Usted está aquí: domingo 13 de febrero de 2005 Sociedad y Justicia NAVEGACIONES

NAVEGACIONES

Pedro Miguel

La muerte de un teatrante

Obras y amores de Arthur Miller

Un poema de Guillén y otro de Cardenal

Ellas viven más

EL JUEVES EN LA noche se nos fue Arthur Miller, animal sagrado del teatro y de la vida, protagonista del siglo XX en la cultura, la ética y el amor, y profundamente vigesimónico hasta en las enfermedades: cuando bajó el telón por última vez, en su casa de Roxbury, Connecticut, el dramaturgo padecía cáncer, afecciones cardiacas y neumonía. Arthur nació en 1915, en Nueva York, hijo de judíos austriacos (si a finales del siglo antepasado hubiese habido en Washington una fobia paranoica contra los extranjeros semejante a la actual, Estados Unidos se habría quedado sin uno de sus dramaturgos fundamentales), y su juventud fue marcada a fuego por la Gran Depresión de 1929. En 1943, a los 28, Miller estrenó El hombre que tuvo toda la suerte del mundo, que le valió el Theatre Guild Award; luego llegaron Situación normal (1944), Foco (1945) y Todos eran mis hijos (1947), que recibió el Premio de la Crítica. Su consagración definitiva se la debe a la célebre Muerte de un viajante (1949), con la que obtuvo el Pulitzer, y que es considerada una crítica amarga del "sueño americano". En la década siguiente Miller hizo historia también como perseguido del macartismo porque el infame senador anticomunista se vio retratado (tal vez lo estaba) en la pieza milleriana The crucible (1953), que habría podido traducirse como El crisol, pero que se llamó en español Las brujas de Salem. El dramaturgo neoyorquino no se arrugó, como lo hicieron muchos otros personajes de la cultura estadunidense que acabaron delatando a sus colegas y amigos; en cambio, Miller, sentenciado por desacato en 1956, se negó a señalar a nadie; apeló y fue absuelto. Dos décadas más tarde, el dramaturgo presentó El arzobispo, una reflexión sobre las persecuciones contra intelectuales en la extinta Unión Soviética.

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_4259000/4259437.stm
http://www.ingefestival.org/Festival2003/inge2003/Arthur_Miller.htm

http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/salem/SAL_CRU.HTM

http://www.papel-literario.com/datos02/pag5207.htm

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_4255000/4255883.stm

A LA MUERTE de McCarthy, Nicolás Guillén escribió un responso fúnebre demoledor: la Pequeña letanía grotesca. Pero el inquisidor no está tan difunto como muchos querríamos, y su espíritu se mantiene vivo en Washington. Hace dos años el Sindicato de Actores de Cine de Estados Unidos denunció la fabricación de listas negras con los nombres de los actores que se manifestaron contra la agresión del gobierno de Bush a Irak, y advirtió que en la industria había la consigna de no dar trabajo a los disidentes de la política oficial. Por cierto, para vergüenza de Internet en español y de la cultura cubana, no existe un solo sitio en Internet en el que pueda consultarse el texto de ese poema formidable de Guillén. Lo más que hallé fue una traducción ¡al italiano! de la Pequeña letanía. Con una fracción de los esfuerzos que empeñan en hacer macartismo al revés, bien podrían las autoridades de La Habana poner en línea una selección decente de obras de ese abuelo negro al que consideran "su" poeta por excelencia.

http://www.utpba.com.ar/anterior%20internac336.html

"EL MAS GRANDE dramaturgo estadunidense del siglo XX", graznan en estos días muchos especialistas con la voz amplificada por los medios. Siempre que puedo rehúyo los calificativos del estilo "el mejor panadero de la Edad Media", "la vagabunda más destacada de Oaxaca" o "el actuario más preciso del primer trimestre fiscal de 1989", porque a estas alturas de las relatividades sociales no estamos para andar poniendo a concurso irrevocable podios, glorias y sitiales máximos. Esos juicios no sirven para nada más que confundir, y para cometer injusticias. Hablar de Miller como "el más grande" equivale a jalarle la mortaja al gran Eugene O'Neill (1888-1953, autor de El deseo bajo los olmos, Viaje de un largo día hacia la noche y otras piezas maravillosas), a pegar un moco en la tumba de Tennessee Williams (1911-1983, quien le regaló al género humano cosas como Un tranvía llamado deseo, Un gato sobre el tejado caliente y La noche de la iguana), a escupir sobre la lápida del dramaturgo y novelista Thornton Wilder (1897-1975, a quien le debemos Los idus de marzo, La piel de nuestros dientes y Nuestro pueblo, entre otras obras de teatro), o a ponerle una tachuela en la silla al todavía vivo Edward Albee (nacido en 1928 y autor, entre otras, de Historia del zoológico, La muerte de Bessie Smith, El sueño americano y ¿Quién le teme a Virginia Woolf?) De paso: este mes se conmemora el 22 aniversario de la muerte estúpida de Williams. Un 25 de febrero el dramaturgo murió asfixiado en un hotel de Nueva York cuando pretendía deglutir unas cápsulas de barbitúrico y se tragó, en cambio, el tapón de plástico del frasco de medicamentos.

