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México D.F. Martes 5 de octubre de 2004

Teresa del Conde

UAM: homenaje a Morandi

La Casa de la Primera Imprenta de la UAM (en Licenciado Verdad, muy cerca del Arzobispado y del museo Cuevas) exhibe una exposición de Dulce María de Alvarado -alias Moro- dedicada a ''los cacharros" de Giorgio Morandi (1890-1964). Este pintor, que era como un sacristán, sólo salió de Bolonia en una ocasión, exploró casi ad infinitum las relaciones formales, volumétricas, lumínicas entre un ente y otro a partir de unos cuantos objetos: jarras, pomos achaparrados, botellas, cazos.

Moro es una performancera experta en el arte del disfraz: en una ocasión personificó a la Reina Mariana de Gironella y obtuvo un premio en su escuela: la ENAP. Al mismo tiempo es veneradora de la pintura y tengo para mis adentros que nunca se conformó del todo cuando Morandi desapareció de su panorama en 2001, debido a que el INBA no cumplió un pacto prometido: traer a sus instalaciones (las del MAM u otras) la exposición concertada, elegida y coordinada de pinturas y grabados pertenecientes a la Fundación Morandi, con la que se habían establecido tiempo atrás los nexos pertinentes en arreglo bilateral.

Dulce María llenó ese hueco mediante su propio quehacer. Entre 2001 y 2004 realizó buen número de pinturas, todas de pequeñas dimensiones, algunas con carácter de miniaturas que evidencian no sólo su estudio de este maestro, sino su filiación a la pintura de todos los tiempos, matizada mediante un manejo conceptual, acentuado por medio de la acertada museografía realizada en ese recinto que resulta ideal para una exhibición de esta índole.

Sus variantes son múltiples en tanto que los temas son los mismos. Puede pronunciarse por un Morandi intensamente pictoricista, como en una pieza simplemente titulada A Morandi. Los títulos de otras refieren a un color, por ejemplo La gris (representación de una jarra) o por el número de elementos representados: Cinco objetos o por juegos de términos, como la pieza ovalada en la que planta sus motivos en delicadas franjas de color gris cálido: Moro-ndi. Hay un hecho que no debe escaparse: los cacharros se vuelven personajes, o más bien, personas, sin antropomorfizarse en grado alguno.

A veces privilegia un dibujo ceñido, planimétrico, encerrando colores sin gradaciones de claroscuro. Así es su versión pictórica de un cartel publicado por la Galería Claude Bernard. Otra obra es un arpegio integrado por 10 piezas pequeñas, formando friso, que resolvió como si fueran notas musicales. La inicial guarda un tono bajo, le siguen seis que representan cada una un tono escalado, regresa a otra ''nota" que puede registrarse como en clave menor y añade tres más. En realidad es una sola pieza igual que los dos cuadros que denominó Sombras negras, donde el cacharro del segundo cuadro se ofrece partido por la mitad.

La pintora que promovió el ''movart", trabajadora del museo Carrillo Gil, parece haber establecido una pentagonía que iría así: Zurbarán, Chardin, Cézanne, Morandi, Francisco Castro Leñero (aunque él es un pintor abstracto-geométrico es evidente el guiño sesgado que le dirige su discípula). Por eso una de sus composiciones, surcada por una grieta roja que destruye el efecto geométrico, se titula Contraste.

En la sala hay unas formaciones cuyos frontis terminan en cortes transversales de troncos de árbol, la madera vieja se ha dejado tal cual y uno ve de frente la forma redondeada. Eso sirvió a la autora para enfatizar dichos espacios colocando en la zona intermedia composiciones que resultan empáticas. A dos de las piezas allí ubicadas les pintó las sombras que proyecta la volumetría de los soportes, porque ella está obsesionada también con los volúmenes. Los cubos, cajas, prismas con base en cuerpos superpuestos, todos de dimensiones reducidas, constituyen un rubro más de su producción anclada como homenaje, sí, pero igual como análisis de concepto sobre las relaciones forma-planteamiento-color-espacio. Recodifica manejando formatos y facturas diversas; secas, saturadas, mates, brillosas, etcétera.

La hechura de sus bastidores, algunos minúsculos, manifiestan carácter objetual, varios son pequeñas tablas forradas de lino. Algunos poseen la dimensión de una caja de cerillos, pero igual los hay que reditan los propios formatos de Morandi. En el texto que le escribió el maestro Castro Leñero puede leerse lo siguiente: ''Morandi es sinónimo de la pintura", Dulce María ''no pretende demostrar, sino compartir". Es una delicia su exposición y un motivo de reflexión.

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