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México D.F. Martes 5 de octubre de 2004

Colabora en diseño y elaboración de sus sillas de competencias en Texas, donde vive

Saúl Mendoza recomienda tratar a los paralímpicos como seres humanos

Participar en competencias, experiencia mágica, porque conoces gente que sufrió y sigue adelante

JORGE SEPULVEDA MARIN

Rostro amable, palabra que convence. Es Saúl Mendoza, de 37 años y 25 en el deporte, quien platica su historia. Se trata del ser humano que vive de metas a corto, mediano y largo plazos, porque a cada día lo ve como una nueva oportunidad para ser mejor, de mantenerse como el enemigo a vencer sobre la silla de ruedas. El mismo que esquía sobre nieve o juega tenis.

De entrada, recuerda que la medalla de plata obtenida en la competencia de exhibición previa a los Juegos Paralímpicos le supo a oro, porque la exigencia fue muy fuerte, ya que participaron los mejores.

Explica que los 3:05 minutos logrados ese día desde luego no fue su mejor marca, porque normalmente no se compite por un tiempo, sino que se aplica una estrategia definida, que la hace diferente de otras competencias, donde el mejor tiempo define al ganador.

Abunda: "Se trata de aplicar lo que se ha trabajado durante los entrenamientos que en su caso son 200 kilómetros en 11 sesiones por semana-, de tal forma que cuando estás en la pista, como que reprogramamos nuestro pensamiento para enfocarnos en alcanzar los primeros sitios".

Con la imborrable sonrisa que lo caracteriza, Mendoza Hernández hace fluir su palabra para recordar que una vez en ritmo sólo debe cumplir los parámetros preestablecidos para asegurar la punta del grupo.

Acomodado en "la silla de diario", señala con el índice la de competencia, con la que ganó la plata y luego el oro en Atenas 2004, y que aún conserva en el respaldo el número 1730.

Es un aparato aerodinámico que su patrocinador estadunidense Eagle Sport Chair la fabricó a su medida, hasta en el más mínimo detalle. Un monoplaza de tres ruedas construido con fibra de carbono y aluminio, de aproximadamente 15 kilogramos de peso y un costo de 3 a 4 mil dólares, aunque en años olímpicos la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte se la financia, en colaboración con el Instituto Mexiquense del Deporte, estado al que representa.

Una silla modelo Saúl Mendoza

De su infancia y juventud platica que afortunadamente fue lo más normal posible, ya que hizo sus estudios básicos en un colegio de educación integral, donde sus compañeros estaban igualmente afectados. Fue a la preparatoria en silla de ruedas y se graduó en la Universidad Autónoma Metropolitana como diseñador industrial, ejercicio profesional que aplicó antes en Atlanta y ahora en Wemberly, Texas, en el diseño, mejoramiento y fabricación de sus sillas de competencia.

Orgulloso, disfruta al contar que en Estados Unidos varios competidores cuando hablan a la fábrica piden "una silla Saúl Mendoza", cuando en realidad no existe ese modelo, pero la solicitan así porque creen que les dará los mismos resultados. Y es que no se imaginan que su secreto para obtenerlos es sencillo: trabajo diario y entrega total.

Pese a ello, hay entrenadores que lo filman y estudian como arqueólogos en busca del secreto oculto; observan con lupa sus movimientos, su estrategia, su forma de competir por lo que cada vez es más difícil mantenerse como el constante triunfador en los óvalos y en las calles del mundo, donde es reconocido como uno de los fuertes rivales a vencer.

Hace ocho años, cuando tuvo la oportunidad de emigrar a Atlanta, Saúl se fue apenas con una silla seminueva y con el inglés que había estudiado, y aunque tenía el certificado Teachers, allá debió mejorarlo.

El atractivo en Texas

Avecindado desde hace un par de años en Wemlerby, Texas, donde platica en ocasiones con el pedalista Lance Armstrong -quien padeció cáncer en un testículo y regresó para triunfar una vez más en el Tour de Francia-, para Saúl el principal atractivo de vivir allá es el circuito nacional de 20 competencias al año, además de los contactos que puede tender para asistir a otras pruebas en diversas latitudes alrededor del mundo, donde compiten los mejores del orbe, lo que en México no tendría.

