LETRA S
Marzo 3 de 2005
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La familia nuclear, una familia de tantas

Hans-Peter Muff

Carolyn Jones

Jan Saudek

Sebastiàn


El concepto tradicional de familia --la familia nuclear o "natural", dominada por una autoridad máxima, la figura paterna-- vive hoy una fuerte crisis o un proceso de transición ineludible. Numerosos factores sociales y económicos han tenido una mayor incidencia en la lenta transformación del concepto familia que los argumentos mismos de desintegración moral a los que cómodamente acuden los grupos conservadores. La llamada familia "natural" se enfrenta a una realidad nueva y cambiante, la de los diversos arreglos familiares, como las familias monoparentales u otras fórmulas inéditas de convivencia doméstica, lo que conduce a reflexionar sobre la realidad social del país y la terquedad del dogma uniformador. En este reportaje, varios especialistas en la materia exponen sus puntos de vista y contrastan las propuestas de dos modelos de familia, uno monolítico, otro plural, y sus efectos sobre la organización social.

Antonio Medina

¿Qué queda de la alguna vez nombrada con orgullo "gran familia mexicana", esa bendita institución basada en la cohesión y la solidaridad tribales, pero también en la obediencia ciega a la autoridad paterna y en el principio fundador del "Hijos, los que Dios nos dé"? Si nos atenemos a las cifras demográficas del Consejo Nacional de Población (Conapo) y del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, lo que queda es muy poco. En unas cuantas décadas, la sociedad mexicana ha experimentado una creciente diversificación de los modos de convivencia doméstica. Según los estudiosos del tema, la industrialización y la urbanización aceleradas del país a partir de los años cincuenta del siglo XX, favoreció el desarrollo de la llamada familia nuclear, compuesta por un matrimonio y sus hijos ("la familia pequeña vive mejor"), en detrimento de las familias extendidas de padres, abuelos, hijos y otros parientes. Pero a partir de las crisis económicas de los años ochenta y de la apertura al mercado global de los años noventa, este tipo de familia también perdió terreno y entró en crisis. Al grado de que en lugar de llamarla nuclear habría que decirle "atomizada", afirma la especialista en el tema Anne Bar Din, "pues uno puede ver a sus 'partículas' volando por todos lados"1.

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2000, la mitad de los 25.4 millones de hogares existentes responde al esquema de familia nuclear. La quinta parte continúa conformada por familias extensas donde conviven varias generaciones y parientes diversos. Y el porcentaje que va en franco aumento es el de los hogares compuestos por una diversidad de arreglos domésticos como los formados por uno sólo de los progenitores (en su mayoría mujeres) con sus hijos, conocidos como monoparentales; por parejas sin hijos; por una sola persona o unipersonales; por reagrupamientos familiares con los hijos de parejas anteriores; por personas sin parentesco alguno que deciden compartir sus vidas de forma perdurable o co-residentes; y las familias y hogares formados por parejas o personas del mismo sexo. En conjunto, todas estas familias y formas de convivencia doméstica no tradicionales rebasan ya la cuarta parte del total de los hogares.

El factor que sin duda ha contribuido mayormente al cambio en los arreglos familiares y a la renegociación de los roles domésticos es la caída del ingreso familiar provocado por las recurrentes crisis económicas. Para mantener hoy en día a una familia nuclear o tradicional se necesitan sumar, al menos, dos ingresos. Ahora son ambos cónyuges los que deben proveer el sustento diario de la familia, papel antes jugado sólo por el hombre. Según el Conapo, en el 20 por ciento de hogares en México (5.6 millones) una mujer es la principal o la única contribuyente de los ingresos del hogar. La participación masiva de las mujeres en el mercado laboral está transformando radicalmente a la familia tradicional. Y como apunta el politólogo estadunidense Francis Fukuyama, son los requerimientos de mano de obra de la era post-industrial los que han cambiado, quizá más que el feminismo, los roles de género.

