Usted está aquí: sábado 26 de marzo de 2005 Política Políticas de México y EU condenan a muerte a los pueblos del desierto

Con el pretexto de la binacionalidad de esas comunidades omiten brindarles atención

Políticas de México y EU condenan a muerte a los pueblos del desierto

El narcotráfico y otras actividades ilícitas poco a poco penetran en los indígenas

LAURA POY SOLANO/I

Ampliar la imagen Los pueblos del desierto han sobrevivido a los embates de la naturaleza, pero el abandono en el que los mantienen los gobiernos de M�co y EU est� punto de vencerlos. Poco a poco, ante el olvido oficial, esa comunidades pierden su identidad cultural FOTO Fabrizio Le�

Viven en una de las regiones más inhóspitas del planeta. En los pasados cuatro siglos sobrevivieron a la explotación y división de su territorio por españoles, estadunidenses y mexicanos. Han luchado por reivindicar sus tradiciones ante la pobreza extrema, el desempleo y la falta de acceso a la salud y la educación. Hoy enfrentan la pérdida de su cultura local y la construcción de una nueva identidad que les permita adaptarse y sobrevivir a las necesidades de una frontera globalizada.

Son los pueblos del desierto. Habitan en el norte de Sonora, sur de Arizona, norte de Baja California, Coahuila y Texas. Pápagos, pimas, kikapús, pai-pai, kumiai y cucapás comparten un destino común: una acelerada desintegración étnica que se traduce en la pérdida de su lengua, mitología, ritos, medicina, vestimenta y comida tradicional, es decir, la desaparición de su identidad cultural.

Olvidados por las políticas públicas del Estado mexicano, subvencionados y recluidos en reservas por el gobierno de Estados Unidos, los pueblos del desierto enfrentan un futuro desalentador.

Rafael Pérez-Taylor, catedrático del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en el estudio de los pueblos del desierto, afirmó que en 100 o 200 años estos grupos étnicos podrían desaparecer "debido a un acelerado proceso de desintegración étnica y cultural, pues en la actualidad están transformándose en algo que no son para lograr sobrevivir, ya sea asimilados en las comunidades mestizas del norte de México o en las reservas del sur de Estados Unidos".

La indiferencia y la falta de apoyo económico por parte de las autoridades mexicanas, agregó, erosionó rápidamente su forma de vida, costumbres y tradiciones. Hoy, "muchos buscan obtener la credencial de identidad étnica que otorga Estados Unidos a los pueblos indios, a fin de obtener beneficios económicos y el acceso a los servicios de salud, mecanismos que no existen en México, lo que promueve una división y desintegración de las comunidades a ambos lados de la frontera".

En entrevista con La Jornada, agregó que los pueblos del desierto quedaron atrapados entre una frontera "derrotada, pero siempre en guerra", que ve con indiferencia su riqueza cultural. En el caso de México, indicó, el apoyo que se les da es "totalmente ridículo, ya que se otorgan becas de 200 pesos para que los niños acudan a una escuela a aprender la lengua pima en una zona extremadamente deprimida, por lo que estos recursos no sirven de nada".

Nómadas y cazadores

Los pueblos del desierto, asentados desde hace 3 mil años en el territorio donde hoy se encuentra la frontera entre México y Estados Unidos, han sido desde su origen grupos nómadas que viven de la cacería y el comercio con otras comunidades, aunque también existen pequeños agricultores. Su forma de organización social se establece por grupos de parentesco bajo una autoridad patriarcal.

Las primeras invasiones españolas a su territorio se realizaron a finales del siglo XVII con la construcción de las misiones jesuitas a fin de catequizarlos, y posteriormente "domesticar" a los grupos indígenas de la región, es decir, asentarlos y crearles un sistema productivo inmerso en la idea de progreso de la civilización occidental. La respuesta fueron numerosos movimientos de resistencia que se acentuaron en el siglo XIX y principios del XX.

