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México D.F. Lunes 15 de noviembre de 2004

Abraham Nuncio

El innombrable factotum

Como individuo y jefe de una corriente política dentro y fuera del PRI, Ƒno es Carlos Salinas de Gortari el más interesado en evitar que el PRD llegue a conquistar la Presidencia de la República? Fue contra este partido que se empeñó, con todo lo que pudo, para reducirlo a la inexpresión y a la invisibilidad.

Ahora que la televisión nos ha impuesto la credenda de que sólo lo que vemos en pantalla es verdad, la capacidad de razonamiento y de memoria parece convertida en un artificio inútil.

"ƑUsted le cree a Bejarano?". La pregunta, con la respuesta implícita y reforzada por un sondeo de opinión fincado en la irrisión metodológica, fue lanzada al aire por uno de esos oráculos radiofónicos partidarios del pensamiento único ("en una misma sintonía"). Entre otras, la opinión autorizada de Brozo Trujillo serviría para redondear nuestra convicción: Pero, Ƒno es cierto que nosotros lo vimos?

De lo que se trata, según parece, es de creer o de no creer al margen de una indagatoria rigurosa y de pruebas sólidas. La inteligencia sustituida por la fe. Si a esas vamos, menos podríamos creer en la Procuraduría General de la República, con mayor responsabilidad que Bejarano en lo que a indagatorias y aportación de pruebas se refiere.

Con los videoescándalos y el consecuente encarcelamiento de Bejarano se ha acuñado la moneda con la cual se pretende pagarnos una de las promesas de Vicente Fox: la persecución y enjuiciamiento de los peces gordos.

Para muchos mexicanos, Carlos Salinas de Gortari entra en esa clasificación, aunque de antemano sepamos que por su propio poder, como Presidente de la República que fue, y por el apoyo que tuvo y tiene de los poderes reales en México, está fuera del alcance no digamos de la ley, ni siquiera de la llamada opinión pública.

ƑQué imagen hubiéramos tenido de Salinas de Gortari y de los grandes empresarios reunidos en la casa de Antonio Ortiz Mena al momento en que el activo ex presidente les pidió 25 millones de pesos por piocha para la campaña electoral del PRI de 1994? Nos hicimos un juicio, sí, pero no vimos a este ilustre grupo en tan grabable circunstancia. Tampoco pudimos ver cuando cada uno de los magnates hizo la entrega de su aportación. Como no hubo video, nadie recordó a Tartufo.

Salinas se reúne con varios prominentes personajes de la clase política mexicana. Una, reciente, con el gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás. Perteneciente a la generación de los telegobernadores, las pocas y breves entrevistas que éste concede habrían de contrastar con las cuatro horas que le dedicó a Salinas para tratar, según esto, la creación de una fundación que llevará el nombre de Raúl Salinas Lozano, padre del ex presidente. Como el contenido de ésa, el de las demás reuniones de Salinas poco nos dicen, pues ninguna de ellas ha sido grabada y difundida. De haber sido así, el escándalo no hubiera sido menor.

Panistas, priístas y corifeos tildan de tontos, ingenuos o malintencionados a quienes postulan la teoría del complot contra la precandidatura de Andrés Manuel López Obrador, complot en el que estarían implicados Carlos Salinas, Carlos Ahumada, El Señor de las Lomas y algunos políticos perredistas que han producido la peor crisis política y moral del PRD y de la izquierda mexicana.

La habilidad del ex presidente Salinas lo mantiene como la figura paradigmática de los políticos del persistente antiguo régimen. Tanta ha sido que llevó a Cuauhtémoc Cárdenas, su adversario histórico, a exonerarlo de cualquier responsabilidad en la manipulación de los videos escandalosos.

Suficientes pruebas nos han dado los líderes de todos los partidos como para no creerles, al menos no de primera intención. A esta misma actitud nos han conducido la mayoría de los medios informativos -la televisión en primerísimo lugar- respecto a su ética profesional.

Quienes niegan o afirman la existencia de un complot contra la precandidatura de López Obrador no deben merecernos otro juicio que el que consideremos razonable. Es preciso devolverle a nuestra capacidad de raciocinio los fueros de los que la ha despojado la imagen visual.

Federico Arreola, director del diario Milenio, nos da una pauta para inferir si hay complot contra López Obrador en la perspectiva electoral de 2006. En su columna "De Ribete", del viernes 5 de noviembre, transcribe la síntesis de sus pláticas con algunos empresarios con los que ha mantenido por años "relaciones de cierta confianza". Transcribo: "El Peje exagera, no hay complot en su contra. López Obrador lo que no entiende es que sus empleados -como René Bejarano- le fallaron, y muy feo, ni es capaz de admitir que él mismo no respetó el amparo concedido por un juez a un particular. Nadie le ha hecho nada, es el propio jefe de Gobierno capitalino el que se ha perjudicado con su forma de actuar".

A ese tipo de comentarios, sus amigos empresarios le han adjuntado al periodista su preocupación por lo que pueda pasarle: "Federico, te apreciamos bastante, somos amigos, cuídate por favor. Tú sabes que los grandes capitalistas de México y sus aliados del PRI y del PAN no van a permitir, por ningún motivo, legal o ilegal, que López Obrador gobierne. La derecha jamás permitirá que la izquierda mande. Van a hacer lo que sea, moral o inmoral, con tal de impedirlo. Hasta podrían meterle un balazo, y por lo tanto a ti, que sueles dar a El Peje la razón en tus artículos, podría irte bastante mal. Protege a tu familia". Como colofón a los comentarios empresariales, Arreola se pregunta: "ƑEn qué quedamos, por fin: hay complot o no hay complot?".

El testimonio de Arreola, aparte de concitar nuestra condena por el riesgo que entraña la amenaza -ni tan velada- de sus amigos empresarios (su tono es el de militantes del Yunque), nos permite advertir dos cosas: una, los indicios de un complot, y dos, el origen desde donde se está creando el caldo de cultivo para un futuro atentado del que no podría descartarse al innombrable factotum de la política en México, cuyos métodos de eliminación produjeron el síndrome Ovando entre 1988 y 1994.

El asesinato de más de 300 perredistas hoy parece olvidado hasta por los perredistas mismos. Pero los ciudadanos, si queremos un país donde sea posible la convivencia pacífica, verdaderamente democrático y ceñido al Estado de derecho, no podemos, no debemos olvidar.

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