Como afirma a Letra S el investigador de El Colegio de México Carlos Javier Echarri, la cohabitación entre parientes muchas veces ha funcionado como amortiguador de las crisis económicas. Ante una situación crítica, señala, "lo primero a lo que recurre la gente es a la familia, es la forma que tienen de salir adelante".

El cambio de los roles tradicionales de género al interior de las familias es un factor que puede intensificar la violencia doméstica cuando el varón se siente desplazado de su rol tradicional y cuestionado en su autoridad. Según el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI), dos de cada tres hogares la padecen. Lo que explica en parte el creciente porcentaje de divorcios que alcanza al 30 por ciento del total de matrimonios.

La familia ha funcionado siempre como una institución "esponja", capaz de absorber todos los problemas ante la incapacidad del Estado de proveer los servicios necesarios a la población. Sin embargo, al parecer, la familia ha llegado a su límite de capacidad en esta función. Hoy todo mundo parece preocupado por la salud de esta institución. Pero no todo mundo coincide en el diagnóstico de la enfermedad. ¿Se trata de una institución en decadencia o en transición?

 

Una perspectiva excluyente de familia

Gran parte de la discusión sobre el diagnóstico de los hogares mexicanos se ha dado en torno al concepto mismo de familia. Sectores conservadores y grupos de ultraderecha ligados a la jerarquía católica insisten en definir a la familia "natural", formada por un matrimonio y sus hijos, como la única legítima. Todas las demás formas de convivencia doméstica no alcanzan el estatus de familia.

Su diagnóstico es que el debilitamiento de la célula medular de la sociedad se debe a la pérdida de valores y al relajamiento de la moral pública. La familia, afirman, ha perdido su función principal como transmisora de valores. Culpan de ello a lo que llaman "la cultura de la muerte", en donde engloban al feminismo y su demanda de equidad entre los géneros, al movimiento lésbico-gay y su exigencia de igualdad de derechos, a la influencia de los medios de comunicación, y al laicismo, opuesto a la enseñanza religiosa en las escuelas.

Muchos de los males que asolan a la sociedad (violencia callejera, adicción a las drogas, embarazos adolescentes etc) los achacan a la desintegración familiar o a las familias "disfuncionales", es decir, a aquellas que han dejado de responder al esquema de "natural", como las monoparentales. Un diputado local panista de Guanajuato, Martín Stefanonni, sin rubor, acusa: "existen muchísimas madres solteras que dejan a sus hijos abandonados o los dejan ahí en otras casas y esto es una contaminación muy importante para la sociedad porque estos menores no son vigilados y evidentemente cometen ilícitos" (Reforma, junio 29 de 2004).

Para contrarrestar toda esta "corriente cultural antivalores" y fortalecer el papel de la "familia natural", los sectores conservadores y religiosos han elaborado estrategias encaminadas a cambiar las políticas del Estado. Estas estrategias, según explica a Letra S el doctor José Aguilar Gil, quien encabeza la red de organizaciones civiles Democracia y Sexualidad (Demysex), siguen los lineamientos dictados por la Casa Blanca y El Vaticano. Buscan revertir los avances logrados y acordados por todos los países asistentes a las conferencias mundiales de Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994, y de la Mujer, realizada en Beijing en 1995, que han sido el motor para la ejecución de políticas equitativas y justas sobre salud, aplicación de la justicia, educación, combate a la pobreza y desarrollo social.

Lo anterior fue muy claro en el Congreso Mundial de la Familia, celebrado en marzo de 2004 en la ciudad de México y que reunió a líderes religiosos de varios países, empresarios católicos, funcionarios federales de los gobiernos de México y de Estados Unidos, instituciones de asistencia privada y organizaciones fundamentalistas, como Pro Vida (Ver Letra S, Núm. 94, mayo 6 de 2004). Réplicas a este Congreso se están realizando en otras entidades como Jalisco y Colima. "Los grupos conservadores pretenden que México retroceda en los avances logrados en los últimos treinta años en materia de derechos sexuales y reproductivos como la anticoncepción de emergencia, la ampliación de las causales de aborto en algunas entidades del país, la aplicación de programas de educación sexual en el sistema educativo nacional y que se discuta en los espacios del Estado aspectos de derechos humanos, sociales y civiles de la diversidad sexual", advierte José Aguilar.

