La Jornada Semanal,   domingo 3 de octubre  de 2004        núm. 500

 Entre monos

te veas...

Todo cartón político es un homenaje a Rius

La caricatura política en México nació en el siglo xix siendo extremadamente combativa. Era una herramienta fundamental de la causa liberal. Los caricaturistas mexicanos de aquella época se jugaban la vida para poder hacer su trabajo. Es poco conocido, desafortunadamente, el caso de Jesús Martínez Carrión (nieto del Pípila, según consigna el propio Rius en su libro Un siglo de caricatura en México), extraordinario monero de El Hijo del Ahizote, El Colmillo Público y El Ahuizote Jacobino, quien por sus formidables dibujos contra Porfirio Díaz fue a dar a la Cárcel de Belén, donde contrajo tifoidea y murió.

Pero esa tradición combativa se apagó cuando nació el régimen postrevolucionario. Junto con la prensa que la albergaba, la caricatura se volvió totalmente complaciente con el poder y sólo era crítica cuando había que atacar a los enemigos políticos del prm-pnr-pri. Si bien hubo caricaturistas que alcanzaron fama por su gran talento, como El Chango Cabral, lo cierto es que su trabajo era más bien frívolo, sus temas eran el humor blanco o los personajes de la farándula. Los intentos por hacer caricatura política crítica e independiente fueron duramente reprimidos, como por ejemplo (y cito nuevamente el texto de Rius antes mencionado) la revista El Turco, de la que sólo apareció un ejemplar en 1931, época de Calles, y fue cerrada. Un caricaturista de nombre Inclán recibió, también por aquellos tiempos, una golpiza propinada por esbirros de Fidel Velásquez.

Hoy, el cartón político ha recuperado su cariz crítico –en ciertos medios, al menos. Pero eso ha requerido años de pelea contra la censura y por la conquista de espacios con libertades amplias para los moneros. Fue Eduardo del Río, Rius, quien tomó la decisión de hacer de su trabajo un arma de combate ideológico, igual que nuestros maestros del siglo xix. Esa decisión, junto con la de militar en el Partido Comunista, la tomó por allá de los años cincuenta, en plena época de histeria macartista. No es difícil imaginar los problemas con que Rius se topó: censura y despidos de prácticamente todos los medios impresos de la época. Pero su tenacidad pudo más que la represión y si los periódicos y revistas no querían su trabajo, él creo su propia publicación: Los Supermachos, que a la postre se llamaría Los Agachados. Además, participó en La Garrapata, extraordinaria revista de humor político que hizo con los grandes Helioflores y Naranjo, en plena época de Díaz Ordaz. Fue en 1969 cuando lo secuestraron unos agentes (a uno de ellos lo reconocería años después como José Antonio Zorrilla, el asesino de Buendía), que lo pusieron en manos de un comando militar en las faldas del Nevado de Toluca. Ahí fue llevado hasta el borde de una fosa, que no se llegó a convertir en su tumba gracias a que el general Lázaro Cárdenas intercedió por él ante el presidente.

Todas las caricaturas que actualmente se publican en México y en donde se hace escarnio del poder político, económico o eclesiástico, son, a quererlo o no, un homenaje al maestro Rius, puesto que quienes las ejecutamos podemos hacerlo gracias al camino que él abrió y que casi le cuesta la vida.

Además, el trabajo que Rius ha hecho a lo largo de cinco décadas, lejos de caducar, tiene gran vigencia hoy por hoy y, de hecho, debe ser un punto de referencia en una época en la que la ideología triunfante pregona esas tonterías del fin de la Historia y las ideologías; en una época en donde el humor político ha llegado a los medios electrónicos, pero en su forma más chabacana y tergiversada; en una época en la que dentro del propio gremio de moneros, muchos perdieron la brújula desde que se cayó el muro de Berlín. 


ANTONIO HELGUERA
El génesis según San Garabato

En el principio era el caos, pero llegó Rius y la cosa empeoró. Y el primer día, Rius vio que la Luz era buena y se la ligó y creó los valles, los ríos, las montañas San Garabato Cucuchan y el queso de tuna.

El tercer día creo las plantas, las lechugas, las espinacas, los ejotes, las papayas, las piñas, los chayotes con crema, los nopales con epazote haciendo a medio mundo vegetariano (esta parte del génesis se llama "la panza es primero").

El cuarto día Rius creó a los animales, a las iguanas, a las lagartijas, a los sapos, a Luis Echeverría, a Rubén Figueroa padre e hijo, a Hank padre e hijo, a Roberto Madrazo (que sólo es hijo), a Roque Villanueva, a los Salinas, a Zedillo y otros empresarios (a la güera Rodríguez Alcaine no lo creó porque él ya estaba allí desde antes de que se separara la luz de las tinieblas).

Y el quinto día, Rius creó al sistema político mexicano con todo y país; prueba de ello es que los políticos de hoy se parecen cada vez más a las caricaturas que hacía Rius de ellos en los sesenta.

Al sexto día creó al hombre, a la mujer y así nacieron Calzonzin, doña M, Don Perpetuo del Rosal y los lectores de Los Supermachos.

El séptimo día Rius se puso a descansar y nació la herejía. Entonces salió doña M y dijo: Rius no existe.

Para sus lectores y admiradores, Rius sí existe: es un inventor de géneros. Creó el libro didáctico e hizo de la historieta política otro subgénero de la caricatura. Sus libros son además muy eficaces y lo más importante es que fue uno de los primeros caricaturistas en decir lo que creía y pensaba sin cinismo, lo que le ayudó a ampliar el margen de la libertad de expresión ayudando a que la prensa viera a la caricatura como un género importante de crítica. ¡Es un maestrazo!

EL FISGÓN