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México D.F. Domingo 5 de diciembre de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

Mayúscula "guerra geopolítica" en Ucrania

Enorme grieta geográfica, religiosa y cultural

LOS MEDIOS ANGLOSAJONES se adelantaron a proclamar el triunfo prematuro de su candidato favorito Viktor Yushenko, anterior gobernador del banco central de Ucrania y con esposa estadunidense, para ocupar la presidencia en la repetición de las elecciones el próximo 26 de diciembre, después de la anulación del previo escrutinio que le había dado la victoria al rusófilo Viktor Yanukovich, actual primer ministro, impugnada por los partidarios de la Revolución Naranja.

RICHARD BEESTON, DEL thatcheriano The Times (4 de diciembre), festeja "la pérdida de Rusia de otro amigo a favor de Occidente", como si "Occidente" fuese monolítico y no se hubiese fracturado durante la invasión ilegal de la dupla anglosajona a Irak. Julios Strauss, del Daily Telegraph (primero de diciembre), conectado a los intereses de los neoconservadores straussianos del Pentágono y del partido Likud, acepta a regañadientes que la gran mayoría del oriente y el sur de Ucrania "favorecen tener vínculos más estrechos con Rusia". Strauss vaticina que si Yushenko es ungido presidente, "el sur y el oriente se rebelarán y pedirán la independencia, y posiblemente la secesión".

TAN ES REAL la rusofilia de la parte oriental y sureña de Ucrania, donde domina la Iglesia ortodoxa vinculada a Moscú, como lo es la vocación eurófila de la parte occidental, donde predomina la Iglesia ortodoxa independiente de Kiev y donde destacan los "griegos católicos" (los "uniatas"), 13 por ciento de la población, dependientes del Vaticano y vinculados a Polonia.

UNA ENORME FRACTURA téctónica se abrió en Ucrania, una superficie de un poco más de 600 mil kilómetros cuadrados con casi 48 millones de habitantes, convertido en el barómetro de las tensiones de los grandes. Los "añejos Balcanes" se trasladaron ahora a Ucrania, cuyas elecciones reflejan su balcanización en dos campos geográficos, religiosos y culturales al parecer irreconciliables.

EN EL MISMO TENOR que Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de James Carter, quien plasmó desde 1997 lo que está en juego geoestratégico en Ucrania en su libro El gran tablero de ajedrez mundial, George Friedman, director del centro de pensamiento texano-israelí Stratfor, sentencia que "Rusia y Bielorrusia serían indefendibles sin Ucrania, al representar una saliente profunda que al combinarse con Polonia y los países bálticos bajo el control occidental crearían una situación insostenible para Moscú (...) Sin Ucrania, Rusia no podría funcionar como potencia, porque estaría siempre a la defensiva (...) Lo que está en juego es de alcances históricos. Si Rusia y Ucrania son separados uno del otro, Eurasia se va por un lado; si se alian, va por otro lado" (2 de diciembre). En otra de sus prolíficas entregas, Friedman considera factible que Rusia podría también desintegrarse al ser alcanzado por la dinámica de las fuerzas "democráticas" desplegadas en Kiev (3 de diciembre).

MARK ALMOND ("Ucrania: es ahora o nunca para Washington", The New Stateman, 3 de diciembre), historiador de Oxford, no pierde su tiempo en perorar sobre la "democracia", habiendo él mismo comprado votos durante la "revolución de terciopelo" (de su propia confesión): "el verdadero objetivo de Estados Unidos en Ucrania y en las otras repúblicas ex soviéticas es controlar los recursos vitales antes de que India y China puedan desafiar el dominio de Estados Unidos". Viene lo mejor: "Si Ucrania cae en la órbita de la OTAN, Rusia perderá su acceso a las bases navales del mar Negro y las rutas de exportación de petróleo y gas tendrían que pasar por el collar de fuerza estadunidense (...) Rusia es un gran jugador en esta nueva competencia global. El Pentágono está enfocando en realidad a Pekín en su captura por el antiguo espacio estratégico soviético alrededor de Rusia. China está boyante, pero los energéticos son su talón de Aquiles. Solamente el acceso al petróleo de Rusia y Asia Central puede liberar a China de su dependencia sobre los abastecimientos marítimos vulnerables, así que el real gran juego es entre Pekín y Washington. El verdadero temor estratégico de Estados Unidos es el ascenso de China e India que, a diferencia de Rusia, no se encuentran acosados por el declive demográfico". Ahora se entiende por qué en medio de la delicada situación de Ucrania, China anticipó el lanzamiento de su nuevo submarino nuclear dotado de misiles intercontinentales (The Washington Times, 4 de diciembre).

