Usted está aquí: lunes 28 de marzo de 2005 Deportes El público gritó Osama cuando el rival anotó y el triunfo estuvo en peligro

Los fanáticos futboleros abuchearon el himno estadunidense

El público gritó Osama cuando el rival anotó y el triunfo estuvo en peligro

Ricardo La Volpe salió expulsado bajo aplausos, con su saco como capote de torero

CARLOS HERNANDEZ

Ampliar la imagen Gregg Berhalter (3) marca sin consideraciones al tricolor Jared Borgetti FOTO Marco Pel�

Todo había transcurrido en la normalidad -ya que el abucheo al himno de Estados Unidos sí estaba considerado-, hasta que el triunfo se vio amenazado.

Cuando el equipo visitante se acercó 1-2 en el marcador y los escasos aficionados del equipo de las barras y las estrellas se atrevieron a gritar porras, entonces surgió un grito directo contra la potencia: "¡Osama-Osama-Osama!".

Exactamente una hora antes del inicio del encuentro algunos aficionados ya habían ensayado ese grito en favor de Osama Bin Laden. Sin embargo, lo guardaron durante casi todo el encuentro y lo recuperaron después de 58 minutos de acción.

Cuando Edward Lewis anotó el único tanto de la visita, en el estadio Azteca se vivió una sensación extraña: fue una anotación sin grito de gol.

Sólo momentos después los seguidores visitantes reaccionaron y empezaron a festejar, pero de inmediato fueron acallados con los gritos en favor del líder de Al Qaeda y ya no les quedaron ganas de celebrar nada.

Asistir a un partido México-Estados Unidos es como meter todo el mes de septiembre en un estadio de futbol.

Como ya se esperaba, los fanáticos vestidos de verde estuvieron muy en su papel de jugador número 12:

Silbaron el himno de los gringos, pese a que en el sonido local se pidió respeto; abuchearon a los escasos aficionados vestidos de rojo y blanco, aunque una de ellas se mostrara generosa con un brasier de barras y estrellas.

Los mexicanos se cansaron de decir groserías contra los futbolistas visitantes y crearon el clásico ambiente futbolero de olas en tribunas, olés cada que los nacionales tocaban el balón y silbidos cuando lo hacían los estadunidenses.

El ambiente de fiesta se inició desde antes de llegar al estadio. Unos tímidas porras de "¡Iu-es-ei!" se escucharon en el Metro Taxqueña, pero de inmediato fueron silenciadas por la mayoría.

Y al llegar al coloso de Santa Ursula, lo primero que se veía era un gran manta tricolor: "El gigante no ha muerto". El único problema era que esa leyenda estaba patrocinada por una línea de autobuses.

Una hora antes del encuentro las gradas todavía no estaban totalmente pobladas, pero un aficionado sombrerudo -algo así como un triste remedo de Pique del Mundial México 86- organizó la primera porra general.

Quince minutos antes del partido la ola ya recorría las tribunas y se escuchaba una porra que en los partidos normales del torneo ya está en desuso ante la llegada de las violentas barras: "¡México-México, ra-ra-ra!"

La mayor ovación al informarse la alineación local no fue para Rafael Márquez o Cuauhtémoc Blanco, sino para uno de los nuevos: el Kikín Fonseca.

En cambio, después de cada nombre estadunidense, los fanáticos exclamaban con odio una grosería que empieza con p y termina con o.

El primero en escucharse fue el himno de Estados Unidos, que casi no se oyó por los silbidos, mientras todos se pusieron solemnes al entonar, de pie y con sentimiento, nuestro canto nacional.

Antes del inicio los futbolistas gringos ya buscaban refrescarse y el duelo se inicio con tensión en las tribunas y muy poco en la cancha. Tan sólo, además de sus taconcitos, las ya clásicas protestas de Cuauhtémoc Blanco.

El árbitro también fue el centro de los insultos cuando amonestó al polémico americanista, pero todo se olvidó cuando el estadio explotó con el gol de Borgetti.

Fue un tanto que no se merecía mucho, ya que hasta entonces los mexicanos habían estado como el público: nerviosos y más preocupados por protestar que por jugar.

El 2-0 en el marcador abrió las puertas al carnaval tricolor y, quién lo fuera a decir, el propio Ricardo La Volpe salió bajo ovación al ser expulsado. El técnico nacional se quitó el saco -no lo aventó, porque eso sólo lo hace Hugo- y se fue a tribunas como torero con capote.

Para el segundo tiempo los tricolores se acercaron a las tribunas para pedir más apoyo, pero de nada sirvió cuando un silencio sepulcral recorrió las gradas con la anotación visitante.

Fue entonces cuando se escuchó el grito de Osama, que los fanáticos dejaron de pronunciar cuando los héroes con botines se acercaban una y otra vez a la portería rival, pero el gol no llegaba y tan sólo un ¡Ah! impotente surgía de las tribunas.

Sin embargo, más allá del sentimiento antiestadunidense, el anuncio más grande en el estadio era precisamente del refresco gringo que tiene como lema "un grito de gol en tu garganta".

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