Uno de los acuerdos de esa reunión mundial fue establecer un día para celebrar a la Familia, iniciativa del Consejo de la Comunicación ("Voz de las empresas"). Bajo el lema "Con el poder de la familia", infinidad de empresas realizan una campaña para promover la celebración de ese día.

"A mí me llegan a mi teléfono celular mensajes como 'Unefón apoya el día de la familia, celébralo con tu familia este 6 de marzo'. Yo quisiera saber qué están haciendo estas empresas para fomentar los valores y la convivencia familiar entre sus empleados. ¿Les están pagando sueldos dignos? ¿Les ofrecen seguridad social para ellos y sus familias? ¿Permiten la existencia de guarderías en sus empresas, o que los padres puedan pedir permisos en caso de enfermedad de sus hijos?", pregunta por su parte el doctor en Demografía Carlos Javier Echarri, y cuestiona que el gobierno mexicano se sume a esta campaña de un sector de la iniciativa privada sin cuestionar el carácter restrictivo del ideal de familia que se promueve.

Parte de la estrategia de estas agrupaciones conservadoras es promover cambios legislativos en materia de violencia familiar, aborto, salud reproductiva, tutela, infancia, etcétera, para devolverle a la familia el terreno que supuestamente ha perdido frente a las instituciones del Estado. Es decir, regresar al terreno de lo privado los problemas y decisiones generados en el seno de las familias, y que en los últimos años han sido materia de regulaciones jurídicas por considerarse de interés público. En palabras de José Aguilar, buscan situar a la familia "natural" por encima del Estado y que éste canalice a través de ella los recursos destinados al desarrollo social.

En este sentido, la creación de una Secretaría o Ministerio de la Familia, sería la culminación de su estrategia. En ella se agruparían todas aquellas instituciones y programas, como el Inmujeres, el DIF, el de adolescentes, de la tercera edad, etcétera, para fortalecer las políticas encaminadas al desarrollo familiar. La diputada del PAN Adriana González Furlong, presidenta de la Comisión de Grupos Vulnerables de la Cámara de Diputados, expresó a Letra S la necesidad de crear dicha Secretaría "para dar atención integral a todas las problemáticas que existen al interior de la familia, y se responsabilice a esa instancia de gobierno de las problemáticas de las mujeres, de los adultos mayores, de los niños o los discapacitados, por medio de la asistencia o del desarrollo, pero lo importante es que se atiendan".

Pero en lugar de abordar estos problemas desde una perspectiva de género, como proponen feministas y agrupaciones de mujeres, los sectores conservadores promueven que se atiendan desde una "perspectiva de familia", que, según González Furlong, "permitiría que los valores morales permearan todas las acciones del gobierno, ya que la familia representa la presencia física, mental y espiritual del hogar. Si viéramos con perspectiva de familia todas nuestras acciones, otro gallo nos cantaría, pues las personas que están en las instituciones públicas no permitirían que entre unos y otros haya traición, vendan droga o transgredan las reglas, porque si vemos como nuestra familia a los de afuera, a quienes servimos, no buscaremos hacerles daño", concluyó.

 

Una perspectiva plural de familias

Para muchos de los estudiosos y trabajadores sociales especializados en el tema, la visión conservadora sobre la crisis de la familia peca de simplista. Sostener que su debilitamiento se debe a una pérdida de valores morales y religiosos es no querer ir al fondo del asunto. Pero lo más peligroso es que su modelo de familia "natural" resulta discriminatorio y excluyente. Dividir a las familias en "funcionales" y "disfuncionales" es promover el estigma sobre la diversidad de modos de convivencia doméstica que no se ajustan al modelo de familia "natural" o nuclear. "Imagine usted un niño que por azares del destino vive con su madre y su abuela, sin la figura paterna, y se la pasa viendo en los promocionales de la campaña las imágenes bucólicas de una familia nuclear, ¿qué va a sentir? Va a pensar que no está acorde o que no encaja de lleno en la sociedad. Eso le puede producir un daño psicológico", afirma Carlos J. Echarri.

