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México D.F. Jueves 7 de octubre de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

Las esposas y un viudo

En una estupenda caricatura de Magú (La Jornada, 4 de octubre) aparece Marta Sahagún a punto de salir de un recinto que podría ser Los Pinos. La señora Fox dice "ya me voy" y alguien le pregunta si va al rancho, a lo que ella responde "No, al PRD".

La esposa del presidente Fox ha observado que uno de los partidos que más han impugnado que ella pueda ser candidata a la jefatura del Ejecutivo nacional ha sido el PRD, pero también que este partido, al final, no pudo detener a la esposa del gobernador de Tlaxcala en sus aspiraciones sucesorias de tipo familiar. María del Carmen Ramírez García se enfrentó al Comité Ejecutivo Nacional de su partido, el PRD, e hizo valer sus derechos como ciudadana (pues ciertamente ninguna ley prohíbe a una esposa ser candidata) para al final obligarlo a ceñirse al dictamen del Tribunal Electoral. Una comedia de equivocaciones que terminó por dejar en ridículo a uno de los tres principales partidos políticos del país.

Con tal desatino, el PRD sentó un precedente: la majestad de la ley, como diría el parcial juez Mariano Azuela, por encima de la ética política, que si fuera fundamento del derecho impediría que la esposa de un gobernante en funciones pudiera ser candidata a ocupar el puesto que deja el cónyuge. Las leyes deben modificarse, pues así como están favorecen que gobernantes sin escrúpulos conviertan una república democrática, como ha señalado Diego Valadés, en una "república dinástica" (La Jornada, 5 de octubre). En Tlaxcala el gobernador Sánchez Anaya se niega a renunciar para que la candidatura de su esposa no se empañe más de lo que está, pero su esposa nunca debió, éticamente hablando, aspirar a suceder a su esposo.

En Nayarit el Partido Acción Nacional ya se encuentra dividido por lo mismo, según la prensa local. La esposa del gobernador quiere ser candidata a suceder a su esposo. Martha Elena García quiere ser la candidata del PAN para continuar con el puesto de su cónyuge, el gobernador Antonio Echevarría, quien llegó a este cargo por una extraña y sorprendente alianza (en su momento, pues ahora es común) entre el PAN y el PRD, más otros partidos pequeños (el Partido del Trabajo, entre éstos).

El resultado de este fenómeno ha sido que la esposa de Vicente Fox aplauda y se entusiasme con ambos procesos que configurarían una república dinástica. Si dos esposas de gobernadores salientes pueden suceder en sus cargos a sus cónyuges, Ƒpor qué ella no podría continuar con los muchos pendientes que dejará, sin duda, el actual jefe del Ejecutivo nacional? Y luego, por qué no, uno de los hijos.

El PRI, por su parte, también ha dejado que la república dinástica se construya a nivel municipal. En el municipio de Oxchuc, Chiapas, la candidata ganadora a la alcaldía fue postulada por el Revolucionario Institucional y es la esposa de Norberto Santís López, el alcalde saliente. Y, hasta donde se sabe, a nadie le pareció mal que la contadora María Gloria Sánchez Gómez, esposa de un gobernante en funciones, se inscribiera para suceder a su cónyuge. Otro antecedente más para que la señora de Los Pinos vea empedrarse el camino de sus intenciones dinásticas. La ley lo permite, Ƒpor qué entonces no aspirar a la Presidencia en lugar de irse al rancho?

Mis amigas feministas podrían decir que critico que las esposas ocupen lugares que han dejado o están por dejar sus esposos, y quizá argumentarían que iguales derechos tiene una mujer que un hombre. Sí, tienen los mismos derechos, pero éstos debieran ser propios y no por ser las esposas de gobernantes en el poder, con todo lo que esto implica en términos institucionales y de apoyos políticos y, eventualmente, también económicos. Pero, para que no se diga, existe otro caso donde el beneficiario, sin apoyo legal alguno, es un hombre, el viudo de una mujer que ganó una presidencia municipal después de ser asesinada. En San José Estancia Grande, Oaxaca, según nota de La Jornada (4 de octubre), la candidata del PRD fue la señora Guadalupe Avila Salinas. Ella fue asesinada antes de las elecciones por el presidente municipal saliente, del PRI. Como las boletas no pudieron ser modificadas la señora obtuvo votos y ganó. Su esposo, quien trabajaba de albañil en Las Vegas, Nevada, vino al sepelio de su cónyuge. Como la ganadora estaba muerta, le dieron el triunfo al viudo, como si el voto hubiera sido para la familia. Aquí ni la ley, ya no digamos la ética, ampara tal decisión, que quizá no fue del PRD sino de las autoridades electorales o producto de costumbres en el municipio. Pero, obviamente, el viudo no tiene derecho a sustituir a su fallecida esposa.

Una conclusión: las leyes tienen lagunas y deberán adecuarse a postulados éticos que no fueron tomados en cuenta cuando fueron aprobadas. De otra manera, y de continuar en la lógica que estamos viendo, las elecciones se convertirán en una farsa o, peor, en un expediente útil para arribistas y consortes (marido o esposa de un soberano reinante).

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