Sus imágenes nos remiten a la esencia de las relaciones humanas
Marina Abramovic, la diva del performance

-- Plantear el aquí, el ahora, sacudir al público y no ser nunca víctima, eje de sus obras
-- Talento y compromiso real, mezcla explosiva que se llama “verdad”

Mónica Mayer

El sábado 22 de enero la performancera Marina Abramovic se presentó en el IV Simposio Internacional sobre Teoría de Arte Contemporáneo (SITAC) para hablar de su obra. La acompañaba RoseLee Goldberg, cuyo libro Performance Art from Futurism to the Present (El arte del performance, del futurismo al presente) de 1979, sigue siendo fundamental para entender el arte acción o performance. Por discreción no me paré a echarles porras, pero poco me faltó.

No soy afecta a los ídolos. Incluso, cuando me preguntan quien es mi artista favorito o cuáles mis influencias en el arte, me cuesta trabajo decidir: admiro a muchos y he aprendido de casi todos, pero hasta ahí. Sin embargo, una conferencia de John Cage en la Biblioteca Washington hace como treinta años y ahora escuchar a la Abramovic, ambos extraordinarios creadores pero además conferencistas excepcionales, me han causado el mismo efecto: me han recordado que el arte puede alcanzar un plano en el que la combinación entre el talento y el compromiso real, dan como resultado una mezcla explosiva que se llama “verdad”. Por eso soy su fan.

Primero que nada permítanme decirles quien es Marina Abramovic (Belgrado, Yugoslavia, 1946) y cuál es su importancia para el arte contemporáneo. Pionera del arte acción setentero, Abramovic forma parte de la generación de artistas que abandonan el objeto y se centran en la experiencia (la suya y la de su público) como obra de arte. Ellos rechazan limitarse a la tela del cuadro y su cuerpo se convierte en el soporte artístico; muchos plantean experimentar con o transgredir sus límites. Basado en el cuerpo, no es casual que sea un arte que surge a la par de los cuestionamientos de identidad que detonan las luchas de liberación (femenina, gay, chicana, etcétera). Tampoco es casual que sea un arte en el que las mujeres artistas han sobresalido, quizá, de entrada porque su presencia física impide que sean borradas y por lo mismo es un arte que invariablemente alude a cuestiones de género. Para el campo de la creación de imágenes, del conocimiento artístico, estos performanceros/as son como las estrellas de los deportes extremos. La única diferencia es que los performanceros/as asumen un riesgo doble: el físico y el intelectual ya que sus productos deben cambiar las formas de percepción y la manera en la que nos vemos a nosotros mismos. Marina, en particular, crea imágenes abiertas, fuertes, que nos remiten a la esencia de las relaciones humanas.

En la plática en SITAD, Marina Abramovic habló de distintas etapas de su trabajo, para el cual el aquí y el ahora, el romper sus propios miedos y sacudir al público son elementos básicos. Se refirió a su famoso performance Rythm 0 (Ritmo 0, 1974, Nápoles) en el que se anunció que permanecería inerte seis horas, tiempo durante el cual el público podía intervenirla con cualquiera de los setenta y dos objetos desplegados en una mesa, entre los que había desde una pluma y una botella de perfume, hasta tijeras y una pistola cargada. Ella se convertiría en un objeto más que el público podría manipular. A las tres horas, algunos integrantes del público ya la habían cortado, desvestido y amenazado con la pistola. Otra parte de los presentes intervino y detuvo el evento.

Hace años, cuando leí sobre esta pieza por primera vez, se me pararon los pelos de punta ante la imagen de una totalmente mujer pasiva. También porque es horrible constatar lo rápido que podemos perder todo vestigio de humanidad, todo límite y linchar al de enfrente gratuitamente. En su plática mencionó que al terminar la acción, al recuperar su calidad de sujeto, el público no podía sostenerle la mirada. Pocos artistas están dispuestos a arriesgar su vida por evidenciar nuestras estructuras internas.