El proceso de colonización en todo el oeste y sur de Estados Unidos también alentó el desplazamiento de varios grupos étnicos que fueron empujados a la frontera con México, donde el clima de hostilidad hacia otros pueblos indígenas facilitó las acciones represivas de las autoridades coloniales, lo que ocasionó importantes pérdidas humanas a los pueblos del desierto.

La guerra entre México y Estados Unidos, a mediados del siglo XIX, con la posterior pérdida de la mitad del territorio nacional, deterioró aún más las precarias condiciones de los grupos étnicos de la zona. Hoy día la mayor parte de estos pueblos enfrentan no sólo graves condiciones de pobreza y marginación, también una reducción de su población.

Cifras oficiales

Sin ser exhaustivos ni reconocidos por todos los especialistas, los indicadores socioeconómicos publicados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática revelan que las localidades con más de 40 por ciento de población indígena en Baja California enfrentan graves problemas de marginación, ya que 77.3 por ciento de las viviendas encuestadas no tenían drenaje, 25.3 no contaban con energía eléctrica, 29.2 carecían de agua entubada y 24.2 por ciento tenían piso de tierra.

De los 30 mil 678 indígenas que fueron encuestados en esa entidad, 21.8 por ciento es analfabeta, 32.5 tiene primaria incompleta, 6.4 es monolingüe y 69.7 por ciento no es derechohabiente de los servicios de salud pública, mientras que 50.9 de la población ocupada percibe de uno a dos salarios mínimos.

Por lo que respecta a Sonora, donde la población indígena encuestada ascendió a 89 mil 112 personas, 14.4 por ciento es analfabeta, 29.1 tiene primaria incompleta, 3.4 es monolingüe, 71.5 no tiene acceso a los servicios de salud pública y, ya que 61.2 por ciento de quienes laboran lo hacen en el sector primario, 51.7 por ciento recibe de uno a dos salarios mínimos. En cuanto a las condiciones de vivienda en las localidades indígenas, 62.2 por ciento de las casas encuestadas tienen pisos de tierra, 23.6 por ciento no tiene agua entubada, 90.8 no tiene drenaje y 14.9 no cuenta con energía eléctrica.

Los riesgo de la binacionalidad

En cuanto a la binacionalidad de los pueblos del desierto, Pérez-Taylor afirmó que representa "un factor de riesgo e inestabilidad para las comunidades indígenas, debido a que la subvenciones y las normas legislativas establecidas en aquel país transformaron por completo las relaciones culturales de los grupos étnicos, lo que generó un importante proceso de desintegración".

En México, agregó, algunas comunidades buscan el reconocimiento de las autoridades estadunidenses como parte de los pueblos nativos, a fin de acceder a los beneficios económicos que se les otorgan, lo que facilitó que las comunidades asentadas en las reservas del sur de Estados Unidos iniciaran un proceso de "apropiación ideológica" de los sitios sagrados que se ubican en nuestro país.

"A nivel simbólico lo que intentan es introducir su legislación y sistema de organización en reservas", que en México no existe, pero que algunos grupos comienza a adaptar con el propósito de obtener el apoyo y la asistencia sanitaria que reciben las comunidades que viven al otro lado de nuestra frontera, "pues con la promesa de que van a tener su credencial también aceptan ceremonias que no necesariamente se realizaban en el pasado y que los grupos asentados en Estados Unidos han creado como una necesidad de reinventar su identidad".

Indicó que la falta de empleo y las precaria economía agrícola de la región propició que integrantes de algunos grupos étnicos se vean involucrados en actividades ilícitas, como el narcotráfico y el tráfico de personas, pues señaló que los pueblos del desierto "se ganan la vida igual que nosotros y trabajan en lo que pueden".

No obstante, agregó que la búsqueda por la sobrevivencia se ha convertido "en el principal motor de su transformación ante el abandono del Estado mexicano", lo cual aceleró el proceso de desaparición de la cultura local, que si bien es un proceso natural que ha ocurrido durante siglos, "es evidente que la desinformación y la indiferencia que prevalece ante estos pueblos está propiciando su pronta desaparición".

 
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