Martí Batres G.

El PRD debe renovarse para seguir siendo útil

El acuerdo para postular como candidata a gobernadora por el estado de México a Yeidckol Polenvsky demuestra las potencialidades y posibilidades del PRD como instituto político.

Yeidckol es una buena candidata por muchas razones. Es una mujer inteligente, tiene una notable capacidad para relacionarse con todos los actores políticos y económicos, representa a todo un sector del empresariado que ha sufrido los efectos desastrosos del neoliberalismo y, desde la presidencia de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, cuestionó severamente las llamadas reformas estructurales de Fox, especialmente la pretensión de privatizar la industria eléctrica. Tiene discurso y posturas claras. La candidatura de Polenvsky potencialmente agrega una franja de clases medias a un núcleo duro de clases populares que el perredismo mexiquense ha sabido consolidar exitosamente en toda la zona oriente de esa entidad federativa.

Para llegar a esa decisión, los dirigentes mexiquenses del PRD dieron muestra de madurez y altura de miras que muchas veces faltan en esas coyunturas. No se obcecaron ni pusieron sus intereses por encima del partido. Actuaron con responsabilidad, con visión, y lograron acuerdos. El partido mostró que puede decidir una buena candidatura y puede construir amplios consensos internos. Fue una buena lección de eficacia política y de actuación con principios.

Sin embargo, los retos que tiene el PRD por delante son enormes, y sus debilidades, numerosas. El partido no ha podido salir de una lógica defensiva ante la brutal ofensiva del gobierno federal y del priísmo salinista; y presenta un rostro fracturado que da mucha nota con sus conflictos internos. Pero, sobre todo, no ha podido superar la crisis de marzo. Por eso, está urgido de recuperar lo más importante para un partido que lucha por transformar la sociedad: prestigio y credibilidad, confianza y autoridad.

Eso vale más que mil aparatos, recursos y grupos. El partido tiene que reconstruir su unidad pero al mismo tiempo renovarse. Tiene la obligación de convencer a la sociedad mexicana de que es un instrumento adecuado para cambiar y transformar, de que no es lo mismo que los demás. Y al mismo tiempo tiene que convencer de que es una clase política madura y estable, con capacidad de conducción y que da seguridad y certidumbre.

El PRD tiene posibilidades de crecer y triunfar por muchas razones, pero hasta por una sola razón: la gente está harta de pobreza y busca un referente que ponga el acento en la cuestión social, en la igualdad y en la justicia social. Está probado que eso no lo pueden otorgar ni el PRI ni el PAN. Por eso la izquierda latinoamericana vive una etapa de ascenso y de victorias electorales, porque es realidad común en toda la región.

Para colocar al PRD en esa ruta victoriosa es indispensable una renovación profunda, la unidad de todas sus expresiones, la institucionalidad en la actuación de sus dirigentes en todos los niveles, la ampliación de su alianza con el movimiento popular y la incorporación de los intelectuales en su vida cotidiana.

Más entrega al trabajo y menos ambición. Más prudencia y menos estridencia interna. Más distancia de los intereses económicos y más acercamiento con la gente común. Más claridad en los posicionamientos políticos y menos ambigüedad. Pero, sobre todo, un gran esfuerzo para recuperar autoridad moral. Eso es lo que se requiere.

En ese camino es importante el esfuerzo de los dirigentes perredistas mexiquenses. Sin embargo, la decisión tomada en el estado de Hidalgo no parece abonar en el mismo sentido. Resulta totalmente contradictorio que por un lado se quiera marcar un deslinde tajante respecto de ex dirigentes involucrados en la crisis de los videos y al mismo tiempo se decida una postulación como esa.

Si el PRD no logra recuperar eficacia política, pero sobre todo, si no es capaz de reconstruir confianza, credibilidad y autoridad moral, no podrá ser suficientemente útil para el reto y la oportunidad que la realidad mexicana le están imponiendo.