Usted está aquí: jueves 17 de marzo de 2005 Opinión Los jóvenes en el "espacio"

Sergio Zermeño

Los jóvenes en el "espacio"

Por fortuna no todo es político hoy en nuestro país o, al menos, no todo es inmediatamente político. He tenido la oportunidad de asistir a un encuentro que se desarrolla esta semana en San Luis Potosí, y que se ha organizado por más de siete años en diversas partes del país: Espacio 2005. Es una feria a la que asisten, según sus organizadores -y la efervescencia del acto no los desmiente-, algunos 5 mil jóvenes, en su mayoría universitarios con recursos económicos ya sea para viajar hasta allá -los que vienen del resto de la República- o para pagarse una universidad privada, a las que dijeron pertenecer al menos uno de cada dos asistentes (nada que ver con los ''toquines'' en el Lienzo Charro de Pantitlán). Cada día hay conferencias magistrales y mesas redondas, con fuerte participación televisiva; talleres de cine, radio y encuestología; eventos musicales, teatrales y deportivos, etcétera.

Quien organiza estos actos ha sido, en primer lugar, Televisa, a la que se han unido Pemex, Pepsi, Cemex, Comercial Mexicana, Aero Mar, Modelo, Alfa, Cuervo, etcétera, de manera que una primera aproximación crítica ha establecido que el encuentro sirve para que, con gran regularidad, estas empresas y otras recluten a su personal de entre esa elite de estudiantes. Porque hay que apuntar que, en efecto, ahí asisten los jóvenes que han logrado los mejores promedios en sus estudios. Sin duda esta es una parte de la respuesta que había que dar a una periodista que, sin mayor trámite, preguntó a algunos intelectuales en una mesa redonda: ''¿sirven para algo los eventos de Espacio?''

La otra parte de la respuesta es más optimista: los estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM tuvimos la fortuna, en los años setenta, gracias a los cursos de verano organizados por Víctor Flores Olea y Enrique González Pedrero, de escuchar las conferencias de Hobsbawm, Cerroni, Mandel, Miliband, Morin y tantos otros intelectuales, en auditorios repletos, en condiciones en las que a veces no entendíamos nada (en parte debido a los problemas de traducción). Pero a la semana ya estábamos leyendo sus libros, discutiendo sus contenidos (los procesos intelectuales siguen veredas muy poco evidentes). Qué bueno que, en esa medida, en el encuentro que se desarrolla esta semana se presentara Aznar, y que desde el fondo de la sala una jovencita le preguntara sobre sus argumentos para culpar a ETA de los atentados de Madrid, y que él no pudiera contestar; qué bueno también que Alain Touraine le hablara a estos jóvenes con claridad, que les explicara que el desarrollo científico y tecnológico, si no es socialmente incluyente, no es sinónimo de progreso, y que el rector Juan Ramón de la Fuente, con estadísticas duras, evidenciara el desprecio horrendo que nuestro gobierno muestra cada día más hacia la educación, la ciencia y la tecnología, y demandara con urgencia superar el simplismo de subordinar las disciplinas del saber a las exigencias mercantiles.

Pero, claro está, en un país crecientemente maquilador, en desindustrialización galopante y con un Estado en retirada, como es el México de nuestros días, el secretario del Trabajo, en su flamante Observatorio Laboral, tendrá que ir incorporando, año con año, nuevas carreras e incrementando los montos de las disciplinas saturadas laboralmente. Llegará así el momento en que estudiar y trabajar se encontrarán completamente divorciados y a nadie le cause alarma la modalidad de ingeniero changarrero o la de taxista litigante.

En resumen, una de las cualidades de estos encuentros es la de poner en claro que, por un lado, tenemos una enorme fábrica de talento expandiéndose entre una juventud ávida de superación y, por otro lado, una lista de necesidades en este país, que van desde incrementar la infraestructura, luchar para preservar el entorno natural, elevar la calidad de la educación y de la salud... Pero lo verdaderamente dramático es que no podemos poner esas dos cosas en conjunción: de un lado jóvenes cultivando el talento; del otro, necesidades insatisfechas, y no podemos poner a los unos a trabajar para resolver las necesidades de los otros. Qué orden social tan absurdo: nuestros mejores brazos se van al norte, nuestros mejores cerebros abandonan el país. ¿No sería ésta razón suficiente para pensar que el actual modelo de desarrollo ya no nos sirve ni nos ha servido?

 
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