.. | México D.F. Domingo 31 de octubre de 2004
Culmina el sexto Congreso sobre Patrimonio Gastronómico
y Turismo Cultural
El mole, fórmula inspirada por un santo que
ayudó a terminar de construir un convento
La leyenda, narrada en el libro Virreyes y virreinas
golosas de la Nueva España, presentado el viernes en Puebla
Llama especialista a educar el paladar de los niños ''desde la
semilla''
ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO
Puebla, Pue., 30 de octubre. Este sábado
concluyó el sexto Congreso sobre Patrimonio Gastronómico
y Turismo Cultural, que durante cuatro días tuvo como campo temático
al mole, que fue elevado al rango de rey de los platillos mexicanos, símbolo
de identidad, crisol de culturas, síntesis del barroco, delicia.
Un grito cundió: ¡viva el mole de guajolote! Se le resaltó
como alquimia y mezcolanza.
Se
ubicó, por ejemplo, la importancia del chocolate en el platillo
popular y fiestero, hacia el siglo XVII. De acuerdo con Germán List
Arzubide, la leyenda del nacimiento del mole considera a éste un
alimento casi divino. Entre mitos y leyendas, José Luis Curiel,
quien presentó el viernes su libro Virreyes y virreinas golosos
de la Nueva España, derrumbó una leyenda: el convento
de Santa Rosa, en Puebla, estaba sin concluirse por adversas circunstancias,
por lo que es imposible que el origen que se le atribuye sea verdad.
El sueño metafísico de la monja María
del Perpetuo Socorro, encargada de la cocina, a quien se le encomendó
que inventara un platillo para el obispo Manuel Fernández de Santa
Cruz, quien las ayudó a terminar de construir su convento, es un
viaje de imaginación y fe.
Soñó que San Juan Bailón se le apareció
y le dijo: "Te daré una receta que le dará fama al convento
y a Puebla, y que complacerá al señor obispo. No te extrañes
de los ingredientes que vas a incluir en él, tan distantes uno del
otro, que hasta pensarás que no se pueden mezclar". Difícilmente
puede hallarse mejor mercadotecnia.
Así se mezclaron los chiles ancho, mulato y pasilla,
ajos, cebolla, pasas, almendras, plátano macho, anís, clavo,
semilla de cilantro, pimienta de castilla y chocolate. María ejecutó
la receta que firmaría, si los tiempos lo hubieran permitido, el
mismo Descartes. María ejecutó la receta celestial y le puso
una gota de experiencia: la carne de guajolote, llamado entre los prehispánicos
gallo de papada. La cima de la fusión se coronó con ajonjolí.
Al probarlo, dice la leyenda, el obispo exclamó: "¡Pero si
esto sabe a gloria!".
Moles de todos sabores y colores
El cierre del congreso estuvo de agasajo con la muestra
temática Diversidad de los moles, con la exhibición
y degustación de moles de Tlaxcala, DF y Puebla. Algunos se relamían
los dedos, sin importar etiquetas falsas, pues en estos congresos la pena
se deja en casa. En el balcón del Centro de Convenciones, eje de
las actividades, se efectuó un taller infantil del gusto, a fin
de que los pequeños guarden en su memoria gustativa, en las papilas,
el sabor del mole. Muy sencillo, para que no todo sea la cajita feliz.
Lula Bertrán, especialista y fomentador de ese
tipo de talleres, expuso que se debe educar al niño desde "la semilla",
es decir, se le debe dar a probar la mayor cantidad de sabores posible.
"El niño no sabe la procedencia de lo que está comiendo.
En Italia se realizan degustaciones nacionales. Cuidan su gusto. ¿Por
qué no se hace algo similar en México? De verdad, los niños
aprenden a saborear y después será difícil que rechacen
sus raíces, pero hay que darles lo que visualmente les agrade. Sentarse
a comer le debe representar al pequeño un acto feliz. Debe ser,
en cada caso, una experiencia gustativa. Se le debe dar el elemento de
la sorpresa, la aventura y el reto, para que le atraiga".
El doctor Ernesto de la Torre Villar, historiador de alto
nivel que habló sobre la gula, dijo que donde hay aglomeraciones
hay comida. Su voz fue de profeta, pues minutos después decenas
de los asistentes a su ponencia daban fin a una variedad de platillos dispuestos
para la ocasión.
El acabose fue la ceremonia de clausura, donde se sirvió
mole de todos sabores y colores, como el amarillo y el negro, de Oaxaca;
el poblano, orgullo de la patria chica de esta ciudad de artesanos y elaboradores
de cemitas crujientes y rellenas de ingredientes que rebosan el pan.
La maestra Gloria López Morales, impulsora de este
congreso y coordinadora de Patrimonio Cultural y Desarrollo Turístico
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, confió que el
año que entra, en el séptimo congreso, México -y ella,
por supuesto- festeje el logro de que la cocina mexicana ya tenga el título
otorgado por la UNESCO de patrimonio cultural de la humanidad. "El expediente
está en sus manos y vamos a hacer lo necesario para convencer al
jurado". La comida es una de las mejores formas de diplomacia.
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