México D.F. Miércoles 24 de noviembre de 2004
Aquí, 90% de los 2 mil 500 habitantes
está ligado al tráfico de migrantes, reconocen pobladores
Puerto Palomas: de pueblo agrícola a peligroso
emporio de polleros
En esta tierra de Chihuahua por todo hay que pagar precios
elevados; riñas, a la orden del día
MIROSLAVA BREACH VELDUCEA CORRESPONSAL
Puerto
Palomas, Chih., 23 de noviembre. Enclavado en la frontera de Chihuahua
y Nuevo México, este diminuto pueblo se ha convertido en uno de
los principales puntos del tráfico de migrantes que buscan internarse
ilegalmente en territorio estadunidense.
La mayoría de los 2 mil 500 pobladores del lugar
vive principalmente de los dividendos que dejan los decenas de indocumentados
centroamericanos, mexicanos y asiáticos que llegan diariamente a
Palomas transportados por las bandas de traficantes de indocumentados,
conocidos como polleros o coyotes, que dominan la región
y han convertido esta sección del municipio de Ascensión
en su coto de poder.
"Aquí 90 por ciento de la gente está ligada
a los polleros", dice Juan Ruiz, comandante de la Policía
Municipal.
Cuenta que desde hace tres años Palomas se ha convertido
en un lugar peligroso e inseguro, donde diariamente ocurren enfrentamientos
entre las bandas de polleros que se disputan a los aspirantes a
indocumentados que llegan por su cuenta en camiones de pasajeros que los
dejan en el entronque de la carretera Ciudad Juárez-Casas Grandes,
distante 32 kilómetros del poblado.
"Diariamente hay pleitos y riñas, nosotros ya ni
los detenemos porque no sirve de nada, ellos vienen y los sacan por la
fuerza de las celdas", dice el policía que custodia unas diminutas
y desvencijadas instalaciones que albergan la comandancia policiaca.
Puerto Palomas o estación Rodrigo M. Quevedo, como
oficialmente se llama, es considerado zona peligrosa por las autoridades
de Chihuahua, que en los últimos años han desarrollado proyectos
de urbanización e introducción de servicios, financiados
con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo y el condado de Doña
Ana, Nuevo México, para mejorar las condiciones de vida de los habitantes,
buscando recuperar la vocación agrícola de la zona.
Todo parece indicar que no han logrado buenos resultados.
Basta entrar a Palomas para confirmar que el poblado entero vive del tráfico
de indocumentados.
Las cantinas, bares, hoteles y anuncios de renta de cuartos
surgen por todas partes y en cada esquina se notan los grupitos de personas
con sus mochilas al hombro, buscando un lugar dónde guarecerse del
frío que cala los huesos, en tanto esperan a ser contactados por
alguien que les ofrezca sus servicios para cruzarlos a territorio de Estados
Unidos.
La plaza del pueblo es el principal punto de contacto.
Ahí esperan todos los aspirantes a indocumentados que llegan por
su cuenta y riesgo a Palomas.
Reacios
a hablar, Juan José, Marcos y Lupe, originarios de Torreón,
Coahuila, llegaron temprano a la plaza. Son las 12 del mediodía
y entre los tres juntaron unos centavos para comprar unas latas de atún,
chiles y galletas saladas que devoran con ansia, sentados sobre la tierra
húmeda que dejó una nevada ocurrida la madrugada.
"Queremos cruzar hoy mismo, vamos a trabajar en las pizcas,
lo que se pueda. Ya he venido otras veces y ya sé cómo está
la movida", dice Juan José, un campesino de La Laguna, de 44 años
de edad, quien busca ganar algo de dinero en Estados Unidos para enviar
a su familia antes de diciembre.
Marcos es joven, apenas llega a los 20 años de
edad y quiere quedarse "del otro lado", mientras Lupe a lo único
que aspira es a trabajar mientras pueda, antes que lo "retachen", como
dice que ya le ha sucedido muchas veces, cuando la migra lo agarra
y lo manda de regreso a México, "a veces por Juárez, otras
por Ojinaga, por donde quiera es la misma".
La gente que llega a Palomas está obligada a pagar
altos precios por la comida u otros productos productos de abarrote o la
comida que adquieren en las tiendas del lugar. Una lata de atún
les cuesta 15 pesos, y cualquier bolsa de comida chatarra para mitigar
el hambre, hasta 10 pesos.
"Todo es negocio", dice Plácido Hernández,
originario de Cuauhtémoc, mientras espera en una de las bancas de
la plazuela, junto a los baños y sanitarios públicos por
cuyo uso debe pagar 10 dólares si quiere satisfacer sus necesidades
fisiológicas.
Ricardo Montoya Flote, el presidente seccional de Palomas,
reconoce que el pueblo se ha transformado en emporio de polleros,
pero, cuidadoso, evita hablar de los grupos que se apoderaron del lugar.
"No, pues quién sabe, es gente de fuera", refiere, y rápido
dice a la reportera que tiene que salir a Deming, Texas, distante 100 kilómetros,
al otro lado de la frontera.
Menos cautelosa, Wendy Carmona, una mesera que llegó
a Palomas contratada para trabajar tres meses en una cantina del lugar,
asegura que "aquí todos son polleros, hasta las chavalas
de los bares trabajan en eso".
Tiene razón: todos evitan la cámara fotográfica
y, 20 minutos después de empezar a platicar con los aspirantes a
indocumentados, una camioneta empieza a rondar la plaza y sigue el vehículo
de esta corresponsal que busca el albergue de los migrantes, una casa a
donde van a parar los deportados por las autoridades migratorias.
El tráfico de indocumentados es buen negocio para
las bandas de polleros -aquí se menciona a los Chávez
como los principales operadores- que llegan a cobrar hasta 7 mil dólares
por un chino, coreano o cualquier otra nacionalidad que aspire a cruzar
a Estados Unidos por este punto geográfico.
"Corre mucho dinero, y dependiendo de dónde los
traigan es el precio", dice el comandante de la Policía Municipal,
Juan Ruiz.
Tal vez por esos precios exorbitantes que pagan, los extranjeros
están más protegidos por los coyotes, quienes los
refugian en los cuartos de las pensiones improvisadas o los hoteles del
pueblo y nos les permiten salir a la calle.
Según la versión de Wendy, los guatemaltecos,
hondureños y salvadoreños pagan aquí hasta 4 mil dólares
a los polleros con tal de ser enviados a Estados Unidos. Phoenix,
Arizona, suele ser el principal destino de los extranjeros que cruzan por
puerto Palomas, pero algunos también son llevados a Dallas o Houston.
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