Mesoamérica, un reto para la conservación

Russell A. Mittermeier, Jan Schipper, Gerrit Davidse, Patricia Koleff, Jorge Soberón, Manuel Ramírez, Barbara Goettsch, Cristina G. Mittermeier

 
Colibríes

La ecorregión terrestre prioritaria (ETP) o hotspot de Mesoamérica abarca todas las formaciones naturales de plantas tropicales y subtropicales desde el Este de Panamá hasta Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y Belice, así como algunas partes del sur y la costa de México. En este país, la ETP se extiende hasta la parte septentrional del estado de Sinaloa (río Fuerte), sobre la costa mexicana del Pacífico, y hasta la mitad de la Sierra Madre Oriental (al oeste de Tampico) en la costa del Golfo de México. Comprende todas las formaciones forestales tropicales y subtropicales húmedas, estacionales y subhúmedas, al igual que pequeños fragmentos de pastizales montanos de páramo, manglares, semidesiertos y matorrales espinosos y, por lo general, se le considera como parte de la región norteña neotropical. Sin embargo, esta ETP no incluye el desierto verdadero y las formaciones de matorral xerófilo de la península de Baja California, Sonora, Chihuahua y Coahuila en el noroeste y centro de México, ni los bosques subtropicales de pino y encino de las montañas de la Sierra Madre (que en este estudio está incluida en la ETP de bosques de pino-encino de la Sierra Madre o madreanos).

Desde el punto de vista geopolítico, el hotspot de Mesoamérica comprende toda Centroamérica, excepto el extremo oriental de Panamá (que pertenece a la ETP de Tumbes-Chocó-Magdalena). En México, la región incluye el área total de los estados mexicanos de Chiapas, Yucatán, Quintana Roo, Tabasco, Campeche y Veracruz, y algunas partes de los estados de Oaxaca, Guerrero, Puebla, México, Michoacán, Morelos, Querétaro, Jalisco, Nayarit, Colima, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Sinaloa, Durango, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas. Dentro de esta ETP se encuentran numerosas islas, tanto en el Caribe como el Pacífico, que son de gran importancia en términos biológicos debido a la presencia de especies endémicas y también como áreas de anidación para aves marinas. Entre estas islas se encuentran las Revillagigedo (2 mil 965 km2, México), las Tres Marías (400 km2, México), Cozumel (539 km2, México), las islas de la Bahía (373 km2, Honduras), la isla del Coco (24 km2, Costa Rica), Providencia (17 km2, Colombia), San Andrés (44 km2, Colombia) y Coiba (50 km2, Panamá), así como la isla Clipperton (7 km2, Francia). En total, esta ETP cubre 1 millón 130 mil 019 km2.

Aunque la ETP de Mesoamérica carece de la amplitud o de las grandes alturas de los Andes tropicales, posee una serie de tierras altas y cordilleras que se extienden a lo largo de su eje principal. Entre estas formaciones se encuentran antiguas y erosionadas tierras altas; cordilleras metamórficas emergidas de origen más reciente y cadenas de volcanes activos. Las cimas de varias cumbres de estos dos últimos tipos de formaciones alcanzan más de 4 mil metros de altura; la cima más alta es el Pico de Orizaba o Citlaltépetl, que se localiza en el estado de Veracruz y forma parte del eje neovolcánico, el pico más alto del país con 5 mil 610 metros.

Los ejes principales de estas montañas han fungido desde siempre como barrera para la dispersión de especies, lo que ha resultado en diferencias biológicas considerables entre las tierras bajas del Pacífico y las del Caribe, y forman la divisoria continental a lo largo de gran parte de Centroamérica. Además, muchas cadenas montañosas y volcanes están aislados entre sí, lo que da origen a una alta diversidad beta entre paisajes. Por otro lado, los valles y las tierras bajas paralelos a las montañas han servido por mucho tiempo como corredores naturales para la migración y dispersión de la fauna y el ser humano. Las especies que en la actualidad habitan la ETP son restos de la convergencia entre la flora y la fauna de Norte y Sudamérica a partir del Plioceno tardío (hace unos 3 millones de años), cuando el puente terrestre entre estos dos continentes quedó finalmente como lo que hoy es el istmo de Panamá lo que originó uno de los más grandes intercambios de especies en la historia del continente americano. El resultado es un complejo mosaico de comunidades de plantas y animales que han convergido, se han adaptado y en muchos casos han evolucionado en nuevas especies. De este modo, la peculiar historia geológica y evolutiva mesoamericana se ha traducido en uno de los grados de diversidad y endemismo más altos del planeta.

