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México D.F. Jueves 4 de noviembre de 2004

Octavio Rodríguez Araujo

Teotihuacan: mitos contra una tienda

Según mi diccionario, un mito es, entre otras acepciones, una idea que expresa los sentimientos de una colectividad y se convierte en estímulo de un movimiento. Me temo que lo que ocurre en Teotihuacan en relación con la tienda Wal-Mart es, en algunos sentidos, producto de varios mitos. Debo aclarar, para evitar interpretaciones equívocas, que no defiendo a Wal-Mart ni me interesa.

Un primer mito es, con todo respeto, Emma Ortega, "autodenominada guardiana de la zona" (La Jornada, 2/11/04). La señorita Ortega es fundadora del Frente Cívico en Defensa del Valle de Teotihua-can y desde hace alrededor de 45 años se cree predestinada para algo importante, quizá por haber nacido -dice- en un temazcal a 500 metros de la pirámide del Sol. Esta activista en contra de Wal-Mart (Bodega de Aurrerá) -construido en el polígono C de la zona arqueológica- es propietaria del restaurante de nombre Techinanco, a 15 metros del polígono A, es decir, mucho más cerca de las pirámides que la tienda en cuestión. Cuando fue interrogada sobre la contaminación visual de sus locales en la zona, contestó: "Si quieren ver nuestros negocios como contaminación, tal vez pueda ser así, pero el primero que empezó con los restaurantes y hoteles fue el INAH, entonces si ellos rompieron las leyes, el pueblo tiene derecho a hacer lo mismo" (Reforma, 31/10/04). Personalmente esta respuesta me parece cínica, algo así como "si el vecino tira basura en la calle, yo también". Los intereses comerciales de la zona son, con excepciones, pequeños por cuanto a inversiones y ganancias, pero no por cuanto a número de negocios. Son más de 250 pequeños negocios en la zona arqueológica, entre tiendas de artesanías, souvenirs y restaurantes, además de los cientos de vendedores ambulantes que incluso están al pie de las pirámides. En los alrededores hay muchos negocios ya no tan pequeños. A cinco minutos están el hotel Club Med y el restaurante Pirámides Carlos'n Charlie's, para no hablar del restaurante La Gruta, a tres minutos de la puerta 5, que junto con la 4 "decoran" con automóviles los flancos norte y sur de la pirámide del Sol, sin protesta alguna de los pobladores.

Dicho sea de paso, no debería haber razón alguna para oponerse a que en los alrededores del centro ceremonial haya viviendas, talleres y comercios, y menos si se localizan a más de un kilómetro y medio de las pirámides de la Luna y del Sol. Los había cuando la ciudad estaba en su apogeo. En esa ciudad, con decenas de miles de habitantes, había habitaciones, espacios de culto, talleres y comercio de todo tipo, sobre todo a un lado de La Ciudadela.

Vale decir que el polígono C es muy caprichoso. Al este se mete como una cuña entre el polígono A y el B, y al oeste es donde es más grande y más lejano de la zona arqueológica propiamente dicha. Y es aquí en donde está la Bodega de Aurrerá, rodeada del hotel Quinto Sol, una distribuidora de Ford, tres bancos, una tienda de pintura Comex, una Elektra y de muchos otros negocios. Hay, además, una autopista más cerca de La Ciudadela que de Wal-Mart.

Otro mito es el de las fuerzas cósmicas de Teotihuacan. Una cosa es reivindicar la herencia cultural y científica de nuestros pobladores originales antes de la ruptura impuesta por la conquista española y otra es idealizarla sin tomar en cuenta los significados políticos y sociales que suponían.

Nuestras pirámides en Mesoamérica tienen como base antigua el estudio de fenómenos naturales, tales como la relación entre la llamada trayectoria del sol con las lluvias y, por lo tanto, con la agricultura. Este es el caso de Teotihuacan, que no es único. La orientación de estas construcciones tiene que ver con los fenómenos que en su momento quisieron estudiarse. Vale recordar que la astronomía en Mesoamérica fue una ciencia de muchos siglos y que llegó a hallazgos notables para la época. Fue gracias a esta observación que se concluyó que el primer paso del sol por el cenit tenía que ver con las primeras lluvias, por lo cual los indios iniciaban la siembra en el ciclo de temporal. La economía, pues, tenía que ver con el conocimiento de los calendarios y de la astronomía, pero también con el dominio de unos sobre otros: el de los intérpretes de estos conocimientos sobre quienes no los tenían. Lo que se olvida con frecuencia es que en esos conocimientos no había nada de mágico como entonces y ahora se quiere hacer creer: eran observaciones hechas por varias generaciones de las elites y cálculos específicos con instrumentos de medición notables para la época. Lo mágico fue el uso de estos conocimientos y observaciones por los sacerdotes-gobernantes para dominar a los pueblos de su jurisdicción. Esos sacerdotes aparentaban actuar sobre la naturaleza, incluso determinarla, gracias al relativo conocimiento que tenían tanto de los ciclos naturales como de fenómenos recurrentes. Una vez más la religión usada como instrumento de dominio.

Un tercer mito, mucho más actual, es que los supermercados acaban con los pequeños comercios. En México existen supermercados antes de que fuéramos invadidos por las trasnacionales, es decir, desde los años 50. Y de entonces a la fecha el pequeño comercio sigue desarrollándose. La clientela de unos y otros es diferente, aunque los giros comerciales sean semejantes. Por añadidura, las artesanías, souvenirs y comida que venden los pequeños comercios de Teotihuacan no se venden en los negocios anteriormente mencionados.

Me da la impresión de que muchos de los que han protestado de buena fe no se han tomado la molestia de investigar sobre el tema, de ver mapas de la zona arqueológica y del municipio San Juan Teotihua-can, de ver fotografías aéreas y de conocer cómo en los últimos 20 años la población del municipio ha invadido más de mil hectáreas de las que tuvo antiguamente Teotihuacan.

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