Usted está aquí: martes 22 de febrero de 2005 Opinión Arco 2005

Teresa del Conde /I

Arco 2005

Pasará tiempo antes de que México sea de nuevo país invitado en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco y, por tanto, es poco probable que las salas de exhibición temporal (no en su totalidad) del Museo Reina Sofía y otros espacios, como el Palacio de Cristal en el Buen Retiro, sede de la muestra de Gabriel Orozco, alberguen pronto colectivas e individuales de arte contemporáneo de México. Esta sección ha dado cuenta de varios hechos mediante la puntual cobertura de Merry Mac Masters, por lo que yo sólo intento expresar algunas inquietudes.

1. Las expectativas generadas por una oportunidad que se antojaba tan importante quedaron cuestionadas debido a la multiplicidad de intereses y a la saturación de intenciones, cosa que a mi parecer produjo que la totalidad del proyecto haya resultado ininteligible para muchos. Pienso que las presiones fueron excesivas y todavía no acabamos por entender y asumir que cuando las ideas y pensamientos son concertados y se suman a acciones plausibles, las organizaciones de esta índole pueden tomar un perfil más nítido.

2. En Arco existió una intención rectora que se quedó en eso por parte de los curadores llamémosles ''oficiales": Carlos Ashida y Julián Zugazagoitia. Pretendieron dar una visión generalizada de lo que sucede con el arte mexicano, en sentido más cronológico que histórico. El arranque se dio con un icono sacro que no corresponde con el grueso de las piezas exhibidas en los módulos.

La presencia de Las dos Fridas tuvo un efecto doble: por un lado es cierto que un sinnúmero de asistentes lograron ver el cuadro, mas no fueron pocos los que se contentaron con eso, absteniéndose de recorrer los pabellones donde se ubicaron las galerías invitadas. Eso me consta, porque hice entrevistas al respecto. Una fotografía del cuadro en tamaño equivalente o hasta un magnífico póster hubiera funcionado igual, pues de tanto servir de emblema, la pintura ha acabado por perder algo de aquella aura a la que se refería Walter Benjamin en uno de sus más reproducidos ensayos.

En todo caso, la pintura es una pieza de museo y está bien que se exhiba en la Tate Modern, donde tendrá lugar una muestra de Frida el próximo verano, pero la verdad me resultó indecoroso que sirviera de telón para la fotografía inaugural de la feria, en la que aparece la famila real española junto con la otra familia ''real" mexicana, el cuadro no se vio en su totalidad en estas tomas, porque debido a la presencia de uno de los cuatro personajes, todos dando la espalda a la pintura, la Frida tehuana quedó obstruida.

¿Por qué ostentarlo como emblema en un sitio destinado a vender arte? Una feria de arte es, antes que otra cosa, un intento de promover, mediante ventas (y buena falta que hace) los productos artísticos; si hay pinturas, pongamos por caso de Rufino Tamayo, que se encuentran en circulación, ¿por qué no haber elegido una de ellas? De hecho el módulo de los Remba contaba con mixiografías de este y otros maestros, Carlos Mérida, Gun-ther Gerzso, Francisco Toledo y otros se encontraron también representados en diferentes áreas.

Alberto Gironella hubiera hecho magnífica entrada y de Manuel Felguérez se exhibía una de sus mejores pinturas recientes de formato amplio. Se perdió esa oportunidad. Es claro que un conjunto de propuestas emitidas por quienes tienen la voz fuerte, no podía fallar en suscitar controversias, cosa que los curadores y sus delegados sin duda tuvieron en cuenta.

3. Recorrer la totalidad de los estands integrados al Parque Ferial Juan Carlos I, observando a fondo, resulta casi imposible. México ocupó allí un porcentaje discreto, pero relevante en los pabellones 7 y 9. Lo que percibía el espectador que se proponía recorrer la totalidad de los pabellones, es un retorno a la pintura, si no como modo híperprivilegiado de expresión, sí como opción que vuelve por sus fueros después de décadas.

Ahora pudo verse bastante pintura, buena, regular y mala, pero tengo la impresión de que siempre llegamos tarde al movimiento pendular que es inherente al tiempo, a la moda y a los modos. Pongo como ejemplo el caso del estand de la galería Pecannins, donde se exhibió un vistosísimo e ingenioso sofá de Pedro Friedeberg.

Allí había un cuadro muy vital, reciente, de Gabriel Ramírez (uno de los representantes de la Ruptura) que apenas colgado, se vendió.

No por poner ese ejemplo dejo de considerar que las piezas con luz neón de Pablo Vargaslugo exhibidas en OMR lucían ad hoc o que los insectos-robots, emisores de sonidos electrónicos, del músico Ariel Guzik, representado por Emma Molina, atrajeron muchísimo público.

 
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