Usted está aquí: sábado 12 de marzo de 2005 Espectáculos Muestran por primera vez vivencias de soldados rasos de EU en Irak

Miles de estadunidenses se vuelcan a las salas de cine para ver el documental Gunner Palace

Muestran por primera vez vivencias de soldados rasos de EU en Irak

La cinta de Michael Tucker y Petra Eppertein retrata lo salvajemente despiadada que es la guerra

Los militares son presentados tanto en el campo de batalla como cantando espontáneos raps

DPA

Ampliar la imagen Cuatro escenas del documental donde se muestra a los soldados estadunidenses de manera muy diferente a como los presentan los noticieros FOTOS Tomadas de su sitio en internet

Los Angeles, 11 de marzo. Para muchos estadunidenses, la guerra en Irak es un conflicto lejano que ven a través del prisma patriótico de las cámaras de los noticieros de televisión. Los soldados rasos son héroes, y los iraquíes son, bueno, sólo eso, iraquíes.

Pero miles de estadunidenses que están yendo en tropel a ver un nueva cinta documental que se está exhibiendo ahora en los cines de todo el país están recibiendo una imagen totalmente diferentes.

Gunner Palace muestra lo salvajemente despiadada que es la guerra, no sólo para aquellos que mueren o son heridos, sino también para el soldado raso que pelea meses en el conflicto con dos objetivos: seguir vivo y mantener toda la conexión posible con sus patrones de vida normal.

El documental es el primer trabajo del matrimonio de cineastas residentes en Berlín Michael Tucker y Petra Epperlein. Ellos rodaron y editaron el material con un equipo digital básico a fines de 2003, meses después de que el presidente George W. Bush declarara oficialmente acabadas las hostilidades en Irak, pero antes de que la insurgencia alcanzara los niveles mortales de 2004.

Tucker pasó dos períodos de dos meses con un batallón, que estaba alojado en una magnífica ciudadela antes utilizada por Uday Hussein, hijo del derrocado líder iraquí Saddam Hussein.

Tucker siguió a los soldados cuando realizaban patrullajes de seguridad, reunían información de inteligencia o caían bajo ataques de mortero.

Pero tan interesante como eso es su retrato de los momentos de ocio, cuando arrasan con los whoppers del Burger King, se entretienen con videojuegos de guerra en sus ordenadores portátiles o cantan espontáneos raps sobre los horrores de la guerra.

Pero lo que más impresiona es el humor macabro y la creciente ironía de los soldados sobre el propósito de su misión.

"Un día más en Bagdad", dice inexpresivo el especialista Kenneth Simpson mientras está de pie en medio de una zona bombardeada del palacio, justo después de un ataque de mortero.

La película está llena de los improperios que uno espera de unos jóvenes que se enfrentan a la muerte cada día. Al principio, las autoridades estadunidenses consideraron que ese lenguaje era motivo suficiente para calificar la película de "R", es decir, para que los menores de 17 años sólo pudieran verla en compañía de sus padres.

Pero Tucker apeló y los jueces consideraron justo su argumento de que los jóvenes que están pensando en sumarse al ejército deben tener la posibilidad de ver en qué se puede transformar la vida militar, y cambiaron la calificación.

La guerra, desde el punto de vista emocional

Lo que los espectadores ven es cómo la guerra convierte a los soldados que la pelean en más jóvenes y más viejos antes de tiempo. Un joven con el torso desnudo habla con sabiduría sobre la inutilidad de la operación, minutos después de que un compañero expresara sus sentimientos en un rap improvisado.

"Cuando esas armas comienzan a centellear y alcanzan a nuestros amigos/Entonces es cuando nuestros corazones comienzan a latir descontroladamente y nos mareamos/Porque para todos ustedes esto es sólo un show, pero nosotros vivimos en esta película", canta el soldado rapero.

Entonces el otro soldado toma su guitarra y es incapaz de tocar cuando reflexiona sobre por qué está ahí. "Realmente no hay forma de racionalizar la muerte de un niño", dice con los ojos oscurecidos por la sombra del horror. "No creo que la muerte de un miembro de una familia valga la pena".

Otros soldados parecen más preocupados por que la gente en su país reconozca lo que pasaron una vez que regresen. "No hay forma de que sepan lo que está pasando aquí", dice un joven. "Usted me olvidara al final de todo esto".

Esto se contrapone con imágenes de las tropas de fiesta en la piscina como adolescentes o practicando lanzamientos de golf en un improvisado campo en el palacio de Uday. "Lanzamos una bomba aquí y ahora estamos celebrando en el mismo lugar", dice un soldado entusiasmado.

Para el cineasta Tucker estas anomalías son la esencia de la guerra para todos aquellos que la sufren.

"La mayoría del país mira hacia la guerra desde un punto de vista político, pero una vez que estás en el centro y estás con esta gente, tiendes a verlo desde el punto de vista emocional", dijo el director tras una reciente proyección en San Francisco.

''Y ya estés a favor o en contra, o creas que estuvo bien o mal, es una guerra, y los soldados son los únicos que pueden decir como es", añadió.

 
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