Marina ilustró la plática con fotografías, pero también con videos. En términos de performance no hay nada como la presencia real, pero un video se acerca más que una foto fija. Por ejemplo, había visto fotografías de Rest Energy (Energía en reposo) de 1980, una pieza que realizó con Ulay (Uwe Laysiepen), su pareja y colaborador durante doce años, que en video adquiere otra dimensión. En esta acción están parados uno frente al otro, ligeramente inclinados hacia atrás, viéndose a los ojos sin expresión. Hay micrófonos colocados a la altura de sus corazones. Ella toma el arco y él estira la flecha, apuntando hacia el corazón de ella mientras se escucha como se aceleran sus ritmos cardiacos. Una foto jamás puede dar la sensación de vulnerabilidad y confianza que esta pieza expresa. Irónica, juguetona, Abramovic mencionó que de habérsele soltado la flecha el performance hubiera sido breve.

Durante su conferencia Abramovic recalcó la importancia de la energía del público y su participación en las obras. Mencionó como en Expansion in Space (Expansión en el espacio), una pieza que ella y Ulay presentaron en junio de 1977 en la Documenta 6 en Kassel, Alemania, el hecho de que hubiera un público nutrido le inyectó una gran energía. En esta acción utilizaron sus cuerpos desnudos para cada uno empujar una columna móvil estrellándose contra éstas. Yo no sé usted, pero en esta vida, muchas veces yo me siento como su estuviera tratando de mover un muro o una columna que difícilmente cede. La energía del público, relató, la llevó a resistir incluso más que Ulay. En Imponderabilia otra pieza de ambos del mismo año, los artistas se colocan desnudos a ambos lados de la puerta de entrada del museo, por lo que al entrar lo tenían que hacer apretujándose entre los artistas. Me llamó la atención que ella explicara esta pieza diciendo que los artistas eran, por así decirlo, el umbral de la conciencia humana.

En algunas obras de Abramovic el espacio es un elemento básico. En otras lo son el tiempo y la resistencia. Como en todo performance, el proceso es básico. Relation in Time (Relación en el tiempo) una pieza de Abramovic y Ulay de 1977, consistió en permanecer unidos de la cabeza por un chongo durante 16 horas. El público entró durante la última hora. Otros aspectos que investiga en ésta y muchas de sus obras, es la actividad física extrema y la inactividad total como formas para acceder a otros planos de conciencia.

Un tema que salió a colación en esta conferencia y que es frecuente en sus entrevistas es su postura ante el feminismo, que es contundente: como una mujer empoderada desde niña, rodeada de las mujeres fuertes e independientes del régimen comunista en el que creció, ni siquiera cuestiona la igualdad, simplemente la asume y piensa que los espacios exclusivos para mujeres son un ghetto.

La última pieza de la que habló fue The House with the Ocean View (La casa con vista al mar, 2002). Abramovic construyó una casa en una galería, colocada sobre tres plataformas empotradas en la pared y separadas por un espacio por el que podría caerse. Los cuartos estaban amueblados con lo elemental de una sala, recámara y baño. Cada plataforma estaba conectada al suelo por una escalera que por peldaños tenía cuchillos. Abramovic contaba con lo básico para su supervivencia durante los doce días que permaneció ahí sin comer, sin hablar y sin privacidad. Relató que la tensión que se creó a través de la mirada entre ella y el público había sido muy intensa.

Después de escribir sobre los performances de Abramovic, que me asombran pero me duelen, me pregunto por qué me encanta su trabajo y por qué la admiro tanto. De hecho muchas veces veo ecos de su trabajo en la obra de artistas jóvenes (que se meten a una caja para que el público les haga lo que quiera o que invitan a los presentes a darles de cachetadas) y hasta me enojo porque siento que se exponen injustificadamente, sólo por copiar. Me parece que son dos cosas. Por un lado, Abramovic ha expresado que el arte ideal es la transmisión de energía entre el artista y el público. Creo que esta energía es palpable en su obra y en sus conferencias. Pero para mí lo admirable de Abramovic es que es una artista que ha desarrollado un lenguaje propio a partir de su esencia, de una reflexión personal, y lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias.

A lo largo de la plática, la presencia de RoseLee Goldberg fue esencial. Explicaba, preguntaba, contextualizaba e incluso hablaba de la misma angustia que le llegaban a producir algunas obras, pero siempre en un segundo plano, respetando el protagonismo de la artista.

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