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México D.F. Miércoles 20 de octubre de 2004

Arnoldo Kraus

El paradigma Pinochet

El caso de Augusto Pinochet es un paradigma. Su apellido resume muchos tiempos malos y muchas sensaciones desagradables. Militar, golpista, asesino, dictador, hombre de dinero, padre de un traficante de automóviles, político latinoamericano, amigo de la dama de hierro, protegido del Vaticano y, finalmente, viejo, y quizás portador de "demencia moderada".

Su vida expone también muchas de las caras actuales de la humanidad y de las desventuras de nuestro tiempo: nada puede la justicia. Pinochet morirá víctima de la edad, y quizás fingiendo ser presa de demencia senil. Pinochet morirá sin haber asumido ninguna responsabilidad por las 20 mil víctimas enterradas durante su régimen.

El ex dictador es uno de los paradigmas más impresionantes de nuestros tiempos. Es uno de los ejemplos vivos cuya participación en la caravana de la muerte es innegable. Es uno de los ejemplos vivos cuyo destino, a pesar de que todos saben que fue y es asesino -nunca se deja de ser asesino- goza de la inmunidad que le regala el gobierno y de la protección que le brindan sus neuronas muertas. Como caso médico también es paradigmático. La opinión contradictoria de dos doctores sobre la función cerebral del ex dictador ilustra los juegos que hacen los sistemas de justicia.

Para los neurólogos asignados por la justicia chilena, el daño cerebral que padece el ex dictador le impide enfrentarse a un juicio, pues su enfermedad tiene carácter irreversible. Agregan que la conducta de Pinochet "apunta a que no simuló respuestas equivocadas" y que "es totalmente dependiente para vestirse y realizar su aseo personal".

En cambio, el galeno nombrado por los querellantes concluyó que las alteraciones detectadas, así como el resultado de la tomografía del cerebro "no constituyen un cuadro demencial" por lo que, a su juicio, Pinochet "es competente para comprender, discriminar, decidir, informar y defenderse de posibles cargos". Por lo tanto, tiene la capacidad para afrontar un juicio.

A Pinochet se le han realizado tomografías desde 1995. Nueve años han transcurrido desde entonces. Según los doctores gobiernistas, las tomografías muestran un "significativo aumento de la atrofia", lo que implica que su condición mental no le permite responder adecuadamente. Lo cierto es que si se practican esos estudios a octogenarios, la mayoría presenta ese tipo de deterioro radiológico. Ese daño, hay que subrayarlo, no necesariamente se concatena con las funciones intelectuales. No dudo que muchos de nuestros políticos, incluso 30 años menores que don Augusto, tengan atrofia cerebral sin evidencias radiológicas y sigan laborando como presidentes o, al menos, como ministros.

Las opiniones del neurólogo y de los abogados querellantes difieren de las de los galenos gobiernistas. Ellos aseveran que Pinochet "continúa con una vida donde los elementos de adaptación, autogestión, participación y funcionamiento no presentan cambio notable, salvo, a veces, el de movilidad".

Así las cosas, el caso Pinochet es también un ejemplo -un paradigma- de lo que puede suceder con las opiniones médicas cuando dependen de "las voces" de la autoridad o, por el contrario, cuando son libres: demencia senil versus vejez funcional. Qué distantes los tiempos de la caravana de la muerte. Cuán lejana la fuerza del ex dictador. Qué paradigmática la justicia encargada de valorar a Pinochet.

Platón, si pudiese opinar sobre el significado del paradigma Pinochet, diría, quizás, que las gentes perversas -Pinochet y quienes lo encubren- siguen un modelo que es la perversidad: avalar los asesinatos, impedir la justicia. Para Platón, el término paradigma tenía muchas acepciones. Consideraba que el ejemplo no es un "mero ejemplo", sino algo "ejemplar" que sirve de modelo. De no enjuiciarse al militar, sus acciones se convertirán en una conducta ejemplar y, por ende, siguiendo a Platón, en un modelo. Es decir, la realidad corrupta vence a la realidad humana, y la realidad y el poder que aún ostenta el militar derrotan a la justicia chilena. Pinochet, entonces, se convierte en escuela a seguir: Ƒcómo decir a los nuevos genocidas que la justicia, la moral y los castigos existen?

Es muy probable que don Augusto muera víctima de la edad. Es muy improbable que la justicia, como ha hecho desde 2001 cuando regresó cobijado por la Iglesia y la benevolencia británica, haga justicia. La "demencia moderada" de Pinochet, entrecomillada y cuestionada por los médicos independientes, avalada y auspiciada por la justicia chilena, le impedirá declarar. Cuando fallezca Pinochet, alejado de los tribunales y de los deudos que claman justicia, la muerte, la muerte por causa naturales, será para él, y para sus allegados, un gran triunfo.

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