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P O L I T I C A
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México D.F. Viernes 5 de noviembre de 2004

Asumo mi responsabilidad, sostiene el ex asambleísta

Espero que surja la verdad y demostrar mi inocencia

Los decidores mediáticos no son jueces ni fiscales, señala

Intervención de René Juvenal Bejarano Martínez en la sesión del jurado de procedencia del 4 de noviembre de 2004.

Respetables señoras y señores diputados:

Torturar el derecho no es sana costumbre para el ejercicio de la política. El Instituto Electoral del Distrito Federal resolvió, por unanimidad, que en la campaña del distrito 31 local no se utilizaron recursos de procedencia de Carlos Ahumada o se rebasaron los topes, y no se cometió delito electoral. Dicha resolución ha causado ya estado, y es una resolución de la autoridad competente.

bejarano_desafueroPor otro lado, la Procuraduría General de la República ha resuelto el no ejercicio de la acción penal por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita. Exprimir el derecho para forzar el tiempo y la circunstancia es una mala conseja, porque aludir a hechos sucedidos en 2004 para justificar acusaciones de 2003 es un acto de prestidigitación temporal que no puede ser sustentado en ninguna jurisprudencia.

Por otro lado, acusarme de promociones de conductas ilícitas, cuando un servidor fue precisamente el que señaló la existencia de contratos multianuales para que se suspendiera su ejecución, y si bien es cierto que su suspensión administrativa fue hasta septiembre y otros meses después, nunca se afectó un solo centavo del presupuesto. Su existencia fue virtual.

Yo invito, señoras y señores diputados, a hacer a un lado aquellas querellas basadas en los odios, en las imposturas, en las circunstancias que quieren volvernos rehenes de mecanismos de la telecracia. México está sustentado en una democracia y la ley no puede basarse en la tromba de agravios ni tampoco en las felonías de un payaso tenebroso ni en los vocingleros ni en el oportunismo fácil del insulto mediático. Los decidores mediáticos no son los jueces ni los fiscales, y mal haríamos en volverlos y tratarlos como tales, porque ahora soy yo, después cualquiera.

No puede ser la política un ejercicio en donde se es confeso y convicto a partir de los prejuicios de la máxima del homo videns, y donde lo que no se ve no se juzga, porque para la ley, lo que se ve sí se juzga.

Ya no voy a señalarles todos los peritajes. Sólo uno que es una confesión de parte y que releva a un servidor de la prueba, que es el video número seis, en dvd, que traía en su poder Carlos Ahumada y que está en la fe ministerial que obra en poder de la Procuraduría General de la República, en donde vienen las instrucciones de edición, de manipulación del video que sustenta las acusaciones y que fue presentado la noche del 3 de marzo en el noticiero de Loret de Mola.

No podemos ser fanáticos odiadores a partir del simulacro de banderas, pregonar tabúes, volver icono al lugar del crimen y andar por ahí sembrando indicios en la obstinada búsqueda de lo inhallable, porque cuando se prejuzga ya no hay que demostrar la culpabilidad, sino el inocente tiene que demostrar su inocencia. Aquí lo dijo el señor fiscal, que además es mi amigo.

Pero los granujas del poder y sus cómplices organizan el caos y son portadores de la amnesia, de la doble moral, porque se pretende castigar a los esperanzados de un proyecto político. Quieren despojarnos de sueños y de aspiraciones. Yo sólo quiero, a partir de la verdad y nada más que la verdad, recuperar la palabra, el honor y la ética, así sea la primaria, porque hay necesidad de garantizar la sinceridad en el ejercicio de la política y hacer a un lado la corrupción globalizada que quiere también globalizar el desaliento.

Hay que hacer a un lado a aquellos que infamemente, convenencieramente, quieren impedirme que me defienda de la hipocresía. La ominosa máscara de acumuladores de bienes y dadores de males quieren destruirnos a partir del reconocimiento público de la comisión de un acto indebido. Pero les tiembla el mentón de la soberbia cuando lanzan sus acusaciones flamígeras y me parece verles correr por la comisura de los labios un hilillo de sangre; la careta de un payaso convertido en juez, la trampa convertida en justificación y los inquisidores de lo ajeno no se preocupan por la comisión de lo propio.

