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México D.F. Viernes 12 de noviembre de 2004

Antes beneficiarios, hoy los campesinos son las principales víctimas de la disputa

La Laguna: la nueva guerra por el agua

El cambio de recursos hídricos del sector social al privado, por la producción lechera intensiva

LUIS HERNANDEZ NAVARRO/III ENVIADO

Torreón, Coahuila. En plena escalada de confrontación social en La Laguna estalló, en 1936, una huelga general: 20 mil trabajadores agrícolas pararon labores. Las tropas federales protegieron a los esquiroles. La sangre de los huelguistas corrió por los campos algodoneros.

vacas-comarca-2A bordo del tren presidencial, el Verde Olivo, Lázaro Cárdenas se trasladó a la región con ánimo de resolver el problema. Después de escuchar a los jornaleros, el mandatario decidió resolver el conflicto sindical mediante la dotación ejidal y la explotación colectiva. El michoacano escribió en su diario: "el problema ejidal en La Laguna es el más serio que resuelve hoy el régimen de la Revolución. La fuerte organización de los capitalistas propietarios y su oposición constante a que sus propiedades se reduzcan al límite señalado por el Código Agrario ha venido provocando agitaciones".

En 45 días el jefe del Ejecutivo y sus colaboradores organizaron 226 ejidos para 34 mil 743 campesinos, en una superficie de 218 mil hectáreas de riego y pasto. Otorgó, también, un generoso programa de apoyos. Los antiguos dueños conservaron tierras de la mejor calidad.

Ignacio y Arturo Orona son los herederos de esos pioneros luchadores sociales de 1936. Forman parte de la tercera generación de los agraristas originales. Esos campesinos, según ellos, ya se acabaron. "Ya no es el ejidatario quien produce", aseguran. Sus hijos han tenido que emigrar o están trabajando en las maquiladoras.

Efectivamente, las tierras ejidales de la región están en su mayoría yermas, mientras que las privadas, o las que los ganaderos han rentando, verdes. Según la Confederación Nacional Campesina (CNC), 70 por ciento de los habitantes de los ejidos del municipio de Lerdo ya se fueron.

De acuerdo con las investigadoras Estela Martínez y Susana Suárez, 71 por ciento de tierras ejidales son regadas con agua superficial y únicamente el 29 por ciento restante con agua subterránea, mientras 74 por ciento de las tierras de propiedad privada se riegan con líquido de los acuíferos y el resto con agua superficial.

La mayoría de los productores sociales cultivan algodón, mientras los privados siembran forrajes y producen leche. En 1997 se cultivaban más de 34 mil hectáreas de alfalfa. Más rápido que despacio, los campesinos han ido perdiendo el control de los recursos hidráulicos.

El periodista Juan Monreal explica así el fenómeno: "comenzaron a arrendar tierras y ahora rentan los derechos de agua. Entre 70 y 80 por ciento de las aguas rodadas son privadas, han dejado de ser del sector social. Se rentan los derechos. Lo mismo sucede con las norias".

El ganadero Pedro Vázquez coincide en el diagnóstico: "la tierra está casi toda comprada y rentada. La ley lo permite. La superficie ejidal está entre 70 y 80 por ciento comprada o rentada. Una hectárea con derecho a agua de río se renta entre 2 mil 500 y 3 mil pesos para una cosecha. El ejidatario se queda con el Procampo".

"Mi padre era ejidatario -cuenta el doctor Javier García Salcedo. Tenía derecho a cultivar cuatro hectáreas. Ahora sigue teniendo derecho, pero no tiene agua."

Los reportes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) señalan que en 1998 se extrajeron en la región alrededor de mil 200 millones de metros cúbicos al año, mediante casi 3 mil pozos. El año pasado el comité directivo de la presa Lázaro Cárdenas autorizó el uso de 800 millones de metros cúbicos. Ese volumen de líquido es motivo de fuerte disputa. Y el pleito es grande y se encuentra atravesado por las continuas denuncias de corrupción contra las autoridades responsables.

Uno de los puntos centrales en disputa es el de la titularidad de los derechos de agua.

A partir del reparto agrario de 1936, poco más de 33 mil personas son derechohabientes del líquido de las presas. Pero de acuerdo con Vázquez, esos 33 mil usuarios "murieron, algunos heredaron los derechos o se fueron a Estados Unidos, porque la agricultura no era rentable. Fueron vendiendo y rentando a raíz de la reforma al 27 constitucional, pero los derechos siguen estando en manos de los nombres viejos. Hay más derechos de agua que líquido. Los ejidatarios rentaron derechos del agua, pero siguen teniendo sus boletas y piden el mismo líquido. Ellos conservan el recibo. La autoridad está dando dobles derechos. No hay un padrón de usuarios actualizado".

