Usted está aquí: lunes 7 de febrero de 2005 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Holocausto y negocios

ADEMAS DE TONELADAS de tinta en testimonios, biografías, denuncias, ensayos, crónicas e informes, y de millones de kilómetros de películas y videos exhibidos a diario en pantallas de cine y televisión de todo el mundo para reflejar -y que la humanidad jamás olvide- la infamia de los verdugos nazis fuera y dentro de los campos de concentración, donde se habla de la aniquilación de "6 millones de judíos, 3 millones de prisioneros soviéticos, 3 millones de católicos polacos, 700 mil serbios, 250 mil gitanos, 80 mil alemanes ajenos a su política, 70 mil alemanes disminuidos física o mentalmente que tampoco cumplían con su cuadrícula diabólica de perfección, y 2 mil 500 testigos de Jehová", ¿en qué otras áreas se ha invertido en las pasadas seis décadas con motivo del holocausto nazi?

NORMAN G. FINKELSTEIN, hijo de supervivientes de los campos de concentración de Auschwitz y Majdanek, profesor en la Universidad DePaul en Chicago y colaborador de la London Review of Books, entre otras publicaciones, responde con honestidad, rigor y valentía a esta pregunta en su interesantísimo y revelador libro-denuncia La industria del holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (Siglo XXI de España Editores, SA, mayo de 2002).

SOSTIENE EL AUTOR que "uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos que se erigen en sus guardianes". Basándose en gran cantidad de fuentes hasta ahora no estudiadas -¿o deliberadamente omitidas?-, Finkelstein descubre la doble extorsión a la que grupos de presión judíos han sometido a Suiza y Alemania -entre otros países-, y a los legítimos reclamantes judíos del holocausto, y demuestra fehacientemente que los enormes fondos de indemnización conseguidos, lejos de ser utilizados para ayudar a los supervivientes judíos de los campos de concentración, han sido destinados para mantener, multiplicar y diversificar lo que con justificada razón denomina la industria del holocausto, incluidos sus incontables museos.

LECTURA OBLIGADA PARA toda persona comprometida con la evolución de la humanidad, no sólo con la magnificación de algunas de sus páginas más siniestras, La industria del holocausto no es ni remotamente un libro antisemita o neonazi, sino el recuento maduro, responsable y documentado de una inteligencia honesta capaz de examinar y desaprobar el proceder de algunos en torno a una gran estafa, tanto más censurable cuanto que se sirve del padecimiento de millones de víctimas a las que poco o nada han beneficiado los cuantiosos fondos obtenidos por concepto de indemnización.

"ESTADOS UNIDOS es la sede central de la industria del holocausto... El Holocausto es una representación ideológica del holocausto nazi... Esta engañosa victimización produce considerables dividendos; en concreto, la inmunidad a la crítica, aunque esté más que justificada...", comienza el mensch Finkelstein, en una obra no por soslayada menos necesaria y oportuna.

 
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