Ojarasca 95  marzo 2005

umbral


La importancia nacional e internacional que han alcanzado los movimientos indígenas en América Latina está cambiando la vida política y social de Bolivia, Ecuador, Guatemala pese-a-todo y México, y en bastante menor medida otras naciones como Chile, Venezuela y Colombia. Son simultáneos a la actual ola "de izquierda" en el área (Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela, potencialmente México y Bolivia), pero no necesariamente coinciden. Los movimientos indígenas hoy resultan incómodos para todos, pues son reales y legítimos.

Según reveló desde Miami el conocido y significativo periodista Andrés Oppenheimer, ahora resulta que la Agencia Central de Inteligencia, o CIA, elaboró un informe que da la alarma en Washington. Con lo que en Washington les encantan las alarmas, los estados de alerta y la disposición a "intervenir" en el patio trasero. De acuerdo con la CIA, en América Latina se estaría gestando una "revolución indígena" que podría derivar al fundamentalismo y poner en riesgo los "valores de Occidente". ¡Sopas!

Las huestes del mariscal Negroponte "hacen su trabajo" desde donde no entienden, o no les importa. Quién quita y un día logran poner en los indígenas de América turbantes de talibanes. Aunque desdeñoso, como todos los que se toman la molestia de atender el tema, Oppenheimer transmite la preocupación de que los indios se conviertan en el coco de la civilización.

Lo que sí están poniendo en juicio los indígenas son los fundamentos de una democracia endeble en toda la región, amaestrada a golpes de Estado y penetración comercial e ideológica desde el imperio. Las "democracias" los excluyen, las sociedades hegemónicas desprecian las culturas y los derechos de los pueblos. Y éstos reiteran una evidencia de cinco siglos: la "integración" y el etnocidio no son opción para millones de indígenas, quienes en todas partes son los más pequeños, los esclavos, los pobrecitos. Pero ya no es lo mismo.

Aunque sólo en México hay un levantamiento armado indígena (que por cierto no se parece a ninguna guerrilla del continente), en Bolivia y Ecuador tienen al poder en vilo y tumban presidentes. Sin ellos ya no se gobierna. Sin embargo, si algo unirá en la memoria histórica a los señores Fox, Mesa y Gutiérrez, será el que llegaron como alternativa de cambio en sus respectivos contextos, y fueron incapaces de cumplirles a los pueblos indígenas. Sus promesas se anudaron en sus presidenciales gargantas, mientras dejaban abiertas las puertas a la voracidad neoliberal y las exigencias de "seguridad" del imperio estadunidense, ese viejo conocido.

Pero el antimperialismo ya no es como antes. Los partidos nacionalistas y de izquierda han desertado, volviéndose funcionales al esquema estadunidense en la medida que alcanzan poder, y en algunos casos el gobierno. Hoy la resistencia y la liberación nacional son antineoliberales, y no precisamente partidarias. Son movimientos que combaten la enajenación de los recursos nacionales (agua, selvas, petróleo, producción agrícola y minera), y salvaguardan sus territorios. Los pueblos defienden el suelo no sólo para sí mismos, sino también para las ingratas naciones de las que forman parte, y en donde son los únicos que no llegaron (sorry), pues aquí han estado desde mucho antes que cualquiera: para fines prácticos, podemos decir que llegaron antes del principio.

Los movimientos nacionales de Bolivia y Ecuador, la inminente declaración sobre pueblos indígenas de la Organización de Estados Americanos, el zapatismo de México y la persistencia de los mayas en Guatemala fueron los blancos del inquisitivo reportero desde Miami (en México a través de Televisa). Todo un mapa. Trivializable, mas no trivial.


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