Los productores privados insisten en que se regularice la titularidad de esos derechos, que hoy, por la vía de los hechos, han pasado a sus manos. Quieren que se reconozca legalmente lo que controlan de facto y, por supuesto, que se cancelen los derechos originales de los ejidatarios.

Lo mismo sucede con los pozos. Cuatro de cada cinco se destinan a uso agrícola, y son un gran negocio. Según Monreal, se "han otorgado muchas licencias para perforar nuevos pozos. El gobernador Enrique Martínez, por ejemplo, ha adquirido desde 2000, él solo, 15 permisos de explotación. Es tal el abuso, que el mandatario estatal tiene una licencia de derecho de agua en Saltillo y lo explota en Ocampo, que además es zona protegida".

El diputado Fernando Ulises Adame, fundador de Laguneros por el Agua y uno de los principales promotores de la construcción de las presas para defender el municipio del que proviene, concuerda con el periodista. "A la gente de Nazareno, que tiene más de 10 mil habitantes, le va mal -asegura-, y para acabarla de amolar le acaban de perforar, para regar 500 hectáreas, cuatro pozos en la orilla de las calizas que le van a secar sus acuíferos. Se está utilizando agua de las calizas y éstas son la reserva de la humanidad." Quienes lo hacen, añade, "son gente con mucha capacidad económica que no acepta regular los volúmenes de agua porque tiene establos grandes, parcelas grandes, compromisos. Ahora se defienden contra los medidores que la ley impone. Queremos regularizar los 2 mil 800 pozos que están provocando el abatimiento de los acuíferos, pero no se dejan. No es fácil, porque son intereses muy grandes."

En opinión de Pedro Vázquez, parte de la problemática proviene de la decisión de los ex gobernadores Maximiliano Silerio y Rogelio Montemayor de rehabilitar 500 norias del sector social que estaban casi abandonadas. "Nosotros les dijimos -afirma el ganadero-: denles el dinero como si hubieran cosechado, pero no les den los pozos porque los van a vender. Hoy día esos 700 pozos ya están comercializados. Eran pozos que en muchos ejidos los usaban como fuente de abastecimiento. Eran para que las mujeres se bañaran el sábado o para beber. Ahora están trabajando al 100 por ciento. Los han vendido o rentado. El daño está hecho."

Pero, de acuerdo con el vocero de los productores agropecuarios de la región, la situación es aún más grave. "Hicimos -explica- una denuncia en noviembre de 2003 de 550 pozos piratas, sin título, en la región. La Comisión Federal de Electricidad contestó que eran 300 y pico lo que estaban dando de energía subsidiada, sin título de concesión. El gerente de la Conagua regional nos contestó en una simple carta que habían revisado el asunto y que no habían encontrado más de tres pozos irregulares. Que todo lo demás estaba normal."

Entre una cosa u otra, dos hechos son claves. Uno: entre las primeras víctimas de la guerra del agua en La Laguna se encuentran los campesinos. Dos: el motor que alimenta esta transferencia de recursos hídricos del sector social al privado es la producción lechera intensiva.

Pastizales del desierto

Uno de cada dos vasos de leche que se beben en México son de Lala. A pesar de que en el país se consumen sólo 270 mililitros diarios por persona, el coloso agroindustrial lagunero tuvo ingresos durante 2003 por 2 mil millones de dólares. Las marcas Boreal, Nutrileche, Mileche y ahora Parmalat están bajo su control. Junto con Alpura controla 80 por ciento del mercado nacional.

Tanta es la influencia que tiene el grupo Lala en el gobierno federal, que el antiguo director general, Cristóbal Jaime Jáquez, fue nombrado director de la Conagua al comienzo de la administración de Vicente Fox. Es como si en un partido de futbol el árbitro hubiera salido de las filas de uno de los equipos que disputan el juego. La Conagua desempeña el papel clave en el manejo administrativo del líquido en toda la Comarca Lagunera.

El diputado Adame sostiene que los grandes empresarios lecheros, los dueños de Lala, gente como los Aguinaga, quienes controlan quién agarra el agua, manejan entre 80 y 85 por ciento del líquido en la región. Y a contracorriente del vínculo evidente que liga al director de la Conagua con el consorcio agroindustrial, sostiene: "esa gente tenía antes mucha fuerza para acercarse y gritar al Presidente, pero ahora no ha sido así. Nosotros, los laguneros -dice-, sí sabemos quién agarra el agua".

Parte de este éxito empresarial tiene que ver con la reconversión productiva hacia la ganadería lechera, ocurrida desde la década de los 50 en La Laguna. Surgió así un modelo muy especializado y de tecnología de punta, basado en ganado de alto registro y calidad genética, que se desarrolla en explotaciones estabuladas.

