México D.F. Jueves 11 de noviembre de 2004
Conocedores de la región preocupados
por la extinción de flora, fauna y el río
El deterioro ecológico en La Laguna se acelerará
al construir las presas
Critican estudio de Semarnat, la cual ignora los graves
efectos negativos que generaría
El destino de un río y la salud, economía
y vida de los pobladores lo decidirán unos cuantos
LUIS HERNANDEZ NAVARRO/II ENVIADO
Torreon,
Coah. A 220 metros sobre el ras de la ciudad de Torreón se levanta
el Cristo del Cerro de las Noas, monumento arquitectónico que pesa
580 toneladas y mide 21.80 metros, diseñado por el escultor Vladimir
Alvarado. El cerro debe su nombre a un hermoso agave del desierto: la noa
o regina victoria. Una planta que ha desaparecido del monte y que alguna
vez creció abundantemente. El Cerro de las Noas se quedó
sin noas.
"Se acabó no sólo en el cerro, sino en la
sierra de las Noas", dice el ingeniero agrónomo Ignacio Orona, director
de la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de
Jimulco, nieto de uno de los más destacados agraristas de La Laguna.
"Se acabó por falta de agua después de la construcción
de la presa Zarco."
Pero este agave no sólo ha desaparecido de la zona
conurbana de Torreón: está en peligro de extinción.
"Lo mismo puede suceder con al menos siete especies endémicas de
peces no clasificados, como la carpa del Nazas y el cachorrito del Aguanaval,
así como con algunas cactáceas, si se construye la presa
de Cañón de la Cabeza", afirma el campesino ecologista. Los
peces de un río endorreico son especies únicas, frágiles,
dependientes del ecosistema en el que viven.
Las noas, cuyas poblaciones se reducen a pequeñas
y cada vez más escasas zonas de Coahuila y Durango, tienen uno de
sus últimos reductos en el territorio colindante de la presa Cañón
de Cabeza. De construirse, su extinción será casi inevitable
al alterar la humedad y el hábitat del entorno. Asimismo provocará
la desaparición de ahuehetes centenarios que viven a las orillas
del río gracias a los manantiales que afloran en el mismo cauce.
Esta flora y fauna habitan en la parte rural de Torreón:
el Cañón de Jimulco. Un territorio olvidado y pobre, que
ocupa cerca de 50 por ciento del área del municipio, pero tiene
tan sólo 5 mil habitantes; donde no hay servicios de limpieza ni
drenaje ni suficiente agua potable; donde acequias y canales de riego se
encuentran azolvados o destruidos. Una cantera de mano de obra para las
maquiladoras.
En julio de 2003 el municipio de Torreón declaró
la zona de la Sierra y el Cañón de Jimulco reserva ecológica
municipal (REM). "Cuando entramos en funciones -dice el director de ecología
del ayuntamiento, Rodolfo Walss- nosencontramos con que había un
proyecto de un grupo de ecologistas con habitantes de Jimulco que pugnaban
por que esa región se convirtiera en reserva ecológica. Estaban
haciendo las gestiones con el gobierno del estado. Pero no avanzaban. Así
que el municipio lo aprobó por unanimidad. Es la REM más
grande del país: 60 mil hectáreas. Tiene su decreto, su plan
de manejo y sus estudios técnicos. Los ejidatarios se organizaron
en una asociación civil y un consejo asesor con especialistas en
diversas especialidades."
El
Cañón de Jimulco es testimonio vivo de la belleza de la supervivencia.
Gobernadoras, mezquites, huizaches, oréganos (de la mejor calidad),
lechugillas, alicoches, yucas, árnicas y damianas conviven con sabinos,
sauces y álamos, así como con pinos y encinos. En la reserva
coexisten tres ecosistemas distintos: ripario, semidesértico y bosques,
cada uno asiento de diversidad de vida peculiar y única.
Una variedad y una riqueza vegetal, que a fuerza de necesidad
de los ejidatarios y de los billetes de los fraccionadores, fue parcialmente
trasladada para adornar los campos del exclusivo Club de Golf Montebello
en Torreón. El área fue saqueada para servir como ornamento
al esparcimiento de unos cuantos.
Según el estudio de impacto ambiental de la construcción
de la presa del Cañón de la Cabeza, encargado por la Secretaría
del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la obra no impacta
directamente la composición, estructura y dinámica de la
flora y la fauna de la reserva.
Ni Ignacio Orona ni su hermano Arturo, representante de
la asociación civil en la que se agrupan los pobladores de la zona,
los dos nacidos y crecidos en esas tierras, creen lo mismo. "No conocen
el río", aseguran. "Si bloquean el agua arriba es cuestión
de tiempo para que esto se muera", dicen señalando un enorme ahuehuete
con sus raíces anudadas a flor de tierra. Y a continuación,
como si quisieran mostrar que conocen palmo a palmo la geografía
y vegetación de aquellas tierras, quitan la maleza que cubre y protege
de los depredadores urbanos una pequeña noa que crece a pie de carretera,
e insisten: "se la van a acabar".
