Usted está aquí: domingo 27 de febrero de 2005 Opinión Sangre, sudor y bancos

Editorial

Sangre, sudor y bancos

En los cuatro años del presente gobierno, el pago de los intereses por la deuda externa pública y privada absorbió casi en su totalidad los 48 mil 718 millones de dólares por concepto de remesas hechas por trabajadores mexicanos desde Estados Unidos, ya que, según el Banco de México, el gobierno pagó por ese servicio 48 mil 116.7 millones de dólares.

Por consiguiente, los trabajadores mexicanos (quienes pusieron en peligro su vida y su libertad, y sufrieron penas, angustias y de-sarraigo propios de la migración) se convirtieron en importantísima mercancía de exportación y su sangre y sudor llenó las arcas de los acreedores. La ilegalidad, el racismo, la discriminación, los salarios inferiores percibidos por ser de otro color o por no tener todos los documentos necesarios se contabilizaron en dólares y sirvieron para pagar los intereses de una deuda contraída por otros ­empresarios y gobernantes­ en nombre del país. Lo ganado duramente en el exterior no sirvió para el de-sarrollo de México ni para mejorar la situación social de los mexicanos, ya que ese dinero fue a parar directa y automáticamente a los bancos de Estados Unidos.

La teoría neoliberal planteó que México debía explotar sus ventajas comparativas y exportar, exportar, exportar. Es lo que se ha hecho con los migrantes, aunque los gobiernos neoliberales no incluyeran entre dichas ventajas más que el poco costo de la mano de obra, sin prever que, precisamente, ese factor y la atracción de un mercado de trabajo externo con salarios más altos iba a provocar el despoblamiento de regiones enteras y una migración récord. Y aunque entre los productos de exportación no figuraban los brazos y los cerebros de los trabajadores mexicanos, ni hubiera un rubro de "carne humana", el hecho de que las remesas de los connacionales se hayan convertido en la segunda fuente de ingresos del país y que con ellas se pague una deuda insoportable e inmoral, es algo que condena por sí mismo a las políticas que no sirven para el desarrollo de México y que agravan su dependencia.

México, el sector rural sobre todo, pierde a las personas más jóvenes, preparadas y fuertes, e hipoteca así su futuro simplemente para poder echar dinero en el barril sin fondo de la deuda para pagar los intereses de la misma, sin que el capital debido disminuya. ¿No sería acaso necesario discutir cómo renegociar la deuda inclusive disminuyendo drásticamente lo que razonablemente se puede pagar, como acaba de hacer Argentina? ¿O se espera duplicar el número de emigrantes para contar así con un excedente que permita el desarrollo o contraer nueva deuda?

 
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