Usted está aquí: lunes 7 de febrero de 2005 Deportes Ponce volvió a matar un novillo no autorizado por el juez de la México

En la corrida número 15 de la temporada alta, sólo destacó Ignacio Garibay

Ponce volvió a matar un novillo no autorizado por el juez de la México

Reincidió en el delito por el que fue castigado en 2003

La sanción prevista, clasurar la plaza

LUMBRERA CHICO

¿Dónde está Rafael Ortega? ¿Dónde está José Luis Angelino? ¿Dónde está Humberto Flores? ¿Por qué ninguno de los tres jóvenes toreros mexicanos que de verdad han hecho cosas importantes en la temporada alta 2004-2005 no figuró en el cartel de ayer, correspondiente a la decimoquinta corrida de la serie? ¿Por qué en lugar de cualquiera de ellos fue colocado Alejandro Amaya, protegido de Rafael Herrerías y Carlos Hank Rhon, si no ha cortado una sola oreja ni hecho nada remotamente memorable? La respuesta es muy sencilla: porque el efebo de Tijuana garantiza que la gente no acuda al pozo de Mixcoac, lo que después del entradón del sábado compensó las excesivas ganancias de la empresa Plaza México SA, cuyo verdadero negocio consiste en perder dinero.

Por lo mismo, habiendo ganaderías como Arroyo Zarco y Montecristo, que acaban de probar su gran calidad, Herrerías volvió a echar ayer otros seis mansos, gordos, adelantados e intoreables del hierro de De Santiago, con los cuales nada pudo esa nulidad ibérica llamada Manolo Sánchez, ni mucho menos el consentido de los hampones, si bien Ignacio Garibay, único nombre atractivo de la tarde, realizó lo más interesante con los boyancones de su lote, Capitán, de dizque 485, y Barbero, éste con mucha más cara, de dizque 542. Del resto sólo cabe mencionar la brillantez de los banderilleros de las tres cuadrillas, que tuvieron una actuación estupenda.

Pero la ventaja de haber asistido a una pachanga tan desangelada como la de ayer, es que el cronista se enteró de ciertas cosas que pronto, quizá, entrarán en el terreno del escándalo. La primera, y desde luego la más grave, fue que al igual que hace dos años -motivo por el cual la delegación Benito Juárez lo suspendió 52 semanas, multó a Herrerías con una suma irrisoria y le advirtió que en caso de reincidir le clausuraría definitivamente la Plaza México-, el matador valenciano Enrique Ponce volvió a lidiar un novillo que no estaba reseñado en la tarjeta de sorteo ni aprobado, en consecuencia, por el juez de turno, Jorge Ramos, alias Ramitos.

Ello ocurrió una vez que Ponce fracasara estrepitosamente con los dos ejemplares de su lote regular, ante lo cual se puso en marcha la maniobra prevista. Bañado por Julián López El Juli, que indultó a su primer enemigo, el manso y nobilísimo Trojano de Montecristo, y luego de las tres orejas ratoneras concedidas a Eulalio López El Zotoluco, Ponce tenía que hacer algo para componer la figura. Y fue así que en complicidad con su apoderado y suegro, el también ibérico Victoriano Valencia, y por supuesto con Herrerías y la total aquiescencia de Ramitos, por la puerta de toriles saltó a la arena el novillo número 7 de la vacada de Teófilo Gómez, y al cabo de una lidia chapucera y de un espadazo mediocre, Ponce "cortó" dos orejas de pura consolación y volvió a frustrarse en su propósito de llevarse un rabo.

Porque, ojo, toda la empresa y la supuesta "autoridad" estaban con Ponce, y sin el menor recato la pandilla volvió a repetir el fraude del 5 de febrero de 2003, cuando el valenciano y sus esbirros se apoderaron de los toriles y echaron al ruedo otro animal de Teófilo Gómez, que no había sido aprobado por el juez Ricardo Balderas. Tras una demanda y una investigación exhaustiva, efectuadas por Carlos Mendoza, entonces presidente de la Comisión Taurina del Distrito Federal, la delegación Benito Juárez impuso a Ponce y al "empresario" las sanciones arriba descritas. Hoy, la vergonzosa historia podría repetirse y por ello Victoriano Valencia se está moviendo, chequera en mano, para evitar lo que para él y su pupilo sería una catástrofe marcada por el agravante de la reincidencia en el mismo delito.

Pero eso no fue todo. Cuando El Juli llegó al apogeo de la lidia de Trojano, y los pañuelos villamelones ondeaban pidiendo el indulto por demás inmerecido, el ex niño madrileño se fue a la barrera por el estoque de matar, pues quería culminar su hazaña con un espadazo en todo lo alto para así cortar el rabo. Sin embargo, en ese momento Herrerías llamó por teléfono a Ramitos y le ordenó, esa es la palabra justa, que perdonara la vida del burel. A estas acciones canallescas se suman otras dos en que, utilizando -se dice- las influencias del ex gobernador veracruzano, Miguel Alemán Velazco en Televisa, Herrerías consiguió que el poderoso consorcio electrónico despidiera a los periodistas Juan Antonio de Labra y Heriberto Murrieta, en represalia por sus continuas y atinadas críticas al señor de horca y cuclillo de Mixcoac. ¡Qué asco!

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.