidentes del pri (Basilio Vadillo), sus dibujos muestran el rompimiento con el poder que representaba el padre, de una generación crítica y profunda, sin dogmatismos ni verdades absolutas. Las portadas eran realizadas por Jorge Carreño. La posterior a la masacre lo dice todo: un gorila caminando por la Plaza de las Tres Culturas.

La revista Sucesos para todos también dio oportunidad a dos jóvenes: Magú y Flit. Bulmaro Castellanos, Magú, ganó un concurso de caricatura promovido por el diario El Universal, en 1967, junto con Sergio Iracheta. Sucesos para todos seguramente entendió la necesidad de abrir nuevos espacios e instauró un concurso para los moneros que se convirtió en un semillero de propuestas. Cada mes publicaba infinidad de cartones que llegaban de todo el país.

En los primeros números de la revista Por qué?, en abril de 1968, participaron activamente un grupo de artistas cuya calidad y crítica estaban fuera de discusión. Rogelio Naranjo era el director artístico y los colaboradores eran Vadillo, ab (Emilio Abdalá), Rius y Helioflores. En este semanario aparecieron algunas de las secciones y personajes que se consolidarían meses después en La Garrapata, como "El Archivo de Indias" de ab, o "El Hombre de Negro", de Helioflores.

De alguna manera, Sucesos para todos y Por qué? fueron el precedente de una generación de caricaturistas que rompió con la visión oficial, conformando una concepción crítica que desembocaría en La Garrapata, nacida en noviembre de 1968, que se convirtió en una publicación fundamental, y jamás igualada, dentro de la historia de la caricatura del siglo xx.

Codirigida por cuatro excelentes moneros: ab, Helioflores, Naranjo y Rius, llegó a oxigenar y romper con la tímida caricatura que se realizaba entonces. Basta ver los cartones realizados en revistas y diarios nacionales durante los cuarenta días que duró el movimiento estudiantil para entender la importancia de la revista que se autonombraba "el azote de los bueyes".

Su originalidad no sólo ha influido en la gestación de publicaciones, sino que ha marcado una manera de "hacer caricatura" y de ver el mundo a través de trazos que rompían con los estereotipos y con el discurso apologista del gobierno.

Caso especial es Rius, que por esos años publicaba la revista Los Agachados, y a quien cabe el mérito de haber escrito, junto con ab, el primer acercamiento a la historia del movimiento estudiantil, una crónica visual que explicaba la cronología de los hechos paso a paso. El Número especial de los cocolazos, como la titularon, se publicó en un número extraordinario, apenas dos semanas antes de la matanza del 2 de octubre.

A excepción de ab, ya fallecido, el trío de moneros que fundó La Garrapata continúa participando activamente en la caricatura mexicana, y han marcado las pautas de la lucha por la crítica al poder y la democratización del país.

El rostro del país donde no pasa nada

El movimiento estudiantil mostró el rostro de la prensa mexicana de entonces. Controlada y censurada, fue poco lo que pudo manifestar. Resulta indignante revisar diarios y revistas de la época y encontrarse con un país alejado de la realidad.

La cruenta matanza de Tlatelolco fue minimizada: los editoriales, fotografías y caricaturas responsabilizaron a los estudiantes y a fantasmales fuerzas oscuras y del "comunismo internacional", mientras el gobierno diazordacista era aplaudido, como ya anteriormente señalamos, por algunos moneros (y periodistas, reporteros, etcétera)

En el ámbito de la caricatura se apreció la famosa lucha generacional, de la que tanto se hablaba. Los autores de cincuenta años o más, como El Chango Cabral (78 años), Cadena M. (62), Fa-Cha o Salvador Pruneda (70), mostraban una posición política institucional, ajena al movimiento estudiantil. Fueron los jóvenes treintones (Naranjo 31, Helioflores 30 y Rius 34) quienes impulsaron los cambios, al igual que el jovencito Magú, de 24 años.

Al revisar la historia se descubren símbolos que explican los cambios, el proceso creativo y de apertura de los caricaturistas, además de apuntar eventos que marcan nuevas tendencias, como la muerte del Chango Cabral, representante del quehacer caricaturesco previo al ’68. Su desaparición coincide con el desplazamiento de la caricatura oficial y el inicio de una manera diferente de hacer las cosas, que se mostró a través de publicaciones como La Garrapata.

El personaje de la época fue Rius, el Anti-pristo, crítico del sistema político desde tiempo atrás y uno de los pocos caricaturistas que se atrevió a caricaturizar a Díaz Ordaz, lo que por poco le cuesta la vida, al ser secuestrado el 29 de enero de 1969. Ya para entonces Rius era uno de los autores más respetados y sus seguidores se contaban por miles, al ser el creador de historietas clásicas, masivas, como Los Supermachos, primero, y Los Agachados, después.

Después del ’68, afortunadamente, ya nada fue igual. Periódicos y revistas fueron llenando sus páginas de moneros que han rescatado la tradición crítica y combativa de otra época. En La Garrapata, en noviembre de ese año, Naranjo publicó la primera versión de la matanza, y en los años sucesivos, junto con Rius, Helioflores y un cada vez más joven y numeroso conjunto de moneros, fueron socavando el presidencialismo.

Los moneros, con su critica ácida y certera, minaron la institución presidencial y, a punta de monazos, abrieron espacios en los medios, consolidando la libertad de expresión.

De alguna manera, la diversidad política que hoy existe en México nació en aquel año, con los trazos que los moneros fueron conformando para dar un nuevo rostro a este país.