http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/11/obituarios/1108146302.html

EL MEJOR HOMENAJE a Miller que pude encontrar es el del británico Harold Pinter, otro grande del teatro, quien, sin poner a su colega muerto por encima de nadie, dijo con sencillez: "era un gran dramaturgo y un gran hombre, y un gran amigo mío. Pero era además un hombre muy digno y formidable, un hombre independiente. Era muy honesto en la rara integridad de su escritura (...) En Estados Unidos no lo querían mucho porque era claridoso y crítico en torno al estilo de vida de su país".

http://news.bbc.co.uk/1/hi/entertainment/arts/4258707.stm

EL DATO ARCHICONOCIDO de la biografía de Miller (lo que habla pésimo de la cultura de masas de Occidente) es su desafortunado matrimonio con Marilyn Monroe, que duró menos de un lustro (de junio del 56 a enero del 61): todo un récord de longevidad de pareja, o tempora, o mores, para los índices de principios del siglo XXI, pero un lapso demasiado breve según los cánones de mediados del XX. Ciertamente, esa relación marcó la obra del dramaturgo (Los inadaptados, Después de la caída), pero lo que orienta el morbo del público no es eso, sino que Arthur pernoctó con una mujer muy codiciada en términos sexuales. "Verbo mata carita", habría podido jactarse el escritor ante Joe DiMaggio, el agraciado beisbolista que fungió como marido anterior de la actriz. Marilyn se bajó del tren (o la bajaron) en la estación de agosto del 62: sobredosis intencional o accidental de barbitúricos (otra vez los barbitúricos), asesinato ordenado por los Kennedy (John Fitzgerald o Robert o ambos), o quién sabe. Tanto en su vida como en su muerte, la esposa de DiMaggio y de Miller (y de varios otros antes de esos dos) me había parecido un personaje un tanto frívolo, pero un día leí la Oración por Marilyn Monroe de Ernesto Cardenal (el profeta de Solentiname acaba de cumplir 80 años), y cambié de opinión: "Señor/ Recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe/ Aunque ése no era su verdadero nombre/ (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años/ y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su Agente de Prensa/ sin fotógrafos y sin firmar autógrafos/ sola como un astronauta frente a la noche espacial."

http://www.marilynmonroe.com/about/bio.html

EL AÑO DE LA MUERTE de Marilyn Arthur se casó -en terceras nupcias- con la fotógrafa austriaca Ingeborg Morath, con la cual halló la felicidad, la paz, la aburrición, o las tres cosas. Esa unión duró cuarenta años, hasta que la muerte (la de ella) los separó, en 2002.

MILLER FUE EXCEPCIONAL en muchos aspectos, y uno de ellos es el de haber sobrevivido, a contrapelo de la tendencia demográfica, a sus parejas femeninas. Según un reportaje de María Valero, la mayor esperanza de vida de las mujeres está documentada "desde que los registros de población existen", pero hasta la fecha no hay una explicación incuestionable de ese fenómeno. Otro que vive más que sus parejas es el pelmazo de Carlos Windsor, quien acaba de anunciar su próximo matrimonio con Camila Parker-Bowles. Para que el enlace entre esos antiguos novios -andan juntos desde hace 35 años y desde 11 antes del matrimonio de Carlos con Diana Spencer- pudiera tener lugar, era indispensable que la señora Spencer falleciera, y así ocurrió, en un paso subterráneo del Pont de l'Alma, en París, en agosto de 1997. Hasta la fecha, las malas lenguas dicen que la corona británica mandó asesinar a Diana, y en la realidad real es posible que no sea cierto. En cambio, si hubiera que escribir la historia de esos deplorables desamores en clave literaria, la estricta e inflexible realidad narrativa exigiría el homicidio de esa suerte de versión mejorada -sexuada y más atractiva- de Teresa de Calcuta. Pero Alá es más sabio.

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/02/11/mujer/1108136913.html

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