Usted está aquí: jueves 17 de marzo de 2005 Capital La base perredista, perdedora en debate de aspirantes a dirigir el partido en el DF

Pocas propuestas y muchas acusaciones mutuas de la mayoría de los candidatos

La base perredista, perdedora en debate de aspirantes a dirigir el partido en el DF

RAUL LLANOS SAMANIEGO

En el debate que sostuvieron ayer los nueve candidatos a dirigir el Partido de la Revolución Democrática (PRD) capitalino hubo sólo un perdedor: la militancia de base, la cual estuvo marginada del acto al cerrársele las puertas del auditorio Valentín Campa, del Comité Ejecutivo Nacional de este partido.

Adentro, los invitados principales fueron los nueve aspirantes a dicho cargo -quienes en su mayoría no se cansaron de lanzase acusaciones-, diputados locales y federales, funcionarios, líderes delegacionales y asesores de los candidatos, todos ya con su voto definido para el próximo domingo.

Convocados por el Servicio Estatal Electoral, acudieron al debate Isaías Villa, Carmen Salanueva, Juan José García Ochoa, Jorge Martínez, Martí Batres, Miguel Angel Cuesta, Jesús Ramírez, Miriam Plascencia y Bruno Espejel, quienes fueron moderados en sus intervenciones por Federico Lamont.

A lo largo de casi dos horas, los contendientes perredistas ofrecieron pocas propuestas y lanzaron -la mayoría- muchas acusaciones, tanto por el asunto de los videoescándalos de marzo de 2004 como por los gastos excesivos durante las campañas que concluyeron ayer; inclusive por la propaganda y los apoyos públicos que se alejaron de las normas establecidas por los órganos electorales internos.

Por ejemplo, Villa y Batres se enfrascaron en acusaciones mutuas, cuando el primero le recriminó los gastos que "en demasía" hizo durante sus actos de campaña, mientras el segundo aludió a los "excesivos" volantes, cuadernillos y pinta de bardas que inundan Iztapalapa.

Otros más tomaron parte en esa pelea. Juan José García Ochoa, de la formula tres, tuvo para los dos: a Villa lo acusó de llevar ya ocho años en la dirigencia del partido y querer hablar de renovación, mientras criticó a Batres de no querer deslindarse de René Bejarano y de haber estado implicado en el caso de la leche Betty. "Lo que queremos es un presidente que no tenga cola que le pisen, pero sí autoridad moral", agregó.

Entre risas y burlas de algunos asistentes o los bostezos de unos más, los aspirantes perredistas debieron sufrir no sólo por el deficiente sonido, sino por el calor acumulado en el Valentín Campa, pues las puertas se cerraron para las decenas de militantes que querían ser parte del acto. Apenas 100 personas tuvieron acceso al recinto.

Carmen Salanueva, de la fórmula dos, criticó el "pragmatismo cínico" que asfixia a la dirigencia del PRD, la cual estuvo ausente y no dio la cara durante los videoescándalos, pero que sigue abusando de las bases, a las cuales ven sólo como pegacarteles.

En el mismo tono, Jorge Martínez, que encabeza la fórmula cuatro, se pronunció por acabar con el clientelismo y corporativismo que se manifiesta en las corrientes perredistas, así como porque haya compromiso de que quien llegue termine su gestión en el PRD-DF y no lo use sólo como trampolín. Miguel Angel Cuesta le siguió en el turno, y pidió congruencia a sus contrincantes, pues prometen cosas que al llegar a la dirigencia no se les permitirá hacer.

Jesús Ramírez, quien se consideró humanista, recriminó que varios de los candidatos se hayan montado en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, pues él se defiende solo. Miriam Plascencia consideró fundamental acabar con las "camarillas" y consolidar un partido de la militancia; inclusive exigió que los perredistas "saquemos al salinismo del partido".

Bruno Espejel, de la fórmula ocho y el que menos beligerancia mostró, llamó a la reflexión a los perredistas para recuperar los principios que dieron origen al partido, además de la necesidad de consolidar la institucionalidad de los militantes, dirigentes y órganos del partido del sol azteca.

Y entre los golpes a la puerta del auditorio, de la militancia que exigía entrar, los candidatos perredistas se enfrascaron en acusaciones e ironías en un debate que nada aportó a la militancia de base: sólo sirvió para demostrar en ese recinto quién había logrado meter más seguidores.

 
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