Usted está aquí: sábado 5 de marzo de 2005 Opinión El petróleo, la democracia y la libertad

Gonzalo Martínez Corbalá

El petróleo, la democracia y la libertad

Las notas principales de los grandes diarios del viernes 25 de febrero destacaron los acuerdos en materia de armas nucleares para impedir que éstas cayeran en manos de terroristas (El País, 25 de febrero), adoptados en Bratislava, Eslovaquia, por los presidentes de Estados Unidos y de Rusia, George W. Bush y Vladimir Putin, por sobre las diferencias que se ventilaron con carácter privado -sobre todo en materia de energéticos-; y se destacó también la preocupación del mandatario estadunidense en lo que se refiere al desarrollo de la democracia en Rusia, el que parece estar muy por debajo de las expectativas de lo que The New York Times (CJ Chivers) calificó como irresistible atractivo de la libertad y la democracia, expresado en voz bien alta durante este periodo en el inicio del segundo mandato del presidente Bush.

Se advirtió, desde luego, el empeño por destacar los acuerdos en materia de seguridad de sus instalaciones nucleares, y el refuerzo de la lucha antiterrorista, minimizando las diferencias que de todas maneras no dejaron de estar presentes en materia de cooperación energética. Del mismo modo, algunos analistas, como el director de los estudios sobre Rusia en la Universidad de Princeton, Stephen Kotkin, expresaron sus dudas acerca de que lo que califican los estadunidenses invariablemente como "asociación" con Rusia no resulta ser tan vigoroso como los dos presidentes pudieran desear, lo que atribuye Kotkin a que el presidente Putin no ha encontrado el apoyo de sus militares en este aspecto, dificultando sus posibilidades para lograr acuerdos estratégicos.

Las publicaciones especializadas en energéticos, como el Petroleum Intelligence Weekly, le dan más relevancia, como es natural, a la falta de acuerdos en materia petrolera, para que las empresas estadunidenses más importantes pudieran actuar en este campo en el territorio ruso, puesto que aparte de la compra que hizo la Conoco Phillips, de una pequeña parte de las acciones de Lukoil, por otro lado hay la idea muy generalizada en los altos círculos de Estados Unidos de que Rusia ha impedido que todos los proyectos en los que está tratando de entrar alguna empresa estadunidense lleguen a feliz término, y acuerdos concretos en la realidad, como sería el caso de gran importancia para Estados Unidos, del trato para adquirir 25 por ciento de la empresa rusa Yukos, actualmente bajo el control del Kremlin, hasta la expansión de la Chevron Texaco en el consorcio para construir el oleoducto del Caspio, a través del Cáucaso desde la legendaria Bakú en Azerbaiyán hasta Ceyhan, en el sur de Turquía, muy cerca de la frontera con Siria, a través de Georgia, al cual por una parte los rusos ven con desconfianza, puesto que significaría una intromisión directa, a través del Cáucaso, del mismo Estados Unidos y de otras potencias occidentales, y por la otra, porque de esta manera adquirirían un acceso estratégico en una región de primera importancia para el Kremlin.

Por otra parte, Rusia ha enviado ya a la Duma de Moscú un proyecto de ley en materia de energéticos fósiles, que si bien es cierto que deberá pasar por tres lecturas en esta cámara, antes de pasar a la aprobación del Consejo de la Federación, para luego ser firmado por el presidente Vladimir Putin, esto quiere decir que falta todavía que pase mucho agua bajo el puente antes de que este proyecto pueda ser una realidad.

Mientras tanto, el Kremlin ha iniciado ya el oleoducto de más de 4 mil kilómetros que está construyendo para llevar 2 millones de barriles diarios hasta el Pacífico asiático, para abastecer de petróleo a China y a Corea, complementando de esta manera las medidas que Moscú está tomando para entrar también en India, desplazando de estos mercados a la OPEP, y dejando en segundo término el abastecimiento petrolero a Estados Unidos, el cual, a pesar de las declaraciones del ministro ruso Mijail Fradkov, no ha pasado hasta la fecha de significar 1.9 por ciento y está, por lo tanto, muy lejos de llegar al 10 o 12 por ciento que sería la meta deseable para Estados Unidos, en su esfuerzo por disminuir su dependencia de Medio Oriente.

De esta manera podemos observar que el conflicto entre Rusia y Estados Unidos, que muy frecuentemente se considera que está resurgiendo, y al que se califica de carácter ideológico, en realidad, en el fondo, tiene una naturaleza muy tangible y muy concreta, que es, más bien, de carácter energético y se puede visualizar claramente, y medir en los campos petroleros de Siberia y del Cáucaso, y en los planes estratégicos de Rusia para controlar mercados que actualmente domina la OPEP, dejando en un segundo plano la relación comercial con las mayores empresas petroleras estadunidenses y, lo que es más importante para el presidente Bush, que aun el trato de gobierno a gobierno, parece ser que el presidente Putin está tratando de equilibrarlo en el panorama internacional con China e India en primer término, y eventualmente con la propia Corea del Norte, por lo que las recientes tendencias de la estrategia rusa en materia de energéticos se han traducido como de carácter ideológico y antidemocrático desde Washington, aunque no Rusia y Estados Unidos. Habrá que observar los siguientes movimientos en este campo, ideológico-energético, de una y otra parte de las dos grandes potencias.

 
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