Este tipo de ganadería, señala el estudio Ventajas comparativas en la producción de leche en México, elaborado por Pius Odermatt y María de J. Santiago Cruz, "es, desde la perspectiva macroeconómica, rentable".

Se trata de un modelo de producción que requiere el uso abundante de agua, que no considera incorporar el cuidado de los recursos naturales y que obtiene el líquido a precio de ganga.

En noviembre de 2002, Fernando Ulises Adame, académico metido a la política, secretario de Desarrollo Rural de Durango, aseguró que se necesitan casi mil litros de agua para producir un litro de leche. Los ganaderos de la región respondieron inmediatamente rechazando esa afirmación.

Otros, sin embargo, piensan diferente. "A las vacas aquí se les da de comer caviar", dijo un destacado agrónomo holandés a Juan Monreal, luego de observar que la alimentación de los animales estaba basada en alfalfa, uno de los productos que requiere más agua para su cultivo. Y grandes cantidades de líquido son necesarias para la limpieza de los equipos de ordeña, el aseo de banquetas, el uso de sistemas de ventilación y el consumo de los animales.

Para abastecer un hato ganadero, que de acuerdo con Pedro Vázquez es de 320 mil vacas en ordeña y más de 600 mil animales, con una producción aproximada de cinco y medio millones de litros de leche diarios, las tierras y el agua de La Laguna se han destinado mayoritariamente a la producción de forrajes. Son muchos los estudios que han documentado la relación entre esa actividad y el abatimiento de los mantos freáticos.

La fiebre de ganaderos e industriales por sacar agua del desierto y convertirlo en campos de alfalfa llevó a perforar en Valle Hundido numerosos pozos de ocho y 10 pulgadas de diámetro, y a arrasar la vegetación para nivelar el suelo. La explotación de los mantos freáticos allí pone en peligro el área protegida de Cuatrociénegas y afecta la producción campesina.

La ecologista Magdalena Briones lamenta lo que considera una insensatez: "convertir el desierto en un pastizal es una locura. Aquí no hay pastizales naturales. No tenemos medida en la producción de leche y derivados".

Para mantener a flote esa locura se necesita agua, mucha agua. "Si ves los padrones de la Conagua -señala Monreal- te vas a encontrar que los lecheros de Lala han comprado casi todos los pozos que pertenecieron a los ejidos. Tienen establos de 10 mil cabezas que mantener."

Pero Pedro Vázquez pone en duda que la producción de alfalfa para ganado sea un problema para la región: "si el abastecimiento de la actividad lechera tuviera que depender de La Laguna -explica-, se tendrían que sembrar arriba de 100 mil hectáreas de forrajes. Y eso no sucede. El 70 por ciento del alimento viene de afuera. De Chihuahua, donde se siembran entre 35 y 40 mil hectáreas de alfalfa, y de Zacatecas. Todo el grano viene de Estados Unidos".

Sin embargo, el agua que sobra a las vacas falta en municipios y comunidades de la comarca. El doctor García Salcedo asegura que "La Laguna se está acabando porque no tenemos agua. Punto. Hay poblaciones a las que no les llega el líquido que deberían tener para tomar, y beben agua aunque sepan que es de mala calidad".

Briones concuerda con él: "todavía hay ejidos con norias y derechos de agua -destaca-, sin embargo, es de mala calidad. Les tienen que mandar para beber".

Mas las dificultades del agro no terminan ahí. "Durante el último año del gobierno del anterior mandatario estatal, Rogelio Montemayor -comenta Juan Monreal-, se dieron al campo de Coahuila mil 350 millones de pesos. Ahora se canalizaron apenas 600 millones de pesos. Por supuesto que no fueron para los productores sociales, sino que se concentró en los hatos ganaderos de primer mundo de la región."

La correlación de fuerzas sociales que el general Lázaro Cárdenas trató de establecer en favor de jornaleros y campesinos con la reforma agraria de 1936 ya no existe más. "Los ejidos se están vaciando. Los niños lloran de hambre en la noche", señala el líder sindical de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). Los hijos de los campesinos han migrado o trabajan, cuando pueden, en alguna maquiladora. "Hay malestar con los ricos que se quieren quedar con el agua", afirma el doctor García Salcedo.

A todo el panorama anterior hay que sumar que el narcotráfico ha florecido.

Durante años se difundió en los medios de comunicación un promocional que decía: "si la leche es poca, al niño le toca", que hoy habría que cambiar, pues en el corazón de la producción láctea de México, en La Laguna, "si el agua es poca, a la vaca le toca".

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