Usted está aquí: martes 22 de febrero de 2005 Política Atrapados sin salida

José Blanco

Atrapados sin salida

En la etapa inicial del infausto gobierno de Fox, el Presidente entonces recién electo expresó algunas veces que "gobernar es comunicar". Todo era un asunto de medios "bien" manejados, todo era asunto de publicidad y propaganda. No nos explicó entonces que comunicar es inventar e intentar manipular a la sociedad con imágenes y mensajes ad hoc. En la ceremonia por el Día del Ejército, Fox "gobernando", "comunicó": "la ciudadanía en todo el país está en paz, tranquilidad y armonía, viviendo su democracia y su libertad".

Por supuesto, gobernar no es comunicar; lo es sólo en el marco de un neoliberalismo a ultranza donde el "mercado" lo resuelve todo, mientras el gobierno "comunica" seguramente lo que la ciudadanía debe hacer, y lo que el Presidente ve que ocurre y se lo dice a la sociedad: la idea es transmitir el mensaje de que lo que la sociedad ve es ilusión de óptica, en tanto que lo que el Presidente ve son los hechos efectivos de los que la sociedad no se percata. Esta vez nos enteramos que "la ciudadanía ¡en todo el país! ¡está en paz!, ¡tranquilidad! y ¡armonía!, ¡viviendo su democracia y su libertad!" ¡Qué bueno saberlo porque muchos temíamos, quizá la mayoría, que estaba ocurriendo exactamente todo lo contrario!

A pesar de estos insólitos mensajes, que en tiempos pasados se podría haber dicho que sólo podían ser oídos en el otrora famosísimo manicomio de La Castañeda -donde típicamente había quien estaba seguro de ser Napoleón o Jesucristo-, hay en tales mensajes un trasfondo no tan desquiciado: una invocación a fuerzas milagrosas que puedan conjurar la amenaza de desestabilización social y política y aun de violencia, que se aproxima con fuerza mayor conforme se acercan las campañas políticas y los comicios del año venidero, mientras México parece atrapado sin salida frente a la sucesión presidencial, y de esa preocupación por la desestabilización dio muestra ya la CIA en un informe interno sobre lo que puede ocurrir allende la frontera sur estadunidense con este país aparentemente predestinado sin remedio a enfrentar una crisis de la que nadie puede salvarlo.

No hay partido sin riesgo de partirse (más) y cualquier hipótesis política parece peor que cualquier otra. El PRI se partirá según todos los indicios, a pesar de su dilatada historia de pleitos internos, que son finalmente modos de alinearse a un acuerdo que les resulte conveniente en términos del alcance o la retención del poder. Esta vez no existen las condiciones de siempre: no hay árbitro. Para comenzar la profesora secretaria general puede o no firmar la convocatoria a su asamblea general en la que se tomarán los acuerdos acerca de las formas como elegirán a su candidato, mientras el tucom se dispone, aparentemente, a impulsarla a la presidencia del CEN priísta. De otra parte, está claro que no existe consenso alguno sobre quién será el elegido. La guerra será a muerte (esperemos que estas palabras no resulten, respecto a los hechos, literales).

En el PAN las cosas aún no arden, pero están subiendo de temperatura día con día. Está claro que los doctrinarios no están necesariamente de acuerdo con la candidatura de Santiago Creel ni tampoco en quién debe presidir a ese partido. Fox tiene su candidato y el PAN el suyo. Las cosas no terminarán en la feliz armonía foxista que nos ha prescrito.

En el PRD las cosas por supuesto están bastante subidas de tono; es probable que allí exista el menor conflicto respecto al candidato a elegir, pero su candidato está en la cuerda floja por decisión de Fox de eliminarlo de la contienda presidencial -con lo cual el Presidente está logrando alta cohesión entre las tribus, lo que por ellas mismas no conseguirían-; de todos modos la decisión real sobre el desafuero será del PRI. Ya se sabe que en este partido no hay acuerdo en relación con el desafuero, pero bien puede tratarse de una pura estratagema.

El futuro de la República estará en problemas muy serios si resulta gobernante cualesquiera de los tres partidos. Además de que será sin vuelta de hoja un gobierno dividido, sin instituciones adecuadas a tal realidad.

Aun con la mayor intención de votos en el momento actual, Andrés Manuel López Obrador sigue una línea política sinuosa y muy poca clara para la sociedad. El problema del desafuero, si es llevado hasta sus últimas consecuencias creará, por decisión de López Obrador, un gran problema social y político en el país.

El desafuero será un acto de fuerza política sin sustento jurídico, impulsado por el gobierno y por el PRI, que puede traducirse en tsunami social provocado por López Obrador y sus huestes. Y ya conocemos la trayectoria del estilo populista de su protesta: toma de esto y aquello (remeber lo pozos petroleros de Tabasco), "éxodos" por todas partes, como se dijo en lengua bárbara. Y mucho más. Por supuesto, a estos problemas se sumarán las decisiones que tomen los perredistas para contender, porque no se quedarán milando las hazañas movilizadoras del tabasqueño. Sin salidas, estamos atrapados.

 
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