Usted está aquí: lunes 7 de febrero de 2005 Opinión Más remesas

León Bendesky

Más remesas

Las remesas que envían los trabajadores desde el extranjero, esencialmente de Estados Unidos, son un factor cada vez más relevante para el financiamiento de la economía mexicana. El Banco de México estima que en 2004 esos recursos llegaron a 16 mil 613 millones de dólares, y que serían 24 por ciento más elevados que los registrados el año anterior. Así, no sólo la cantidad es muy elevada, sino que sigue creciendo.

Para poner en perspectiva la importancia relativa de las remesas, se pueden comparar con los ingresos derivados de la exportación de petróleo, una de las principales fuentes de divisas. Si se toma el monto neto de la exportación de productos petrolíferos, es decir, lo que Pemex exporta menos lo que importa, y que en 2004 fue del orden de 13 mil 439 millones de dólares, se aprecia que las remesas son superiores en casi una cuarta parte.

Si la comparación se hace sólo con la exportación de petróleo, que fue de 23 mil 706 millones de dólares en 2004, entonces las remesas equivalen a 70 por ciento de esa cantidad. Si se considera el excedente de exportación del sector de las maquiladoras la proporción es de 85 por ciento. Siempre son, como se ve, montos muy significativos en términos económicos.

Lo que queda claro es que los hidrocarburos y la población son dos de los principales productos que exporta el país, lo cual constituye un rasgo característico de cómo funciona y de los efectos que han ido generando las reformas económicas y financieras en las dos últimas décadas.

En el caso de las remesas, la repercusión es esencial, pues significa la entrada de dinero que soporta las condiciones de vida de numerosas familias en todo el país. Ese dinero aumenta el gasto de consumo y, así, las ventas de bienes y servicios; con ello, el gobierno cobra impuestos cuando puede y quiere. Además, se apuntalan las reservas internacionales y se favorece la estabilidad del tipo de cambio del peso frente al dólar. Representa también muy buen negocio para las empresas dedicadas al envío de los fondos desde su origen y la entrega a los destinatarios en México, servicio por el que cobran jugosas comisiones.

Lo que no debe perderse de vista cuando se trata el tema de las remesas es que no son únicamente un asunto de naturaleza contable, o sea, asientos en los registros financieros de Hacienda y del banco central, créditos y débitos en los bancos y empresas intermediarias o aun dinero en el bolsillo de muchas familias.

Las remesas representan un particular modo de operación de un sistema económico y social. Son expresión de una economía incapaz de generar suficiente riqueza y actividad productiva creadora de empleos e ingresos. Expresa, igualmente, la imposibilidad de recrear un marco institucional de previsión social sustentable financiera y humanamente más decente.

El circuito económico y financiero de las remesas indica el carácter trunco del sistema económico, pone de manifiesto su desarticulación, sobre todo en cuanto a la manera en que funciona el mercado de trabajo. Todo ello a pesar del entusiasmo que la economía parece provocar en este gobierno.

De tal forma, los distintos registros que tienen que ver con la producción son en cierto sentido ficticios, pues tienen como uno de sus sustentos la exportación de personas. Esto hace más evidente lo que no se quiere reconocer de modo explícito en la actual definición y la ardiente defensa de la política económica y social, y es que lo esencial en la economía es el trabajo.

Dentro de poco, el gobierno y el Congreso tendrán que considerar a las remesas como una variable clave en la formulación del presupuesto federal y en la repartición de los recursos fiscales a los estados, tal como se hace con los ingresos petroleros. Habrá que planear la exportación de mexicanos y tener políticas especiales de promoción en la Secretaría de Economía e instrumentos fiscales de apoyo y subsidios en Hacienda, igual que se hace con los productos de la industria o de la agricultura.

Puede imaginarse cómo habría disfrutado con esta posibilidad un ironista como Jonathan Swift, quien seguramente hubiera hecho una de sus indecentes proposiciones de cómo usar a la gente en aras de la estabilidad macroeconómica y de satisfacer a los inversionistas y a los organismos internacionales, tal como hizo al tratar del tema de la sobrepoblación.

El de las remesas no es un mal punto de partida para repensar lo que pasa en México y abrir una discusión seria y amplia sobre la política económica y social. Ese sería un asunto crucial de la temporada prelectoral a la Presidencia. Eso si es que alguno de los aspirantes tiene no sólo el temple para hacerlo, sino si es que tiene algo relevante que decir. En todo caso el tema atraería la atención del público y haría un poco más interesante y amena la disputa entre personajes que, por otro lado, en su gran mayoría son bastante poco notables.

 
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