Usted está aquí: lunes 7 de febrero de 2005 Opinión México, todos

Armando Labra M.

México, todos

El sábado pasado tuve la oportunidad de participar en la presentación de Un México para todos en el Palacio de Minería. Traigo a este espacio algunas de las consideraciones que ahí expuse y que versan sobre las tesis económicas del libro. A ver.

A mi juicio, un mérito mayor de Un México para todos consiste en devolver a la política y a la economía su justo sentido y dimensión. Es decir, ubica a la economía al servicio de la política y no al revés, como hoy sucede con alarmantes resultados. Plantea que, siendo un instrumento de la política y al igual que en ella, en el ámbito de la economía siempre hay opciones. Negarlo, como hace el pensamiento único neoliberal que hoy prevalece, equivale a desnaturalizar tanto a la política como a la economía, anulando en ambas su virtud esencial de ofrecer vínculos flexibles y oportunos respecto a realidades cambiantes y diversas.

Por lo que se refiere a los apartados sobre temas económicos integrados en la propuesta considero, en primer lugar, que es un acierto partir de la definición de las responsabilidades y compromisos fundamentales del Estado mexicano.

Una apreciación dogmática y negativa del neoliberalismo en boga consiste en confrontar al Estado con el mercado, en convertir todo lo público en vicio y lo privado en virtud. Es una visión que anula esfuerzos en vez de auspiciar el mejor desempeño de las funciones de Estado y de mercado. Sus ámbitos son claros y diferenciados. Habrá que hacerlos complementarios para alcanzar los fines que propone Un México para todos.

Para impulsar un cambio estructural del patrón de desarrollo económico, el libro plantea siete grandes estrategias:

1. La recuperación e incorporación de las zonas rurales al desarrollo nacional mediante la reconstrucción gradual de las economías regionales sustentables y equilibradas.

2. La restructuración e impulso al sector agropecuario para alcanzar la soberanía alimentaria.

3. El fortalecimiento del sector terciario de la economía mediante la formación de cadenas productivas de bienes y servicios con alto contenido intelectual.

4. La promoción de la sociedad nacional como motor del desarrollo a partir de sus capacidades de producción y requerimientos de consumo interno.

5. La restitución de la capacidad de promoción y gestión del gobierno, a través de una reforma fiscal equitativa y la explotación inteligente de los recursos energéticos.

6. El estímulo a la inversión productiva del capital privado, nacional y extranjero.

7. La promoción de la educación superior, la investigación científica y el desarrollo tecnológico, como factores fundamentales del crecimiento económico y de la generación de empleos productivos y bien remunerados.

Una consideración adversa y pertinaz que enfrenta toda propuesta de política económica alternativa es la falta de recursos presupuestales para llevarla al cabo. Tal afirmación es un mito y ni tan genial. Las bajas cargas fiscales y la insuficiencia del ahorro no son causa sino efecto de una deliberada contracción y esterilización de recursos existentes que pueden y deben ser aplicados al desarrollo y bienestar de la población.

Es falso que el estancamiento sostenido de la economía mexicana se explique por la falta de recursos públicos. Basta revisar los informes trimestrales y anuales del gobierno federal para constatar los saldos superavitarios del balance presupuestal y los montos del subejercicio de los presupuestos aprobados por los diputados. Basta considerar el elevado monto y términos del servicio de la deuda pública. La deuda interna, denominada en pesos, tiene vencimientos a tres años, por ejemplo. Basta tomar en cuenta la magnitud de las reservas internacionales acumuladas para evidenciar que la economía mexicana es claramente solvente para financiar tasas de crecimiento sostenido superiores a 5 por ciento anual.

Movilizar estos recursos es una determinación política, que no de técnica económica o insuficiencia financiera. Movilizar estos recursos es un requisito para avanzar hacia un México para todos. Si persiste la política neoliberal centrada en tratar de alinear la inflación con la de Estados Unidos y mantener relativamente estable la paridad cambiaria -por cierto, propósitos que no se logran- a costa de sacrificar al resto de la economía y por supuesto, a la sociedad, queda claro que se prolongará, innecesariamente, el estancamiento, el desempleo y el deterioro de la convivencia nacional, y México seguirá siendo de muy pocos para muy pocos, desde luego, no para todos.

 
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