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4 de abril de 2005
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Ronald Buchanan

POR EL CAMINO ERRADO

La llamada del Presidente Fox  para que los interesados propongan una reforma petrolera ha tenido una buena respuesta. De alguna manera, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y el PRI han esbozado proyectos de reforma, como también lo han hecho algunos panistas a nombre propio y unos grupos empresariales.

De hecho, solo falta saber qué es lo quiere el propio Fox; no se cansa de decir que la reforma energética es vital para el futuro del país pero ni en electricidad ni en petróleo hay una propuesta clara.

Tal vez no importa. Tiene su propio portavoz, por lo menos en cuanto al petróleo: Luis Ramírez Corzo, director-general de Pemex. A diferencia de los políticos, quienes envuelven sus argumentos en conceptos nebulosos y generalidades, Ramírez Corzo habla bastante claro.

Básicamente su mensaje es que si México quiere seguir exportando crudo tiene que haber una apertura al estilo, digamos, de Venezuela o Brasil, con concesiones y contratos de riesgo o producción compartidos.

Para entender qué es lo que pasa en esos países, tomaremos el caso de Venezuela. Hace pocos días, el gobierno de Caracas y la empresa estatal de petróleo, PDVSA, firmaron un contrato para otorgar una parte de sus reservas a la petrolera hispano-argentina Repsol YPF.

Entonces ¿esas reservas ya no son de Venezuela? pues sí. Y mientras que este país las seguirá contando dentro de sus reservas probadas, Repsol las sumará a las suyas.

Lo que pasa es que el petróleo en cuestión seguirá siendo venezolano, pero el gobierno ha otorgado a Repsol el derecho de comercializarlo, mediante un pago. Esta "doble contabilidad" se practica en todo el mundo.

Cuando Shell, por ejemplo, descubre petróleo en Angola, tanto Angola como Shell lo apuntan en sus reservas.

En otras materias pasa lo mismo. Si Toyota quiere construir una planta automotriz en Aguascalientes, compra un terreno. Pero ese pedazo de tierra no deja de ser mexicano. Toyota no puede hacer lo que quiere con él; si el gobierno le da permiso para construir una fábrica, no puede emplear el terreno para hacer centros nocturnos.

En cuestion de petróleo, por supuesto, México es diferente de los demás países. El derecho de explotar las reservas nacionales lo otorga el gobierno únicamente a Pemex. Lo hace, además, sin cuestionamiento alguno ya que no hay ninguna autoridad que estudie los proyectos de Pemex para ver si concuerdan con las metas socio-económicas y ambientales del país en su conjunto.

En el fondo, sin embargo, los resultados en México y Venezuela han sido similares. Eso por la naturaleza de la industria petrolera.

Para los países petroleros, las grandes ganancias ­como han dicho reiteradamente los altos funcionarios de Pemex­ están en la extracción de crudo. Más bien no en este proceso en sí, sino por el mero hecho de ser dueño de las tierras de donde se extrae.

Y, como actividad rentista, la industria petrolera produce ganancias que inflan los bolsillos de las clases improductivas, mientras no crea lo que más necesitan los pobres: el empleo. No puede ser accidente, tal como lo preveía hace años Heberto Castillo, que los únicos países en lograr salir del atraso económico en las últimas décadas han sido precisamente los no-petroleros.

Fox está profundamente equivocado. La prioridad absoluta de la economía no es una reforma petrolera sino el crecimiento industrial. Todos, menos los más privilegiados por el sistema actual, lo piden a gritos.

Lo demás ­la electricidad, la educación, el petróleo, el sistema fiscal­ necesitan reformarse, es cierto, pero sólo en función de como pueden ayudar a crear una industria que demande más trabajadores  §

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