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P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 21 de octubre de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

La tercera es la vencida

El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) hizo alianza con el PAN en las elecciones federales de 2000. Luego con el PRI en 97 distritos electorales para los comicios también federales de 2003. Finalmente, tiene la encomienda de ambos partidos de buscar formas de atacar al PRD. Y con una maravillosa ingenuidad convirtió una carta de una diputada perredista, sugiriendo un spa a sus colegas, en tema de investigación por "tráfico de influencias". Misión cumplida, podrán decir con orgullo los diputados ecologistas. (No oculto mi sorpresa de que una diputada, que ya lo fue antes, haya tenido la ingenuidad, también, de hacer cosas buenas -dice- que parecen malas en momentos en que la prudencia debería ser la norma.)

Con políticos de tan baja altura, junto a verdaderos lobos de mar en los otros dos partidos de vieja trayectoria, no es difícil que el joven PRD continúe siendo blanco de ataques y de golpes bajos para abrir más las heridas que sus mismos miembros le han provocado por lo menos desde marzo de 1999, más otras de origen externo.

Pero los golpeadores están equivocados. La elección de 2006 no la están decidiendo exactamente los partidos (ni el más golpeado ni los golpeadores) ni tampoco los precandidatos como tales, sino el modelo económico impuesto por los tecnócratas priístas y panistas en una línea de muy obvia continuidad. Para todo mundo, salvo para quienes son cortos de vista y no usan lentes, es claro que el modelo seguido hasta ahora -desde los años 80 del siglo pasado- es el mismo, y que este modelo ha enriquecido a unos cuantos y ha empobrecido a los demás, a la mayoría del pueblo mexicano, para no hablar de la pérdida de soberanía. De aquí la popularidad de López Obrador, no de su partido: el gobernante de la ciudad de México, pese a sus errores no siempre admitidos, es quien ha planteado, con la credibilidad de sus acciones, la necesidad de cambiar el rumbo del país, disminuir las desigualdades, atender las necesidades de empleo, salarios, educación, salud y mejor calidad de vida de las mayorías, y además ha sido convertido en víctima por sus enemigos. Estas mayorías no quieren más de lo mismo, no lo querían antes (en 2000) y por eso votaron por el cambio que finalmente no fue. Estas mayorías ven en la víctima a alguien como ellas, también víctimas.

Los políticos prianistas, incluso los más colmilludos, han caído en la trampa y han llegado a creer que atacando la figura de López Obrador podrán ganar el voto ciudadano en suficiente cantidad como para alcanzar la Presidencia. Olvidan el fenómeno de 1988. ƑCreerán de veras que fue el carisma y la simpatía desbordante de un candidato, y no la perspectiva de un modelo económico diferente, lo que hizo perder a Salinas la elección para la Presidencia de la República? ƑNo se han puesto a pensar que la situación económica, la más sensible para la población pobre, fue la que motivó el voto de castigo al PRI en aquel año y también en 2000 (en este caso por engaño de un populista de derecha que dejó de serlo)?

La tercera es la vencida. En 1988 se le escamoteó el triunfo al candidato por el que votó la mayoría del pueblo. En 2000 se les escamoteó a los ciudadanos el cambio esperado y el desengaño se ha convertido en resentimiento, y éste aumentará todavía más si es demostrado sin lugar a dudas (para la opinión pública) que el complot contra López Obrador ha sido orquestado por Salinas de Gortari (y sus socios panistas y priístas). Salinas logró engañar un tiempo al pueblo mexicano, Fox también lo hizo durante su larga precampaña/campaña (pero no en su gobierno); Ƒse aceptará un nuevo intento de engaño? El reaccionario Partido Popular de España perdió por un engaño; una mentira ante una catástrofe fue suficiente para que el pueblo le diera la espalda. Esta experiencia debería ser una lección.

El voto de castigo (emparentado con el voto útil) no es un invento de politólogos de escritorio: es una realidad a la que ha conducido la imperfecta teoría de la representación política que obliga a un pueblo a cambiar de gobernantes cada seis años (y no antes, como quizá quisiera), mientras no exista el principio de revocación del mandato. Y si el voto de castigo se ve acompañado de un apoyo a un programa de gobierno, aunque sea general, mayor fuerza tendrá. El Partido Colorado de Uruguay, con más de 100 años en el gobierno, perderá en las próximas elecciones de este mes. Será no sólo un voto de castigo, sino de apoyo a la pluralidad de fuerzas de izquierda aliadas, es decir, a una propuesta distinta a la del gobierno actual. Otra lección que deberá tomarse en cuenta.

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