Usted está aquí: miércoles 2 de marzo de 2005 Opinión La separación de los cuerpos

Javier Flores

La separación de los cuerpos

Uno de los rasgos comunes a todas las tecnologías reproductivas, desde la inseminación artificial hasta la clonación reproductiva, es la separación de los cuerpos.

No está claro cómo, desde un punto de vista evolutivo, se pudo haber ido de la fisión o la partenogénesis de los organismos unicelulares -en las que un solo individuo se divide compartiendo sus atributos con los dos seres que se forman a partir de él- a la reproducción sexual, en la que dos individuos se asocian para crear a un tercero, resultado de la combinación de los atributos biológicos de los dos primeros, a quienes llamamos padres. Pero al menos podemos estar seguros de que en los orígenes y desarrollo de nuestra especie, ha estado implicada una forma de reproducción sexual, en la que se establece la relación entre dos sujetos con atributos biológicos complementarios. Esta asociación requiere del contacto físico, del coito, que hace posible la unión de las células sexuales y el intercambio de material genético. Desde nuestros orígenes, ésta ha sido la modalidad mediante la cual se ha garantizado el embarazo, el parto y, en consecuencia, la continuidad de nuestra especie.

Sin embargo, hoy todo ha cambiado. Hemos ingresado a una nueva era en la que los seres humanos pueden provenir, además de la unión corporal de sus progenitores, de una forma completamente distinta. Se trata de una especie de salto evolutivo desde el punto de vista de la reproducción sexual. La procreación no requiere ya del contacto de los cuerpos. El coito deja de ser el único medio del que dispone nuestra especie para la reproducción.

Esta etapa se inaugura con la inseminación artificial, inicialmente desarrollada en 1930 para su empleo en animales con fines comerciales, y luego incorporada al tratamiento de algunos casos de infertilidad en humanos. Consiste en la recolección de semen fresco o congelado y su administración en el cuello uterino o dentro del útero. Para ello se recurre al semen proveniente del esposo o de donadores ajenos a las parejas. Un aspecto muy importante es que a partir de su aparición no solamente se emplea en el tratamiento de la infertilidad, sino también en mujeres solas que desean tener un hijo.

Esto es posible por el desarrollo de un dispositivo técnico y científico que actúa de intermediario en el proceso reproductivo, y que permite la sustitución de eventos fisiológicos, que pueden ocurrir ahora fuera de los cuerpos -en el laboratorio o en las clínicas de reproducción asistida. Desde la maduración artificial de óvulos y espermatozoides y su preservación por periodos largos, hasta la transferencia nuclear, pasando por la fertilización in vitro o la inyección intracitoplásmica de esperma. Sin entrar por ahora en los aspectos éticos relacionados con estas tecnologías, conviene detenerse en algunos de los efectos de la separación de los cuerpos, que en México se estudian activamente en la Universidad Nacional Autónoma de México.

La eliminación del coito como parte esencial de la procreación tiene enormes consecuencias sobre lo humano, pues implica cambios, como la eliminación del deseo y los elementos afectivos asociados al cuerpo implicados en la reproducción, que involucraban a la pareja sexual. También se modifican las formas de selección de la pareja reproductiva, ya que son eliminados aspectos como el cortejo y la atracción sexual, que forman parte integrante del proceso reproductivo en niveles diversos de la escala zoológica. Aunque en este punto los datos suelen ser contradictorios según la especie de que se trate, en los casos en los que se ha estudiado la relación entre la selección natural y la elección de los machos por parte de las hembras, se han postulado diferentes beneficios y costos asociados a esta decisión de apareamiento.

Se confirma asimismo la separación tajante que existe entre sexualidad y reproducción, que se hizo clara también con el surgimiento de los anticonceptivos. Se modifica además el concepto tradicional de pareja reproductiva y su correspondiente heterosexualidad, pues el donador de un componente biológico puede ser una persona completamente ajena a la pareja, lo cual permite que la aportación de materiales biológicos provengan de alguien del mismo sexo que la receptora, como en el caso de la transferencia de citoplasma, o bien de un donador homosexual. La decisión de mujeres solas, por su parte, abre el camino hacia una individualidad reproductiva.

La distancia corporal que se crea entre los participantes del proceso reproductivo cambia por completo la noción tradicional de pareja mujer-hombre total o parcialmente heterosexual. Se modifican, por lo tanto, las relaciones de parentesco y surgen nuevas bases biológicas para la asociación reproductiva.

Sirvan estas reflexiones para dar la bienvenida al día de la familia.

 
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