Usted está aquí: domingo 13 de febrero de 2005 Opinión Guerrero bronco vs. Guerrero nuevo

Guillermo Almeyra

Guerrero bronco vs. Guerrero nuevo

La pugna entre los dos Guerreros no se resolvió -ni podía ser resuelta- con el voto que sancionó la derrota del PRI, que había gobernado el estado con mano férrea desde el periodo posrevolucionario. El Guerrero dirigido por el ala radical de la Independencia, de Morelos, de Alvarez, de las guerras de Reforma; el Guerrero que instaurara en Acapulco un alcalde socialista y diera la victoria a Othón Salazar y a los comunistas en la primera elección comunal ganada por la oposición en el país; el Guerrero de los pobres y los campesinos que respaldara a los Cívicos, a Genaro Vázquez, a Lucio Cabañas, a la izquierda en las zonas indígena y la Montaña, y a quienes querían la universidad-pueblo, se impuso por fin en las urnas y tiene el gobierno, pero no el poder.

Al despertar del festejo popular, el dinosaurio aún está allí. Por decenios imperó una justicia de clase y corrupta, al servicio de los caciques. Por décadas se establecieron lazos entre el narcotráfico y el crimen organizado, por una parte, y las fuerzas armadas, la policía y el aparato político, por la otra. El aparato estatal, por su parte, ha sido corrompido y modelado por el clientelismo y el faccionalismo del PRI-partido gobierno. Los caciques siguen siendo caciques, los narcos siguen presentes, los aparatos estatales siguen manipulando organizaciones políticas y sociales y fabricando provocaciones.

Un aumento de la capacidad política de resistencia de un outsider no confiable como López Obrador, gracias a la victoria de su partido en Guerrero, sigue siendo un problema serio para quienes desean imponer en Los Pinos en 2006, por los métodos que fueren, a un continuador de la línea neoliberal y antinacional de De la Madrid-Salinas de Gortari-Zedillo-Fox. No basta, por lo tanto, con ganar en las urnas y con cambiar una parte de los funcionarios estatales, suponiendo incluso que por gente que no tenga ni inclinaciones ni ADN político priísta (porque el priísmo no sólo está en el PRI, sino que es una política antidemocrática, decisionista, verticalista, prágmática y de utilización personal y patrimonial de lo público).

Una de las tareas de Hércules fue limpiar los establos de Augías: tuvo que desviar un río para cumplir con ella, ya que ni siquiera su potencia semidivina le bastaba para palear tanta bosta acumulada. Y el río de la potencia popular no corre por las urnas ni por los aparatos partidarios sino por los campos y los centros de trabajo de Guerrero, y aún no ha inundado todo sino apenas las sedes electorales. Además, las fuerzas contrarias al cambio social no permanecerán de brazos cruzados ante la posibilidad de que el mismo comience en lo social y en lo político. Defenderán por todos los medios sus posiciones anteriores, sus madrigueras. Lo harán en un comienzo "por las buenas", buscando corromper, lanzar cañonazos de 100 mil dólares, cooptar, apelar a lazos de parentesco o compadrazgo con los nuevos inquilinos del poder estatal. Pero si es necesario lo harán por las malas, utilizando los poderosos aparatos de que disponen en México y en Chilpancingo. El Tío Sam, que es tío y padre de ellos, les dará medios, dinero, ideas y aliento. Y la unidad del PRD local, a pesar de las diferencias internas, de corrientes históricas, de culturas, sufrirá un fuerte embate, porque habrá en él quienes quieran un simple cambio de personal gobernante, aliándose incluso con los adversarios vencidos, porque comparten con ellos ideas y modos de vida, pero habrá también quienes deseen hacerse eco de la presión popular y construir en serio un Guerrero nuevo en la perspectiva de un país nuevo.

Como las cosas se resolverán en un terreno adverso para los trabajadores -o sea, en el de política politicante y politiquera, en las negociaciones con el aparato gubernamental central, en el de los conciliábulos con las "fuerzas fácticas" (léase camarillas y mafias)-, es probable que el Equipo del Bien sufra varios goles del Equipo del Mal (para utilizar un lenguaje bushiano, ya que bushianos son los que querrán defender lo que perdieron en las elecciones). Pero el partido se juega, en realidad, sobre todo en el campo de los hechos. Allí habrá que tomar medidas de depuración del aparato estatal, fomentando y apoyando la autorganización de indígenas, campesinos, trabajadores. Allí habrá que extender las policías comunitarias y las autonomías, para golpear a los narcos, los corruptos, el cacicazgo. Allí habrá que sostener proyectos de autorganización productiva, que además de frenar la emigración organicen y cambien la idea que es la base de la fuga migratoria: "aquí no se puede cambiar nada". Allí habrá que elaborar planes a partir de las necesidades y prioridades de cada pueblo, expresadas en asambleas, para comenzar a responder a ellas con la fuerza organizada de esos pueblos mismos, de sus mujeres y hombres movilizados para decidir, y hacer realidad, con apoyo oficial, lo que han decidido.

Las futuras elecciones municipales y legislativas estatales, si la campaña para ellas se hace con este tipo de movilización, podrían dar un nuevo golpe a los caciques y a todos sus aliados y servidores. Si la victoria política obtenida, en cambio, se empantanase en el campo de las negociaciones políticas, transformándose en derrota político-cultural de los ganadores, la decepción popular no se haría esperar.

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