El especialista en montaña, ardua labor para la que se entrena eventualmente en el Centro Ceremonial Otomí, en Toluca, México, o en las montañas de Colorado, le resulta de gran dificultad el maratón, por las subidas, porque implican constantes ataques a la altura y es lo que le ha ayudado para desarrollar el tronco, similar al de los pesistas.

Acepta que algunos de los problemas que padeció la delegación paralímpica mexicana en Atenas se debió fundamentalmente a que algunos problemas no se resolvieron en el escritorio, lo que puede ser muestra de que no se le pone la suficiente atención a los discapacitados.

Se interesa por el tema. "Creo que hay cuestiones prioritarias, como darles una silla de ruedas no sólo a los deportistas, sino a la gente que la necesita, sobre todo en provincia, para que puedan tener una vida más o menos regular e integrarse a un trabajo o al estudio".

Motivador para sus iguales

El deportista se ha convertido en un motivador para la comunidad estadunidense con discapacidad física o mental, a la que con frecuencia le da pláticas "sobre la experiencia de la vida", para que traten los niños o jóvenes de ser mejores en lo que se dediquen, pese de tener desventajas y/o ciertas limitaciones.

Saúl se siente bien con lo que hace, como es, con la ayuda que brinda a sus semejantes, y cómo no estarlo cuando justamente sus logros deportivos lo han hecho un mexicano exitoso en Estados Unidos, que pronto se casará con Wendy Gumbert, su novia texana, con quien espera a la brevedad formar una familia.

"Estoy muy contento por poder correr en este nivel y representar a mi país con dignidad y, por supuesto, a una comunidad que en ocasiones es olvidada, como somos los discapacitados físicos".

Le incomoda la idiosincrasia mexicana; que se busquen nuevos términos para no ofender a los discapacitados, ese afán de hallar conceptos que no hieran su susceptibilidad, que no lastimen su dignidad, cuando en otros países se ha entendido que son circunstancias de la vida y que la forma en que los llamen nada tiene que ver con la ofensa.

Expone parte de su filosofía como alguien diferente: "creo que los conceptos sociales, a final de cuentas, no importan si no tenemos la aceptación de la sociedad, si siempre tratamos de buscar esas diferencias, las que nos hacen ser más o menos.

"Pareciera que como seres humanos nos cuesta trabajo aceptarnos unos a otros; si eres indígena, o si eres del norte, moreno, güero, alto o bajo. Siempre estamos tratando de encontrar esas diferencias para hallar un estatus a nivel mental no tanto social, y eso nos hace sentir mejor".

Por eso estima que es algo en lo que debe recapacitarse y buscar el desarrollo como seres humanos y ver a los semejantes como iguales; con metas y sueños, como cualquiera. "Y porqué no, si podemos ayudarnos hacerlo con mucho gusto, sin pensar que eso va a ser una diferencia para nosotros, pero no hacerlo por lástima, por el prejuicio no superado, sino sólo por ser mejores mexicanos todos los días. Olvidarnos del cuento de los cangrejos, donde jalamos al que se quiere salir, para que no salga adelante".

Saúl Mendoza debe cumplir otros compromisos. Antes, apunta que se reintegrará al circuito de competencias en Estados Unidos en noviembre y para enero continuará su trabajo deportivo de lleno. Quiere llegar a Pekín 2008.

Buena, pero dura experiencia

Se da tiempo también para decir que participar en los Juegos Paralímpicos es algo mágico, porque se conoce a gente que "debió pasar por experiencias terribles, como haber sufrido la amputación de una pierna por una bomba, estar involucrado en Medio Oriente en un ataque terrorista, en el autobús o en el centro comercial. Gente que ha perdido la vista por accidentes o se rompió la columna vertebral.

"Es una dura, pero buena experiencia para conocerse a sí mismos y a los demás", además de aceptarse tal como son, porque puede superarse. "Hay que dejar de ser los campeones del pretexto, porque en realidad no existen excusas para no superarse y esa debería ser la filosofía de todos nosotros", asienta categórico.

-¿Qué le hace falta al deporte paralímpico en México para ser mejor?

-Verlo con amor, buscar la forma de ser mejores en cualquier cosa que hagamos y esta es una buena oportunidad de empezar. Y, por supuesto, tratar con dignidad a los atletas, porque al fin y al cabo todos somos seres humanos.

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