El verdadero interés
Rodolfo Walss desconfía profundamente del estudio
elaborado para Semarnat. "Es lamentable que una empresa que cobra más
de medio millón de pesos muestre tan profundo desconocimiento",
afirma. Y enumera sus muchas fallas: ignora la legislación ambiental,
menosprecia el proyecto de la reserva ecológica, plantea falsamente
que traerá oportunidades de desarrollo para los habitantes del lugar,
no hay visión de cuenca en la administración del río
Aguanaval, limita el estudio biótico arbitraria e injustificadamente,
los investigadores desconocen la zona y mostraron su inexperiencia sobre
la organización y facultades de los municipios, aseguran incorrectamente
que el cauce del río está seco todo el año.
"No han hecho un estudio integral de cuenca", asevera
la ecologista Magdalena Briones. Evaluaron sólo los impactos de
la obra de manera seccionada. Y los ríos en zonas desérticas
no pueden manejarse así. El río, como todos los del desierto,
no siempre trae caudales grandes. Lo que hagas en la parte alta te afecta
en la baja".
Fernando Royo los secunda: "Nos quedan muchas dudas sobre
las personas que hicieron el estudio de impacto ambiental. Sobre el conocimiento
que tienen de la región. Dicen que el río está seco
todo el año, a excepción de las épocas de venida,
lo cual es parcialmente cierto. El río está seco en una parte
del tramo, pero donde quieren poner la presa hay afloramientos de manantiales.
Aquí brota agua todo el año".
José Reyes Blanco, líder de la Confederación
Regional Obrera Mexicana (CROM), alerta: "El Cañón de Jimulco
tiene que ser protegido". Y, sin ambages, agrega: "Construir la presa responde
a otro tipo de intereses: intereses económicos. Sería desastroso
para esta región hacerlo. El agua se nos está acabando. Nos
estamos acabando la naturaleza por intereses de poquitos, que al final
de cuentas son los beneficiados".
La burbuja
Es difícil reconocer en La Laguna de hoy el origen
de su nombre. Llena de polvo, con un sol que cae a plomo, rodeada de cerros
pedregosos, sus enclaves urbanos están muy lejos de hacer justicia
a su denominación. Hace falta mucha imaginación para creer
que allí existieron alguna vez los emporios hidráulicos que
inspiraron su nombre.
Pero, en el imaginario de sus pobladores, esa riqueza
hídrica efectivamente existió. Arturo Gallegos se refiere
una y otra vez a ese pasado en sus intervenciones y en los oficios que
dirige a las autoridades federales. "Esto se llama la Comarca Lagunera
-dice- porque había lagunas. Históricamente ésas son
nuestras raíces." Y, en lo que bien podría ser una versión
regional de la Génesis local, cuenta: "Allá y entonces, antes
de la construcción de las presas del Palmito y Las Tórtolas,
del recubrimiento de canales, de la presa de Cazaderos y de otras, libres
derramaban los ríos sus aguas, en ciclos naturales, que permitían
tener agricultura, llegando los excedentes hasta San Pedro de las Colonias
y los manantiales de Viescas. El agua estaba a flor de tierra y teníamos
una región casi lacustre en sus confines".
Ocho acuíferos subterráneos que corren por
debajo de siete municipios dan de beber a la comarca y a su ganadería
y agricultura. Sobresale el denominado Principal o "acuífero granular".
Su recarga proviene, básicamente, del depósito de los escurrimientos
y filtraciones del Nazas y el Aguanaval. Allí se concentra la mayor
cantidad de pozos y de la actividad agrícola regional. También,
en un área de esa misma fuente conocida como la "burbuja", se extrae
el agua potable para consumo de los pobladores.
La intensa actividad ganadera y la producción de
forrajes han disminuido drásticamente el nivel de los mantos freáticos.
Según el investigador Luis Brunett, de 1941 a 1992 se redujeron
entre 10 y 150 metros. En parte del municipio de Matamoros las perforaciones
para sacar el líquido pueden alcanzar los 180 metros. El agua se
tiene que extraer hoy a mucho mayor profundidad que hace unos años.
Los niveles de sobrexplotación son bárbaros.
De acuerdo con un estudio del Grupo Industrial La Laguna, aunque en 1997
se autorizó la extracción de 600 millones de metros cúbicos,
en realidad se sacaron más de 973 millones. Existe, pues, un profundo
desequilibrio entre los volúmenes de extracción y la recarga
del acuífero.
