Usted está aquí: domingo 27 de marzo de 2005 Opinión Lo que no se privatiza, ¿se cierra?

Antonio Gershenson

Lo que no se privatiza, ¿se cierra?

La derecha gobernante, sea ésta originaria del Partido Revolucionario Institucional o de Acción Nacional, ha tratado de poner los negocios en el centro de la forma de administrar lo que sigue siendo público. Se habla, en documentos oficiales, de plan de negocios, y se trata de elogiar a un organismo público alegando que es buen negocio.

Éste ha sido el caso de las plantas privadas de gas natural de ciclo combinado. Hay funcionarios ansiosos de concursar más y más, a pesar de que la capacidad instalada ya rebasa ampliamente la demanda máxima. Entonces, "estorban" las plantas públicas, y ya no se halla cómo hacerlas a un lado.

Los viejos pretextos chocan con las duras cifras que rebotan del exterior. Supuestamente, y para los planes de negocios, la energía de las viejas plantas de combustóleo sería más cara que en las modernas, de ciclo combinado. Pero el gas barato es un mito que ya murió. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, de la que México es miembro, en 2003 la electricidad producida con gas natural en el país fue 47 por ciento más cara que la producida con combustóleo con alto contenido de azufre.

Surge entonces la idea de cerrar Laguna Verde, la única planta nucleoeléctrica en México. Pero, ¿una instalación que tuvo, en 2003, un factor de planta de 0.88, o sea, 88 por ciento de lo que hubiera generado a plena capacidad y funcionando sin interrupción todo el año?

¿Una planta de la que la primera unidad lleva funcionando 15 años, la mitad de la que debería ser su mínima vida útil? ¿Y que la segunda unidad lleva 10 años, la tercera parte de esa vida útil? ¿Y quién responde por las enormes inversiones realizadas ahí? Hay que considerar que cuando se han cerrado plantas nucleares en otros países, en plenitud de su vida útil, esto ha sido por fallas graves o por razones políticas: la decisión de no usar esta fuente de energía.

Pero lo que importa aquí son, claro, los negocios. Entonces, los argumentos contra la planta que durante años fueron rechazados por los funcionarios, ahora algunos de éstos los toman como propios. Y si existe la propuesta de reducir el presupuesto a la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas, pues ya no podría operar la planta con seguridad y habría que clausurarla. Estos funcionarios nunca podrán razonar que no se debe reducir ese presupuesto porque el cierre generaría pérdidas muy superiores al supuesto ahorro derivado de la reducción presupuestal. Ya no digamos el costo del cierre mismo, sumado a los otros gastos... para dejar de generar electricidad.

Es importante que, independientemente de lo que pase en Laguna Verde, estemos atentos a las diferentes modalidades que puedan tener los intentos de reducir el ámbito de actividad de las instalaciones eléctricas públicas para abrir el camino a los negocios asociados a nuevas plantas privadas. Se trataría de una nueva variante privatizadora. No debemos permitirla.

 
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