EN LAS ANTIPODAS DE Stratfor, Joseph Stroupe (Geostrategymap.com, 28 de noviembre) considera que "Ucrania representa el más reciente foco de la rivalidad entre Estados Unidos y Rusia". Lo que está en juego es colosal: "la rivalidad geopolítica inspirada por el control energético" se había desarrollado en forma subrepticia, centrado primordialmente en la región pletórica en petróleo de Asia Central y el mar Caspio. Estados Unidos, sediento de petróleo, ha emprendido un ataque multivectorial en Asia central en la colindancia con Rusia, en lo que "la mayor parte de Europa ha sido cómplice" en desear quitarle a Moscú su influencia zonal: "Europa se encuentra nerviosa por su dependencia de por sí masiva y creciente de los energéticos rusos y del sistema de exportación y la infraestructura de los gaso-oleoductos de Rusia, que se extienden hacia gran parte del continente europeo". Más que destruir a Rusia, de lo que se trata es "impedir que alcance un ascenso geopolítico significativo" que ha adquirido un papel relevante en los pasados dos años en el mundo energético. "Estados Unidos ha perdido mayormente el gran juego en Asia Central y en el mar Caspio", mientras Rusia ha recuperado algo de su zona de influencia en esa región: "todos los principales estados de Asia Central se han unido en apoyar la postura rusa en Ucrania", por lo que "el foco primario de la rivalidad de Estados Unidos y Rusia sobre los recursos estratégicos ha regresado más al Oeste", a Ucrania, que "se ha vuelto extremadamente significativo, debido a que alberga una proporción predominante de la red de exportación de los gaso-oleoductos de Rusia, que alimentan las vastas necesidades europeas de energía". Ucrania cuenta además con una "crucial infraestructura militar-industrial". Un triunfo de Yushenko, que incrustaría a Ucrania a la Unión Europea (UE) y a la OTAN (la peor pesadilla para Moscú), significaría un derrota geopolítica para Rusia y una apoteosis para Estados Unidos y la UE.

STROUPE ASEVERA QUE no existe ninguna posibilidad de asociación estratégica entre Estados Unidos y Rusia, cuyos intereses son irreconciliables. El Kremlin ha aceptado los nuevos comicios con el fin de evitar la cruenta ruptura del país. Ucrania es la "línea roja" del Kremlin, que no puede permitir la repetición de los experimentos "democráticos" (Nota: en los que siempre aparece el conspicuo George Soros) de Serbia y Georgia. La mayor parte de la base económica energética y militar-industrial se encuentra en la parte oriental, que favoreció aplastantemente al candidato rusófilo Yanukovich: "virtualmente todos los gaso-oleoductos que sirven la región occidental de Ucrania pasan por las regiones orientales rusófilas. Además, Rusia abastece con más de 40 por ciento las necesidades gaseras de toda Europa, cuyo 90 por ciento proviene de las regiones orientales rusófilas de Ucrania. La cruda realidad de la situación es que ni la parte occidental de Ucrania ni Europa misma son económicamente viables sin Rusia y su sistema de exportación de la parte oriental de Ucrania". La balcanización de Ucrania representa la última carta maestra en manos del zar Putin que dañaría a la parte occidental de Ucrania que, en medio de su "ruina económica", se tornaría una carga para la UE (en particular para Polonia). Stroupe afirma que muy poco podrían hacer Estados Unidos y la UE para impedir la separación de Ucrania en caso de la insistencia secesionista de los gobernadores de la parte oriental rusófila. La cohesión de Ucrania puede ser también muy costosa en términos militares, porque requiere del despliegue de tropas para mantener el epílogo electoral, mientras Rusia ha amenazado enviar tropas para proteger a sus seguidores en la parte oriental de las probables venganzas de Julia Timoshenko, la corruptísima "princesa del gas" y aliada iluminada de Yushenko.

ƑSE PODRA GESTAR una separación aterciopelada al estilo de Checoslovaquia, que se dividió en República Checa y Eslovaquia? Stroupe fustiga la temeridad de los hacedores de la política exterior de Estados Unidos, que buscan repetir su éxito en Georgia, por lo que han echado todo su peso para instalar a Yushenko, lo que ha tensionado las relaciones con Putin, a grado tal de llegar a la postura de que todo lo que no sea la presidencia para su fiel seguidor centralbanquista constituye un fraude electoral. Según Stroupe, el equipo de Bush comete un grave error de juicio al equiparar a Ucrania con Georgia, donde Putin cedió: "el Kremlin no puede retroceder de la línea roja que ha trazado claramente en Ucrania, a riesgo de perder su influencia geopolítica, ni menos permitir las incursiones de Estados Unidos para podar su esfera de influencia (...) Washington ha calculado muy mal el nivel de determinación y de confianza del Kremlin respecto a Ucrania". A la UE le quedan dos opciones: seguir la esquizofrénica política de Washington, a riesgo de perder su abastecimiento energético vital, o bien amanecer a la cruda realidad del dominio que ejerce Rusia en su seguridad y bienestar, con la que tendría que forjar una "asociación estratégica" en última instancia. Habría que matizar, porque en el seno europeo se han desarrollado dos carriles de diferente velocidad respecto a Ucrania y, por consiguiente, a la confrontación con Rusia. Por un lado, la "nueva (sic) Europa" (Rumsfeld dixit), encabezada por Polonia, azuzada por el eje anglosajón, detrás de la cual se insinúa la perfidia geopolítica insuperable de Gran Bretaña; y por otro, la "vieja Europa" del núcleo franco-alemán al que se ha sumado España en la etapa de Rodríguez Zapatero, y que busca una salida airosa sin lastimar a Rusia y, sobre todo, sin caer en el gran juego euroasiático del eje Bush-Blair.

LA HISTORIA DE EURASIA, y del mundo entero, se puede definir en escasos 21 días en Ucrania.

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