Por su parte, la diputada del PRD Angélica de la Peña, presidenta de la Comisión de Niñez, Juventud y Familias de la Cámara de Diputados, critica esa concepción excluyente que ubica familias "disfuncionales" para culparlas por carecer de la figura masculina. "Sería catastrófico pensar en la familia como ellos la conceptualizan, en donde la mujer no tiene derechos, donde reine la visión patriarcal que le da todos los poderes al hombre adulto en detrimento del derecho a decidir de las personas", comenta. Y es precisamente ese derecho en donde se ubica uno de los mayores logros de las políticas de población: el que la gran mayoría de nacimientos sean ahora producto de la decisión y planeación de los progenitores, lo cual mejora la calidad de vida de las familias, al cambiar no sólo la relación entre padres e hijos, sino la de la pareja misma.

De la Peña prefiere hablar en plural de "familias" para evitar la diferenciación estigmatizadora. "Estamos a favor de la familia, pero vista desde una perspectiva plural, y a favor de los derechos de cada uno de sus miembros. Reivindicamos valores como el amor, la solidaridad y la democracia".

En ese mismo tenor, decenas de organizaciones civiles se agruparon en la red "Las familias somos..." para impulsar la visión plural y antidiscriminatoria de las familias. Han desarrollado una serie de estrategias y acciones para dar la batalla en la opinión pública y advertir sobre el carácter clasista, excluyente y contrario a los derechos individuales del proyecto de familia "natural" impulsado por el conservadurismo.

Por su parte, el Seminario de Familias y Democracia, integrado por los especialistas Gabriela Delgado Ballesteros, Clara Jusidman, Mario Luis Fuentes e Ignacio Maldonado, elaboró un pronunciamiento luego de la celebración del III Congreso Mundial de la Familia, donde fijan sus acuerdos y desacuerdos con lo ahí tratado. Entre otras cosas se oponen a las legislaciones que limitan la definición de familia a la constituida por el matrimonio civil y religioso entre hombre y mujer y cuyo propósito es la procreación, ya que un espacio propicio para el desarrollo de los niños "no se garantiza por el hecho de tener relaciones de consanguinidad o matrimonios sancionados por las iglesias y el Estado". Y piden se respete y apoye "cualquier arreglo de convivencia que por acuerdo mutuo establezcan hombres y mujeres". Además, apoyan el derecho del Estado a intervenir en el espacio familiar para proteger los derechos de los infantes, adultos mayores o cualquier otro miembro de la familia sujeto a la violencia, "colocando en primer lugar el interés superior de la infancia".

Por último, plantean la necesidad de valorar el trabajo doméstico y la "economía del cuidado" para que tanto hombres como mujeres se interesen en realizarlo. Piden dejar de culpar a las mujeres que trabajan extradomésticamente por el supuesto abandono de sus obligaciones familiares. Concuerdan en la necesidad de adecuar y desarrollar políticas y servicios públicos a los requerimientos de las familias, pero encaminados a promover y propiciar al interior de las familias relaciones equitativas para "constituirse en espacios de construcción de la democracia".

Dos diagnósticos de la familia diferentes, dos visiones encontradas y dos proyectos con impactos opuestos. ¿Cuál de ellos es el que mejor se amolda a la realidad diversa y heterogénea que caracteriza a nuestra sociedad? La respuesta se la dejamos a los lectores y las lectoras.

 

1 Debate feminista, año 4, Vol. VII, marzo, 1993. pp 201-211.