Usted está aquí: martes 22 de febrero de 2005 Política El gran fraude del presupuesto

Molly Ivins

El gran fraude del presupuesto

Austin, Texas. Siento como una mordedura de víbora sólo de pensar en elogiar cualquier propuesta de George W. Bush. Cada vez que escribo una columna en la que digo "¡Miren, hizo algo bueno!", él hace otra cosa que lo vuelve menos bueno o de plano malo. Incumplió su acuerdo con Ted Kennedy sobre la famosa Ley Que Muchos Niños se Queden Atrás, a la que ahora le faltan recursos por 12 mil millones de dólares. Y nadie ha visto esos 15 mil millones que prometió para combatir el sida en Africa.

Ahora resulta que el repulsivo beneficio de medicamentos de patente del Medicare, tal vez la legislación más obscenamente deformada que haya visto yo escrita jamás, además de ser una veta de oro para las compañías farmacéuticas, vendrá a costar al cabo de diez años, no los 400 mil millones prometidos, sino un billón 200 mil millones. (Para los fanáticos del Departamento de las Grandes Cifras, el gobierno estima ahora que habrá "compensaciones" del fiasco de las medicinas de patente que reducirán ese billón 200 mil a sólo 720 mil millones. ¿Se acuerdan cuando intentaron despedir a esa fuente interna que reveló que costaría por lo menos 530 mil? Y no cuenten con esas compensaciones. Esos tipos tienen notable imaginación: cuentan como ingresos seguros mil millones de la perforación petrolera en el Refugio Nacional de la Vida Silvestre en el Artico, proyecto que el Congreso ha rechazado en los cuatro años anteriores.)

Dicho todo esto, de veras encontré una buena idea en el presupuesto de Bush: poner un tope más bajo a los subsidios agrícolas. Tres cuartas partes de esos subsidios federales van al 10 por ciento más rico de las empresas del sector. Aquí no se trata de una cuestión de estados rojos y azules: dos terceras partes de las granjas estadunidenses -las que son operadas por familias y pequeños productores- no califican para subsidios de ninguna especie. Durante años las agroempresas se han ocultado con éxito detrás del escudo sacrosanto del "granjero familiar", mientras éste se sigue jodiendo. Es un fraude monumental, empeorado por una laguna legal que ha permitido que enormes empresas agrícolas cobren millones de dólares al año disfrazándose como si fueran distintas compañías. Los programas de conservación de granjas son mucho más sensatos y sí benefician a las granjas familiares.

Y, dicho esto, qué documento más falaz, mentiroso y pestilente es este presupuesto 2006.

En primer lugar, tratan de inducirnos a creer que el déficit es menor de lo que es, utilizando un número falso del año pasado: una primera evaluación muy alta del déficit, para que puedan proclamar que éste ha sido "dramáticamente reducido". El déficit real del año pasado fue de 412 mil millones, el más alto de la historia, y según el presupuesto de Bush el de este año será de 427 mil millones. El verdadero déficit, contando el gasto de guerra, se disparará a un billón 400 mil millones para 2010, según ese plan.

En segundo lugar, el presupuesto no contiene ninguno de los gastos de la guerra en Irak ni el plan de seguro social de Bush, que presumiblemente estará en vigor para entonces.

En tercero, los valores reflejados en este presupuesto están deformados.

Los recortes quitan fondos a escuelas menesterosas, asistencia al cuidado infantil, programas ambientales (un enorme 10.4 por ciento), estudiantes (el presidente mintió sobre las Becas Pell), veteranos, Medicaid, estampillas de alimentos: básicamente, los más pobres y débiles de los estadunidenses. La abrumadora mayoría de ese dinero va a los más ricos, que obtendrán recortes permanentes de impuestos, y al Departamento de Defensa, el monstruo.

Según el presupuesto, la Defensa obtiene un incremento de 4.8 por ciento, de por sí bastante malo (una vez más, sin contar Irak). Pero, como explica William Saleton en un artículo en Slate.com, lo que el secretario Donald Rumsfeld ha hecho es ocultar al menos 40 mil millones de dólares en gasto corriente dentro de la asignación suplementaria que se deberá aprobar para la guerra en Irak.

Cuando se le preguntó si pensaba esconder gasto corriente en la iniciativa de emergencia para la guerra, contestó: "Eso estaría mal y no lo haríamos. Todo está a la vista", lo cual arrancó carcajadas a los periodistas. Saleton calcula que es un aumento de 10 por ciento, sin Irak. Otros estiman aún más. Ja, ja, ja.

Hubert Humphrey dijo: "La prueba moral de un gobierno es cómo trata a quienes están en la aurora de la vida, los niños; a quienes están en el ocaso, los ancianos; a quienes están en la penumbra de la vida: los enfermos, los menesterosos, los discapacitados". Para Bush todos ésos parecen ser blancos de ataque.

Soy gran partidaria del acéptalo o cállate, así que diré de dónde sacaría yo el dinero para esos programas. Que los recortes de impuestos no sean permanentes: van en forma desproporcionada a los mucho más ricos del país; es grosero. Y detengan esos dos nuevos recortes fiscales que son exclusivos para los muy, muy ricos. Ni un centavo más, ya no digamos otros 9 mil 700 millones, a ese programa ridículo e inútil que es la Guerra de las Galaxias. Busquen esos 8 mil 800 millones que el inspector general de la reconstrucción de Irak dice ahora que no aparecen justificados en ninguna parte a causa de "graves ineficiencias y mala administración". Ese severo informe también señala que la falta de supervisión permitió que la corrupción permeara esos fondos.

Ah, y si el Congreso quiere retener su poder de compra, le sugiero mirar con mucha atención la letra pequeña de esta joyita: propone presupuesto y asignaciones bianuales (por supuesto, no en años electorales), asignaciones automáticas, veto presidencial a las resoluciones presupuestarias conjuntas (documentos de planeación del Congreso para asignaciones) y mucho, mucho más.

© 2005 Creators Syndicate Inc.

Traducción: Jorge Anaya

 
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