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4 de abril de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

MIENTEME MAS

"El que suena asusta, al que suena lo arrinconan, lo aplastan", expresaba a mediados del siglo pasado José Vasconcelos, cuando se refería al sentido de mediocridad que, a su juicio, prevalecía en el país. También decía que en México "dejan hablar porque saben que de la palabra no se desprenden drásticas consecuencias". En varios sentidos estas afirmaciones se mantienen.

Asistimos a un espectáculo ya visto. Como en 1994, un sector de la clase empresarial pretende hacerse notar emplazando al fantasma del miedo. A la difusión de palabras sin sustancia se ha sumado el gobierno. Todos hablan y no dicen nada. Claro, porque no se desprenden drásticas consecuencias de sus dichos.

Hace 11 años, cuando Ernesto Zedillo sustituyó como candidato oficial a la presidencia al asesinado Luis Donaldo Colosio, la falta de carisma, de proyecto propio y de carrera sustanciosa fueron sustituidos con una campaña de miedo. "Yo voto por la paz", rezaba la propaganda electoral del PRI, como si el país estuviera rodeado de naves enemigas. Las voces de los favorecidos del régimen se sumaban: "Zedillo o el caos", declaraba en Monterrey Roberto Hernández, entonces co-dueño de Banamex.

La historia tiende a repetirse. Por un lado, el presidente Fox asegura que la economía "está blindada" para resistir el torbellino político de hoy y el electoral que ya se viene. Luego, afirma que los indicadores "macro" ­así los llama­ están mejor que nunca. Después aparece el ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Claudio X. González y declara a El Economista: que: "Si el populismo regresa al poder acompañado de una izquierda retrógrada y dinosáurica como la que encabeza Andrés Manuel López Obrador, México estaría condenado a sufrir una crisis sexenal; habría un fuerte frenón de inversiones que puede llevar a México a la quiebra".

Para abonar a la visión de una catástrofe entra en escena Francisco Gil Díaz, el secretario de Hacienda, quien declara ­vaya coincidencia­ a la revista Latin Finance, que la economía mexicana ha sido frenada por "políticos socialistas" que "siguen viendo las cosas en términos de los años 30". Esto, por supuesto ante el modernismo hacendario que se practica en México y la vanguardia del pensamiento que se aplica para administrar la economía.

Para los más conspicuos representantes de la clase empresarial y para el grupo que de modo monopólico ­vaya paradoja- maneja las finanzas del país durante ya demasiado tiempo, hay un estímulo en configurar un entorno de caos posible que debe prevenirse a toda costa, so pena de que las cosas puedan cambiar.

Su actitud no tendrá consecuencias. Pero, mientras tanto, contribuyen a la confusión y muestran que su capacidad de comprender el mundo ­paradoja de los defensores y cruzados de la globalización­ es bastante miope.

Fox fue el último presidente de derecha elegido en América Latina, antes del cambio en la percepción de los votantes, estimulado por el desgaste social provocado por las políticas vigentes. Esto se ha expresado en la conformación de gobiernos que tienen, claramente, otras prioridades internas y distintas formas de negociación con los agentes del exterior. Los resultados tardarán en verse y por ahora no pueden ser juzgados más que de manera apresurada.

México es, en este sentido, un país parroquiano y sumiso, condición a la que contribuyen decisivamente su elites empresariales y burocráticas que tienden a fundirse en una sola. El llamado del miedo les dio resultado a quienes impulsaron al candidato Ernesto Zedillo y su gobierno fue muy agradecido con el apoyo que recibió.

Pero en 1997, unos desprestigiados banqueros estimularon con sus críticas la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura del gobierno del Distrito Federal y abrieron una puerta a la izquierda que tanto denostan. Podrán tropezarse dos veces con la misma piedra  §

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