15 AÑOS OJARASCA  número 90  octubre 2004

Radios rurales

La disputa por los territorios hertzianos


Eugenio Bermejillo, San Cristóbal Las Casas, Chiapas. Dentro del espectro radiofónico nacional, las 27 emisoras del Sistema de Radiodifusoras Culturales Indigenistas, constituyen un grupo difícil de definir: aunque son estatales por su propiedad, el juego que le han dado a las comunidades indígenas, ha llevado a algunos observadores a calificarlas como comunitarias.

Y es que en la vida diaria de estas estaciones se da una pugna constante entre los administradores, sus trabajadores indígenas y las comunidades a las que transmiten, por controlar las emisiones.

Paralelamente ha surgido, aunque de manera tardía, si lo comparamos con otros países latinoamericanos, un movimiento de radios comunitarias de propiedad colectiva y orientación cultural y social que, pese a no contar con permiso, representa una opción radiofónica, sobre todo en las regiones indígenas. En Oaxaca y Chiapas se han multiplicado como hongos estos colectivos radiofónicos, que en su mayoría difunden con pequeñísimos transmisores de fm. En San Cristóbal de Las Casas se escuchan tres señales más o menos permanentes, a veces una cuarta se añade al espectro. La Radio Insurgente zapatista conforma ya una cadena.

Parece ser que las ondas hertzianas son parte del territorio que reclaman los indios.

En el rebaño de la radio nacional, las indigenistas y las comunitarias son ovejas negras. Dentro de una mayoría de estaciones concesionadas a particulares, que repiten de ciudad en ciudad, las mismas fórmulas probadas (gruperas, juveniles, románticas etcétera), existe un débil y desarticulado grupo de estaciones estatales que no alcanza a disimular sus intenciones políticas y otro, más pequeño, de estaciones universitarias cuyos directores todavía no logran descifrar para qué pueden servir.

Quizá el rasgo más importante de las estaciones indigenistas y muchas de las comunitarias es su carácter rural. Mucho se ha escrito sobre las estaciones que fundó el extinto Instituto Nacional Indigenista (ini). Sin embargo suele pasarse por alto que fueron destinadas a escuchas campesinos, indígenas, que habitaban en pequeñas localidades aisladas. Ellos fueron ignorados por las estaciones concesionadas, porque mucho de lo que consumían era producido por ellos mismos; nunca alcanzaron el estatus de población objetivo para los publicistas.

Mérito de las estaciones indigenistas fue que transmitían para indios y campesinos, asuntos diferentes a reportes del tráfico y ofertas de tiendas a las que no tienen acceso la mayor parte de la gente de campo. Sus programas de recomendaciones agropecuarias (aunque promovían la Revolución Verde) y los de salud (aunque desvirtuaban la medicina tradicional) fueron de las pocas voces que hablaban de los problemas rurales.

Otro éxito fue que han llegado a transmitir en 31 lenguas indígenas. Por difícil que haya sido el camino hasta ahora recorrido, faltan muchos asuntos por resolver para consolidarlas como un instrumento de vitalidad de las lenguas maternas: ¿cómo asumir la diversidad de variantes dialectales? ¿qué habla es la pertinente para el público al que se dirigen?

Con estos antecedentes no es de extrañar que las estaciones indigenistas fueran tema de los Acuerdos de San Andrés. Ahí se comprometió el gobierno a entregar esta cadena radiofónica a los pueblos indios. No lo hizo a pesar de que para ello, bastaba una decisión administrativa.

Lo grave es que, lejos de allanar el cumplimiento de este acuerdo, se ha echado marcha atrás en los mecanismos que las propias radios del ini habían implementado, en los años ochenta, para la apropiación indígena de estos medios de comunicación.

Los Consejos Consultivos, como vínculo entre las necesidades comunicativas de las comunidades y la programación, degeneraron en organismos corporativizados por Pronasol y sus derivados, que nada aportaron a las radios. Los Centros de Producción Radiofónica, cabinas con equipo de grabación para las comunidades elaboraran sus programas, son parte de los cementerios del despilfarro desarrollista. ¿Cuántos Corresponsales Comunitarios, que debieron servir de enlaces entre la información generada en su región y la emisora, siguen activos?

Incluso la política del indigenismo neoliberal de Arturo Warman les está quedando grande a los llamados "indios profesionales" que administran la burocracia indigenista del foxismo. La "transferencia de los medios de comunicación a los pueblos indios" está fuera del panorama gubernamental.

Están dando marcha atrás en la consolidación de sus radios. En junio de 1999 se suspendió el crecimiento del Sistema de Radiodifusoras Culturales Indigenistas. El acelerado crecimiento de esta cadena, cuya estación menos potente tenía dos mil quinientos watts de potencia, se pasmó durante el actual gobierno. No se ha establecido una sola estación indigenista formal, sólo se han creado "radiodifusoras experimentales de baja potencia" con un máximo de 30 watts.

La idea de poner indígenas al frente del indigenismo (aunque no hayan hecho una faena comunal en décadas) no ha permeado a las radios indígenas. Sus directores son por regla general mestizos. Esto es un problema cultural y radiofónico. En la programación se impone un gusto ajeno a las comunidades, particularmente en la programación musical donde los géneros ranchero y norteño son frecuentemente evitados. No es raro encontrar un paternalismo racista en las actitudes de muchos directores de radios indigenistas que relegan lo indígena a lo exótico. La extracción urbana de los directores también puede ser una de las fuentes de los crecientes conflictos laborales dentro de las estaciones. Han sido constantes las quejas de despidos injustificados e incluso se ha llegado a la realización de huelgas de hambre.

Las radios indigenistas cumplen este año su 25 aniversario en el contexto del sexenio que más las ha despreciado. A estas alturas del festejo, la página web que debía celebrarlas está "en construcción".

Es en el contexto del agotamiento del impulso radiofónico gubernamental y de un control oligopólico de las concesiones radiofónicas, que presenciamos el surgiendo de radios comunitarias.

Siguiendo una línea de acción que inició con las radios mineras en Bolivia de los cuarenta, muchas zonas rurales mexicanas están ensayando sus emisiones. Facilitadas por el veloz abaratamiento de los instrumentos del audio digital, ya que con una inversión mínima se convierte una computadora casera en isla de edición, fonoteca y central de transmisión y por una creciente pequeña industria del armado de transmisores, las estaciones comunitarias aún tienen un promisorio camino por recorrer.

Este año las radios comunitarias se ubicaron plenamente en el contexto de la discusión nacional sobre el derecho a la información. La decisión de muchas de ellas de gestionar su permiso y los constantes escándalos que se derivaron de las acciones en contra de Radio Tlahuitoltepec de Oaxaca y La Voladora de Amecameca, entre otras, las mantuvo en la opinión pública. Hoy los costos políticos de cerrarlas (para que vuelvan a aparecer en el cerro de enfrente) son demasiado altos. No parece haber más alternativa en el corto plazo que tolerarlas o reglamentarlas.

Son estas radios locales, colectivas y autónomas las que están radicalizando los planteamientos originales de la radio indígenista y conformándose como una opción, aunque por ahora marginal. Ahora son la alternativa en los usos de la radio rural.
 
 

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