Estamos en un momento paradigmático, porque lo que estamos presenciando y viviendo es la definición acerca del papel que tienen los jeques mediáticos y sus intereses en el futuro de la democracia. Cuándo y a dónde iremos a parar si las bocas no cesan de llenarse de calumnias, y si la sospecha, el recelo o el morbo hacen de la política un espectáculo; si la mercadotecnia y el rating pretenden sustituir el debate político y lo escrito en la ley.

No podemos permitir que los derechos humanos del respeto a la intimidad, al honor, a la familia, sean escombros. No soy un hombre de renuncias ni de renuencias. Asumo, y lo he hecho siempre, mi responsabilidad. No me escudo en el fuero, como otros. El fuero, como se sabe, es irrenunciable; perderlo tiene incluso una ventaja, porque abre la posibilidad de demostrar mi inocencia; porque mi asunto es ya cosa juzgada aunque no haya sido sometido a juicio; porque se impuso un veredicto mediático; porque se impulsó a la autoridad no a atenerse a los criterios de la ley, sino a satisfacer los reclamos de la opinión publicada que influye, a su vez, en la opinión pública. Y es que para que el derecho funcione, éste no puede estar al margen de la justicia.

Los problemas, me dijo un amigo ayer, ni son para siempre y, a veces, ni son para tanto. Tenemos, por eso, que verlo con integridad, porque todos tenemos el derecho a la felicidad, y la felicidad a veces no es hacer lo que uno quiere, como es mi caso, sino querer lo que uno hace. Y ahora yo quiero utilizar esta oportunidad que me da la vida para obtener las lecciones: una imagen no vale más que mil palabras, lo que se ve sí se juzga, la telecracia acostumbra mentir con imágenes.

Pudiera parecer una obviedad, pero todo ciudadano tiene derecho a un juicio justo; la cosa juzgada admite, incluso, la causa justa.

Y por otro lado, asumir con dignidad la responsabilidad de un acto indebido no es una confesión de un delito, porque más allá del delito está la moral, está la ética.

No cesaré, de manera sincera, de ofrecerle disculpas a la sociedad por el daño ocasionado, pero no se interprete como cinismo el derecho a la defensa propia, porque la presunción de inocencia supone ser considerado como tal hasta que la autoridad asuma la carga de la prueba y lo determine un juez que tenga criterio, que se ajuste a la serena ley, que no se deje llevar o presionar por la pasión política o por la consigna mediática.

¿Vamos a aplicar la justicia a gusto de las encuestas de opinión? ¿Será considerado culpable o inocente en función de cuál es su imagen pública? ¿Se va a juzgar a la gente por lo que parece o por lo que hace? ¿Se va a determinar una conducta delictiva en función de ilusiones, de imágenes manipuladas, o se va a garantizar que se sepa la verdad?

Y quiero señalar que ojalá el hecho de haber mostrado el día de ayer documentos con fe ministerial que comprueban la comisión de delitos no vaya a posibilitar que autoridades federales regresen a las prácticas del pasado, de aplicar la ley por consigna fabricando pruebas y culpables, utilizando a la institución para venganzas.

Yo confío en el fuero de la gente, en la sabiduría de la gente que sabe distinguir entre lo que es una maniobra política, lo que es un acto indebido y lo que es un acto delictivo. Y por eso, les agradezco sinceramente esta oportunidad.

Sé que por diversas razones votarán en conciencia. A quienes votan en conciencia, sobre todo pensando en que políticamente es lo mejor para el proyecto, les reconozco que asumo ese sacrificio, porque a mí el fuero no me ha impedido acudir a cuanta instancia me ha requerido y lo volveré a hacer, porque el valor civil es algo que tenemos que recuperar para garantizar una mejor convivencia.

Pero yo no puedo aceptar que se vote a favor, ni lo puedo pedir, porque sería como asumir la presunción de mi responsabilidad delictiva y el hecho de que haya cometido un error, como quizás muchos por aquí lo han hecho, pero eso no está en ningún video. Que haya reconocido esa conducta, no me lleva, y lo digo respetuosamente, a asumirlo, pero les digo, muchas gracias por abrir la posibilidad de que la verdad salga y de que pueda yo, ahora sí, estar ante un juez y poder demostrar mi inocencia. Muchas gracias.

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