Usted está aquí: martes 22 de febrero de 2005 Espectáculos "Somos hijos de la volcana", dicen al recordar la erupción del Paricutín

Cada año, desde hace 62, los sobrevivientes regresan a ofrendar lo que perdieron

"Somos hijos de la volcana", dicen al recordar la erupción del Paricutín

Nació de la tierra y ésta se abrió como las mujeres para parir, comenta nana Catalina al rememorar lo sucedido

En Caltzontzin, no hay tierra para sembrar, todo es diferente, lamenta

LUIS GABINO ALZATI LA JORNADA MICHOACAN

Ampliar la imagen Fidel Dur�Pulido y su esposa Nicolasa Isidro Ch�z, purepechas originarios de San Juan Viejo, pueblo que qued�pultado bajo la lava, posan bajo una pintura del volc�en la oficina de la tenencia de la tierra en Caltzontzin, Michoac�FOTO Jos�arlo Gonz�z

Morelia, Mich., 21 de febrero. "¿Qué comeremos allá adonde vamos?, le pregunté a mi tata cuando tuvimos que salir de nuestra casa, de seguro no va a haber comida y todos moriremos de hambre. Entonces agarré una pequeña cubeta y la llené de nixtamal para que al menos tuviéramos algo con qué alimentarnos.

"Pero, como íbamos aprisa tuve que arrojarla en el camino y se la tragaron las llamas, como a todo lo demás. Quería volver a mi casa cuando se enfriara el fuego, no sabía que jamás regresaríamos a nuestro pueblo, aún recuerdo como era", mencionó nana Catalina, una de las habitantes más respetadas de la comunidad de Caltzontzin, Michoacán y sobreviviente de la primera erupción del Paricutín, el 20 de febrero de 1943, cuya lava destruyó los pueblos de Paricutín y San Juan Parangaricutiro y arrasó cientos de hectáreas de bosque y campos de cultivo, y esparció una estela de ceniza sobre Angahuan, Zacán y Uruapan.

En un periodo no mayor a dos semanas, el fenómeno obligó a las autoridades a desalojar a los pobladores de Paricutín y San Juan, quienes fueron recibidos de manera temporal en otros pueblos, hasta que los líderes de ambas comunidades y autoridades federales y estatales concretaron la fundación de sus asentamientos en los actuales San Salvador Combutzio, Caltzontzin y San Juan Nuevo.

Sólo los rastros del recuerdo

De Paricutín hoy, no quedan más que los recuerdos de su gente, ya que la comunidad entera sucumbió bajo la lava; en cambio, la existencia de San Juan de las Colchas (como era conocido en aquella época) es atestiguada por las ruinas de la iglesia de El Señor de los Milagros, la cual fue erigida en 1618 y cuyas emblemáticas torres se yerguen sobre las rocas, la izquierda para hablarnos del pasado, y la derecha (inconclusa) que advierte el mal logrado porvenir.

Los pobladores de estas localidades son conocidos como Los Hijos del Volcán, aunque nana Cata precisó: "Somos hijos de la volcana".

-¿Volcana?

-Sí, porque es mujer. No deberían llamarle volcán, ya que nació de la tierra y ésta se abrió como las mujeres al parir.

Un grupo de mujeres relató lo acontecido en la víspera de la erupción: "En la loma donde nació el volcán había muchos árboles de uinumu (pinos), cerca de ahí, mi tata y mi hermano arriaban el ganado.

La tierra que se traga las hojas

"Un día mi nana me mandó a llevarle la comida a mi hermano que andaba en el monte cerca de donde había un hoyo, como chiquito, a mí no me gustaba ir allí, porque nos decían los grandes que era peligroso, y como él era muy travieso y le gustaba espantarme me dijo, ven hermanita a ver cómo la tierra se traga las hojas y le ponía una redonda y grande, que se conoce como yerba de burro, a veces el hoyo aspiraba lo que le ponían y otras lo aventaba lejos, era un respiradero de la Tierra."

Otra anciana reseñó un interesante presagio de la catástrofe que estaba por ocurrir: "En el terreno donde nació el volcán hubo muchos árboles repletos de uinumu, pero antes de que comenzara la erupción llegó una plaga de chapulines, que se comió todo el follaje de los pinos, la gente de Paricutín se espantó porque nunca habíamos tenido plaga en el pueblo, en cierto modo creo que nos estaban avisando que algo malo iba a pasar".

Nana Cata también recuerda los terremotos que cimbraron su casa en el desaparecido Paricutín. "Empezaron suaves -dijo-, pero cada vez temblaba más fuerte y más seguido, hasta que unos días antes de que explotara ya temblaba cada cinco minutos, muchos nos salíamos a dormir y a comer fuera de las casas porque teníamos miedo de que se nos cayeran encima y nos mataran, ya que muchas tenían cuarteaduras en las paredes o se estaban cayendo los techos."

-¿Qué pasó aquel 20 de febrero de 1943?

-Cuando se abrió la tierra empezó a sacar humo, después de un rato sacó piedritas y más tarde comenzaron a verse como olas que en el aire se abrían como tortillas, se veía bonito, pero era lava que se quedaba en el piso hasta que se formó un altero (se le dice a un conjunto de tortillas) por eso está tan alta la pared de piedra. Así sacaba día y noche, por eso pronto se acercó al pueblo.

"Me dio tristeza ver cómo la lava tumbaba los postes de las parcelas. Ya habían pasado 15 días cuando nos sacaron de ahí, aunque muchos no querían, hubo viejos que prefirieron morirse en sus casas, porque decían que si la madre tierra eso quería para ellos, ahí se quedarían; otros se murieron cuando llegamos acá, comieron aguacate, porque no había nada más y les dio bilis por el susto."

"No nos gusta este pueblo, pero ya nos acostumbramos"

La anciana comentó que la mayor parte de los sobrevivientes de la erupción se establecieron en Caltzontzin, aunque otros se quedaron en Zacán y Angahuan. Hoy, a 62 años de su deportación asegura: "A nosotros no nos gusta este pueblo, donde ahora vivimos, aunque ya nos acostumbramos, pero si pudiéramos nos regresábamos cerca de donde nacimos, porque aquí estamos entre la carretera y las vías del tren, no hay mucho terreno para sembrar, el clima es diferente, todo es diferente; los más jóvenes ya son de aquí, pero nosotros no. Por eso cada año regresamos al pie de la volcana para ofrendar y recordar lo que pasó, lo que dejamos. Algunos suben al cráter, otros, los más viejos, nos quedamos abajo".

 
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