Hay, empero, quien pone en duda esos niveles de abatimiento.
El líder ganadero Pedro Vázquez asegura que "el dictamen
sobre los recursos acuíferos que hizo la Conagua en La Laguna es
falso totalmente. Habla de una recarga de 540 millones de metros y una
extracción de mil 100 millones de metros cúbicos. Yo llevo
años sin meter un metro de tubo en los pozos. Si fuera cierto ese
desequilibrio del que hablan ya nos hubiéramos secado. La verdad
es que no sabemos lo que estamos recargando".
Diversos estudios muestran, sin embargo, que el bombeo
de agua desde cada vez mayor profundidad provoca que el líquido
sea de menor calidad, debido a la alta composición de sales que
contiene. Arsénico, sulfatos, sodio y calcio pueden provocar graves
problemas a la salud humana.
Y en la región existe el temor de que las presas
abatan aún más el nivel de los mantos freáticos.
Rodolfo Walss dibuja en un cuaderno un mapa de la región
lagunera y las cuencas hidráulicas. "El tema que más nos
preocupa -narra mientras señala con la pluma los lugares a los que
se refiere- es el de la recarga del acuífero de la región
en que vivimos. En medio del desierto hay un acuífero muy importante,
que es el que da vida a esta región. Torreón, de manera natural,
se alimentaba de dos ríos: el Nazas y el Aguanaval, que desembocaban
en la zona de las lagunas. Cuando los ríos corrían de manera
natural dejaban recarga de los acuíferos. El Aguanaval es la última
fuente de recarga al acuífero que tenemos. Si nos quitan este río
nos quedamos sin recarga natural."
Una de las justificaciones en favor de la construcción
de la presa del Cañón de la Cabeza es la recarga de acuíferos.
Sin embargo, en el estudio de impacto ambiental presentado a la Semarnat
no hay información técnica que avale esta aseveración.
Reconoce, en cambio, que provocará afectaciones al municipio de
Torreón y agravará "el abatimiento del nivel freático".
Según Margarita Briones, la Comisión Nacional
de Agua "no ha dicho qué acuíferos y en qué volúmenes
se van a recargar. No dicen si va a ser en la parte alta o en la baja."
Y, de acuerdo con Fernando Royo, "el acuífero de la zona donde se
pretende ubicar la presa es distinto al que abastece de agua a más
de un millón de personas en la zona conurbada. Es hasta el tramo
final del Aguanaval que las aguas que circulan podrían infiltrarse
al acuífero principal". Según Walss, no hay duda: la obra
es una presa de riego disfrazada de reguladora, cuyo objetivo principal
es utilizar el agua para agricultura.
El desierto en el desierto
El rechazo a la construcción de las presas ha provocado
una curiosa convergencia de sectores sociales y ciudadanos de diversas
filiaciones políticas. Las presiones oficiales para aceptar el proyecto
están a la orden del día.
La salud está bajo amenaza. El consumo de arsénico
del agua provoca alteraciones en la piel y callosidades en las palmas y
las plantas, fuera de los sitios normales de presión. Estas deformaciones
devienen en cáncer. Provocan, además, mayor incidencia de
cáncer de hígado, de vesícula, y oclusión de
las arterias, sobre todo de los pies, que hacen necesaria la amputación
de las extremidades. Por diversas razones La Laguna es una de las primeras
regiones del país en el padecimiento de esta enfermedad.
Tiene razón el padre del niño del ejido
Paraíso: si el agua contaminada se bebe, provocará la muerte.
La construcción de las presas aumentará la posibilidad de
que esa polución se produzca donde hoy no está presente.
"Comienzan a haber protestas", dice Juan Monreal. "Definitivamente
el sector obrero no está de acuerdo", afirma el dirigente de la
CROM. "No nos oponemos a las obras en el río Aguanaval -escribe
la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex)
en su Manifiesto de sustentabilidad-, lo que no aceptamos es el
manejo discrecional, autoritario y oscuro que se está dando a nuestro
patrimonio hidraúlico."
Si, a pesar de los argumentos y la movilización,
las presas terminan construyéndose en La Laguna, la Coparmex pidió
al presidente Vicente Fox que la bautizara con el nombre de "Licenciado
Cristóbal Jaimes Jáquez", para, dicen, "no olvidar el nombre
de quien violó la transparencia y para que asuma la responsabilidad
histórica de sus acciones".
La vida de un río de millones de años la
decidirán unos cuantos, en unos pocos meses. Cuando falta, el agua
es más cara que el petróleo, y son muchos los que están
seguros que escaseará. El destino de millones, su salud, su economía,
su vida, en una región que supo vencer al desierto, dependerán
de esta decisión.
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