Jornada Semanal, domingo 23 de enero de 2005                   núm. 516
LAS ARTES SIN MUSA

Jorge Moch 
 

 

EL QUE TENGA TIENDA...

...que la inscriba. La publicidad en televisión deja de lado las manidas formas que no son fondo –ésas de ojos claros y largas pestañas, cuerpazos fabricados con polímeros y prestidigitación quirúrgica, carrazos incomprables con el aumento de peso y pico al mínimo, pura gente palacio, pues– para volver al México peatón que se empuja de botana unos vernáculos pambazos bañados con cocacola o unas chelas con picsa. Publicidad para el barrio.

No se trata de un proyecto que refleja estratagemas primermundistas de marketing para solaz del ejecutivo engominado que viste puras marcas italianas desde los calzones hasta la corbata, o sea: no es una de esas megaproducciones nacidas en el primer mundo santafesino o allende el Ajusco, sino un programa que pretende rescatar, por feliz ocurrencia de alguien en una empresa que se llama Iconos e Ideas –que esta columna supone agencia de publicidad pero no pudo confirmar el asunto porque no hay prácticamente nada acerca de la mentada ni en interné ni en los directorios de agencias de publicidad en que un servidor suele abrevar– una manera de hacer televisión publicitaria que fue muy nuestra, una televisión desparpajada donde lo más importante era que trabajar resultase divertido. Durante casi cuatro décadas El club del hogar formó parte chabacanamente imprescindible de muchísimas familias mexicanas. Los falsos berrinches de don Danielito Arcaraz y las exquisitas majaderías de Fernando Fuentes Madaleno fueron felices bártulos que adornaron o suavizaron la hora de la comida familiar cada que Madaleno decía que no comprara el público este colchón o aquella estufa porque no servían a pesar de ser las marcas de los patrocinadores, y Caralimpia (Guadalupe Márquez) y la Vilma Traca (Julieta Velázquez) intercedían de este o de aquel lado; el falso desequilibrio se mantenía por la vigorosa mano de don Daniel, y Madaleno con su jubón de jerga regalaba besos que tenían apodos y se atravesaba a cuadro estorbando a los camarógrafos para contagiarnos de un buen humor maravillosamente espontáneo.

Luego la televisión, con perdón del respetable, se nos convirtió en una inconmensurable pila de mierda predigerida, sobre todo por la ambición desmedida y la arrogancia de los dueños del binopolio y su muy egoísta modo de ver el país de los verdaderos mexicanos. Por eso brotaron luego Adal Ramones y Alan Tatcher y los programas de chismes y despanzurrados.

Hace unas semanas algunas cabezas en Televisa quisieron imitar la fórmula histórica de El club del hogar y lanzaron al aire Qué importa, conducido por el Borrego Nava, chunche que de veras pareciera no importar, porque el programa nomás no levanta y no logra emular ni tantito, aunque ese fue precisamente el concepto que se manejó durante su lanzamiento, la química que estableció El club... con el público.

Por eso, porque en su extraño caso sí logra recrear esa mezcla de insolencia y camaradería que caracterizaba la fórmula de Arcaraz y Fuentes, es grato hallazgo un programa –se le adivina la estrechez de presupuesto en la escenografía que recuerda En tienda y trastienda de Ausencio Cruz y Víctor Trujillo– donde un tendero, don Próspero, atiende su tienda, haciéndole caso al refrán, y es anfitrión de sus compañeros de gremio.

Atienda TV, aventuras de un tendero,en la barra de Canal 4 y en Galavisión, ofrece el mismo tipo de atmósfera ligera que tantos quisieron imitarle al Club del hogar, como el dudosamente inmaculado y trágicamente extinto Paco Stanley. Sin el glamour acartonado de los programas de entretenimiento soso de tv Azteca y otros de Televisa, sin bellas de quirófano pero con un elenco simpático que además resucita a Vilma Traca y la trae de nuevo a la televisión, Atienda tv anuncia pero divierte, y busca preservar esa especie en extinción en este triste país franquiciatario de todo menos de sí mismo: el tendero de barrio. Con segmentos chistosísimos como Tendero y artista, donde los tenderos aparecen en televisión desafinando lo mismo como José Alfredo que a la Celia Cruz, Atienda tv nos remite a un México que todavía existe, de refrescos tradicionales milagrosamente no controlados por holdings con oficinas en Wall Street, como los de la Cooperativa Pascual.

Una raya de sencillez y buen humor en las procelosas aguas de los previsibles libretos de siempre, a pesar de ser un programa de anuncios, Atienda tv rescata una manera de hacer televisión que muchos ya dábamos por perdida.