Usted está aquí: martes 22 de febrero de 2005 Opinión Despejando la memoria

Marco Rascón

Despejando la memoria

El México actual no puede pintarse en blanco y negro. El presente acumula muchas contradicciones y paradojas que fácilmente pueden culminar en tragedia al abrir un nuevo ciclo. Lo que testificamos no es la transformación de las instituciones, sino la ruptura y el camino al caos que dará lugar a un nuevo orden político y social, constituido por las nuevas fuerzas políticas surgidas del compromiso verdadero, no del lodo ni de las mentiras con las que hoy se entretienen los improvisados políticos, alimentando su ambición y demostrando su falta de talento patriótico.

En México no existe la justicia porque ha sido instrumento de los poderosos para someter social, política y económicamente a la sociedad. Y ahora, ante el juicio de procedencia contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal, es comprensible que la justicia se muestre de nuevo parcial, se entiende que se sospeche del Poder Judicial dado el enorme descrédito histórico que acumula desde la fundación del Estado independiente, pero ¿esto llevará verdaderamente a la ruptura que amenaza?

A pesar de todo, no es un castigo, sino un regalo para quien ha fundado su estrategia en la confrontación personal y en hacer de su persona el programa, el rumbo y el concepto. La estrategia se construye con atributos como la honestidad y la valentía para ser depositario de la esperanza de quienes creen en él y lo siguen. Basta una crítica o el simple debate para que el interlocutor sea fácilmente catalogado de cobarde, deshonesto y un peligro para la esperanza por los nuevos camisas pardas surgidos del Gobierno del Distrito Federal. Andrés Manuel López Obrador construye su imagen dibujando a sus adversarios e imitándolos, robándoles los atributos que él mismo asigna; en su persona, lo oscuro se hace luz e imposición.

En agosto de 2004 estableció que era inminente el supuesto "desafuero". En septiembre próximo dará inicio el periodo ordinario legislativo y esto fue interpretado como la amenaza. No sucedió nada y la gran concentración en el Zócalo se transformó en el fantasma que acabaría con las finanzas de la ciudad (artículo 122) y por ello sus núcleos tomaron la tribuna del Congreso, dividieron a la propia opinión pública, mientras él se mantuvo en la idea del conflicto, alimentando la presencia en el Coliseo.

Hoy de nuevo, antes del periodo ordinario, se estira la liga en una campaña de "resistencia civil" contra la nada, pues la sección instructora pasará semanas dándose todo el tiempo, mientras el jefe de Gobierno transforma la agenda del gobierno y sus responsabilidades en una defensa contra los molinos de viento: una fecha que llegará, pero que aún no está definida. Va la segunda.

Las voces en su defensa afirman que el estallido es inminente. El sueño de López Obrador en la cárcel y el país reclamando su presencia en Los Pinos alimenta no sólo las torpezas de los victimarios, sino el goce de la víctima que a partir de esto ha podido imponer a Leonel Cota de presidente nacional del PRD, a Martí Batres en el Distrito Federal, a Marcelo Ebrard, como su sucesor en el gobierno, y un Proyecto Alternativo de Nación (el nuevo PAN) que consiste en convencer a la oligarquía nacional y a los estadunidenses de que él es la continuidad natural de Zedillo y Fox.

¿Puede López Obrador conducir la gran batalla con un estado mayor integrado por Manuel Camacho, Socorro Díaz, Ricardo Monreal, Leonel Cota, Jesús Ortega, Amalia García, René Bejarano y Jesús Zambrano? ¿Son hombres éstos de convicciones para una ruptura? ¿Qué los motiva ahora para llamarnos a la resistencia civil en las calles, cuando han sido operadores de la contrainsurgencia en 1988 y en 1994? ¿No aparecía Socorro Díaz en la televisión con tubos y palos anunciando el gran "golpe" del gobierno contra los zapatistas detenidos en Veracruz en aquel febrero de 1995? ¿O Manuel Camacho con Salinas negociando con Acción Nacional la manera de detener al cardenismo? ¿Existe autocrítica o es pura utilización de unos y otros?

Existe la preocupación en la memoria de que todo terminará como suele hacerlo: en la confusión y en la nada. Ahí están el abandono de la lucha social en Tabasco, sus derrotas consecutivas allá (nadie es profeta en su tierra), el abandono repentino e inmaduro de la presidencia nacional del PRD tras el fraude interno y la anulación de las elecciones del 14 de marzo de 1999. ¿Cómo terminará el Gobierno del Distrito Federal? En la situación actual, ¿adónde conduce el gobierno surgido del PRD? ¿Se podrá ganar de nuevo o López Obrador también entregará este bastión?

Lo que se está forjando es una gran y nueva derrota hacia la Presidencia y el Gobierno del Distrito Federal. Queda suficientemente claro que no hay dirección legitimada ni concepto ni temperamento para la guerra. ¿Por qué tanto daño a la izquierda desde adentro? ¿Cuándo se despejará de nuevo la memoria de lo que éramos y por lo que luchábamos? ¿Quiénes somos ahora? Despejémonos.

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