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E D I T O R I A L
 

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Martes 18 de enero de 2005

El oro, el moro y el ojo ajeno

El pasado 5 de enero el presidente Vicente Fox instó a la superación de las confrontaciones y descalificaciones que caracterizan ųy enrarecenų el escenario político nacional. Ayer, 15 días más tarde, el mandatario faltó a su propósito al descalificar a los "populistas que vienen a anunciar lo que, según ellos, requiere nuestro país" y abrió la perspectiva de una nueva confrontación con el destinatario evidente del ataque: el jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, a quien el discurso del grupo en el poder identifica, con razón o sin ella, con el populismo. El encono de ese grupo contra el gobernante capitalino fue evidenciado, una vez más, por el presidente y por el coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Francisco Barrio, quien ratificó el dicho atribuido a Marta Sahagún de que la competencia presidencial del año entrante será sólo entre su partido y el Revolucionario Institucional, y de nueva cuenta se confirmó, desde los entornos presidenciales, el deseo de destruir a los adversarios políticos.

Más allá de la inconsecuencia del titular del Ejecutivo federal con sus propios votos de Año Nuevo, llama la atención la abismal desmemoria de un político que exhorta a la sociedad a evitar "los mesías (...) que van a llegar a hacer campaña, a ofrecerles el oro y moro, y a confundir a la gente, a decirles que ellos tienen recetas fáciles para resolver todos los problemas", pero que llegó a la Presidencia, él mismo, cabalgando en promesas irrealizables y soluciones milagrosas a todos los problemas del país de entonces, problemas que siguen siendo, básicamente, los mismos del México de 2000.

Cabe recordar que a fines de 1999 la Alianza por el Cambio, coalición entre el PAN y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), entregó al Instituto Federal Electoral (IFE) documentos programáticos en los que se prometían "más empleos y mejores salarios, superación de la pobreza y justa distribución del ingreso, acceso a la educación de calidad, ataque frontal a la corrupción, la construcción de un país más seguro, un gobierno al servicio de los ciudadanos, un desarrollo regional equilibrado, una nueva relación entre todos los mexicanos, un gobierno ecologista y un papel activo de México en el mundo", es decir, "el oro y el moro", para emplear la misma expresión usada ayer por el hoy presidente Fox, quien, después de cuatro años en el cargo, no ha logrado concretar ninguno de esos propósitos.

En sus declaraciones de ese año y del siguiente, el aspirante presidencial postulado por la Alianza por el Cambio llevó sus promesas mucho más allá de las plataformas políticas. Prometió que, con él en Los Pinos, la economía nacional crecería a un ritmo promedio de 7 por ciento anual y generaría un millón 300 mil empleos en el año, superaría la pobreza y lograría una justa distribución del ingreso, y el país se volvería seguro y superaría desequilibrios regionales. Se comprometió, entre muchas otras cosas, a resolver el conflicto chiapaneco "en 15 minutos" (literal), a establecer un sistema bursátil para las pequeñas y medianas empresas, a eliminar el déficit fiscal en el cuarto año de gobierno y a establecer un sistema de microcrédito y banca social para captar en forma masiva el ahorro popular que ųsegún élų habría de generarse. En un acto de cierre de campaña en León, el candidato presidencial panista llevó sus promesas al terreno de lo sobrenatural: habló del "milagro" del crecimiento económico y de la generación de empleos y se comprometió a "terminar la dictadura de la miseria y la ignorancia".

Como lo deja ver el empeño en impedir a toda costa la posibilidad de que López Obrador dispute la Presidencia en los comicios de 2006, el gobierno actual no está "al servicio de los ciudadanos", sino de sus intereses facciosos. Por lo demás, cualquier político en campaña ųcomo Fox en 2000, y como quienes aspiren a sucederlo en 2006ų tiende a ofrecer más de lo prudente y a buscar el sufragio estirando las promesas más allá de las fronteras de la realidad. Esa inclinación no es precisamente ética ni correcta, aunque sí habitual y esperable. Pero es curioso, por decir lo menos, que quien ha sido el candidato presidencial de las más hiperbólicas, imaginativas y complacientes promesas pretenda alertar ahora sobre discursos "mesiánicos" y "populistas". De hecho, el México virtual inventado por el discurso oficial del foxismo es una forma de ajustar cuentas entre las exasperantes realidades políticas, económicas, sociales e institucionales, y el "oro y el moro" que el ahora mandatario ofreció, en su afán por ceñirse la banda presidencial, cuando era candidato, y que ahora sólo percibe en los hipotéticos discursos de otros.

 
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