Usted está aquí: viernes 4 de febrero de 2005 Cultura Natalie Choquette: la risa abre el alma y la música la hace más grande

La Diva canadiense, quien combina ópera y humor, casi pasó inadvertida en México

Natalie Choquette: la risa abre el alma y la música la hace más grande

En Quebec la detienen y le dicen: ''gracias por democratizar la ópera''

Barrios, director (y actor)

Con alma de Tosca

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Natalie Choquette interpret�linka, vestida de deportista sovi�ca, en el ex Convento de San Hip�o FOTO Cortesia Embajada de Canada

Una diva canadiense tocó suelo mexicano y casi pasó inadvertida. Pero la soprano coloratura (puede cantar partes muy agudas y con muchos adornos) Natalie Choquette, quien por unos días visitó por primera vez la ciudad de México para ofrecer sólo una gala operística, no es una estrella cualquiera.

Ser una cantante de ópera prestigiada, y al mismo tiempo, y en el mismo escenario, una comediante excelente, no es un dilema si se observa la carrera de Choquette, también conocida como La Diva, quien suele desternillar de la risa al más flemático y engolado, poner de cabeza al público y cantar ella misma de cabeza y vestida de deportista soviética si su imaginación se lo pide.

''La primera cosa que pasa por mi mente es la imagen. Tengo que no pensar, porque si pienso no puedo, me muero. Simplemente tengo que hacerlo. Me veo haciendo la cosa, y la hago", expresa en entrevista.

Famosa en Canadá por ''democratizar -y desacralizar- la ópera", la cual considera que no tiene por qué ser aburrida, Choquette es, por un lado, devota de figuras como Lily Pons y su ''voz de cristal", o de María Callas, la sinceridad de su arte y su ''vida trágica".

Por el otro, y sin contradicciones, es admiradora de Charles Chaplin, de su talento y del contenido social de su trabajo, pero también de los dibujos animados con música clásica.

''En mi cabeza todo me parece looney tunes -comenta en medio de risas-. Cuando veo una cosa siempre se transforma en mi cabeza en dibujos animados, no sé por qué."

En días pasados, en el patio central del ex Convento de San Hipólito, La Diva se presentó para ofrecer el concierto de clausura de las celebraciones por el 60 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y Canadá.

Al concierto, en el que la compostura diplomática pudo hallar un oasis de relajamiento, asistieron los titulares de asuntos exteriores de ambos países: Luis Ernesto Derbez y Pierre Pettigrew, así como los embajadores respectivos, María Teresa García Segovia de Madero y Gaëtan Lavertu, además de decenas de em-pleados y funcionarios consulares.

Natalie Choquette cantó acompañada por la Orquesta Mexicana de las Artes, dirigida por Enrique Barrios, a quien la cantante transformó en personajes diversos, como un Sansón que apenas podía mover la batuta porque Dalila le quitaba el saco, o en un contrincante que la atacó con ese bastón como si fuera espada.

''Es fantástico el maestro Barrios -dice Choquette presa de la risa-. Ayer por la mañana no sabía nada. El pensaba que se trataba de un concierto normal, fácil, pero en los ensayos solamente abría los ojos grandotes. Fue fantástico, y en la puesta teatral tuve retroalimentación de él."

Y es que en el escenario, donde habló en inglés, francés, italiano, ruso o español, La Diva además se vistió para la ocasión en fragmentos de óperas como La Traviata, de Verdi; Carmen, de Bizet; Madame Butterfly o Turandot, de Puccini, a quien llamo ''CaPuccini".

Fue además una anciana de 95 años que aclaró a un caballero del público: ''No tengas miedo, no muerdo, estoy chimuela". O una femme fatale que cantó Summertime, de Porgy and Bess, de Gershwin, mientras se pintaba las uñas de los pies.

O también, la mencionada deportista soviética que cantó Kalinka, pieza popular rusa, acostada o parada de cabeza. O una estrella originaria de Nápoles que, espagueti en boca, cantó e hizo gárgaras con vino blanco.

Choquette comenta sobre sus características vocales. ''Yo soy coloratura de naturaleza, pero me gusta el lado dramático, las arias de tenores. Dramáticamente las coloraturas no son muy interesantes, a mí me gustan los personajes como Tosca o Mimí.

''Tengo un alma de Tosca, pero no una voz de Tosca. Entonces, en mi espectáculo puedo hacer todo lo que me gusta porque es el mundo de la imaginación."

Hija de un diplomático canadiense, Choquette nació en Tokio, vivió en Lima y se crió en Roma y Moscú. Ahora vive en Quebec y suma ya 10 años de su singular aventura de combinar el canto de ópera y la comedia.

''Al principio yo quería ser músico-terapeuta. Me gustan las vibraciones de la música, lo que pueden hacer al alma y al corazón, y también a la cabeza. Cuando alguien ríe abre su alma, y con la música ésta se hace más grande."

-Si tiene todo para ser una cantante de ópera ''seria", ¿por qué irse al humor?

-Descubrí que la vida de diva normal no me gustaba, no me sentía bien. Me gustan los niños, la naturaleza, las cosas simples. Cuando veo la alegría de la gente, para mí es un regalo.

Cuando Natalie tenía cuatro años vivía en Perú. ''En mis primeros recuerdos de niña descubrí la comedia, el poder de hacer reír a mis padres porque yo hacía imitaciones de sus invitados diplomáticos, de sus acentos: me gusta la música de los idiomas. Después mis padres me pedían hacer espectáculos para los invitados".

Y de sus inicios en el canto sólo comenta: ''Desde pequeña me gusta cantar como un pájaro. Es un honor para mí el poder cantar para la gente".

-¿Qué le alimenta más, los aplausos o las risas?

-Las risas. Y también el silencio de la emoción, como cuando canto Madame Butterfly. Ese silencio absoluto me es sagrado.

Por fortuna, La Diva recibe todo eso a raudales, como en la ciudad de Quebec, donde reside con su esposo y tres hijas, donde la gente la detiene y le dice: ''Señora Choquette, gracias por democratizar la ópera".

 
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