En cuanto a las plantas, los cálculos más recientes sobre la diversidad total de esta ETP señalan la existencia de 17 mil especies, con 2 mil 941 endémicas. Este cálculo parte del Proyecto de Flora Mesoamericana, el cual abarca los siete países centroamericanos, así como los estados sureños de México: Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán. Además, de 2 mil 523 géneros registrados, 65 son endémicos (de los cuales 50 están representados por una sola especie), un número que quizá sea menor a lo esperado pero que probablemente refleje una migración masiva reciente (en la escala geológica de tiempo) de plantas del norte y del sur hacia el istmo. Tanto el número de especies como el de géneros presentes y endémicos serían más altos para la ETP de Mesoamérica, ya que varios géneros (como Plocosperma) sólo se extienden hasta Oaxaca, Veracruz y Tamaulipas. Por último, existen tres familias endémicas, cada una con una sola especie: Haptanthaceae (Haptanthus hazlettii), Lacandoniaceae (Lacandonia schismatica) y Ticodendraceae (Ticodendron incognitum). Lacandonia, que posee una estrecha afinidad con la familia Triuridaceae, es especial entre las angiospermas pues presenta flores con estructura invertida: el androceo está en el centro (estambres) rodeado por el gineceo (pistilos separados). En la ETP de Mesoamérica existen alrededor de 312 especies de cactáceas, 60 por ciento de ellas endémicas de la ETP (de éstas, 85 por ciento sólo se encuentran en la parte mexicana de la ETP) (B. Goettsch, sin publicar).

La diversidad de vertebrados es aún más impresionante. Existen 440 especies de mamíferos registrados en esta ETP, con 66 endémicas. Tres especies endémicas, el murciélago desértico sureño o de Van Gelder (Bauerus dubiaquercus), la rata crepuscular de Yucatán (Otonyctomys hatti) y la ardilla saltadora de montaña (Syntheosciurus brochus) son representantes de géneros endémicos. Existe un número de endemismos confinados a las islas a lo largo de las costas de la ETP, entre ellos tres especies en Cozumel (Reithrodontomys spectabilis, EN; Procyon pygmaeus, EN, y Nasua nelsoni, EN). Los primates de los bosques mesoamericanos, sobre todo los monos araña (Ateles spp.), los monos aulladores (Alouatta spp.) y los monos ardilla (Saimiri spp.) figuran a menudo entre los elementos más notorios de la fauna local y desempeñan funciones ecológicas importantes como dispersores de semillas, además de poseer gran valor por su atractivo ecoturístico. Aunque rara vez son vistos en la naturaleza, los dos mamíferos neotropicales terrestres de mayor tamaño, el tapir centroamericano (Tapirus bairdii, EN) y el jaguar (Panthera onca), se ubican entre las especies emblemáticas más conocidas de los bosques tropicales mesoamericanos.

Respecto a la diversidad de la avifauna existen 1124 especies conocidas en la ETP, de ellas 213 son endémicas. Esta región es también de máxima prioridad para BirdLife International, que identifica por lo menos 17 áreas de aves endémicas (AAE) dentro de la ETP (Stattersfield et al., 1998), con lo que se abarca casi la totalidad de su extensión. Entre las especies de aves endémicas de la región, quizá ninguna sea más impresionante que el espléndido quetzal (Pharomachrus mocinno), la especie emblemática más importante para la conservación del valioso hábitat de bosque mesófilo de montaña mesoamericano, del cual no sólo depende su supervivencia sino también el mantenimiento de algunas de las principales cuencas de captación de agua de gran parte de la región. Menos conocido, pero igualmente espectacular, es el pavón cornudo (Oreophasis derbianus, EN), un género monotípico endémico de esta ETP y que sólo habita en los bosques mesófilos de montaña en el sur de México y Guatemala. Además del pavón existen otros 19 géneros endémicos. Aparte de los endemismos, este hotspot es una ruta migratoria transregional crucial para por lo menos 225 especies migratorias, ya que tres de las cuatro rutas de aves migratorias del hemisferio convergen en Mesoamérica.

La diversidad de reptiles es, una vez más, muy alta, pues cuenta con un total de 686 especies registradas, 239 de ellas endémicas. Dentro de éstas se encuentra una familia endémica, Dermatemydiidae, que cuenta con una sola especie, la tortuga fluvial centroamericana (Dermatemys mawii), y 10 géneros endémicos, siete de los cuales están representados por una única especie (p. ej., Coloptychon rhombifer, Scolecophis atrocinctus y Exiliboa placata). Junto con Dermatemys, otro reptil emblemático importante es el cocodrilo de Morelet (Crocodylus moreletii), también endémico de esta ETP y cuya área de distribución abarca los ríos del sur de México y partes adyacentes de Guatemala y Belice. Dentro de la ETP se encuentran también muchas playas importantes para la anidación de tortugas marinas, incluyendo Tortuguero, en Costa Rica, una de las playas de anidación de mayor importancia en el hemisferio occidental para la tortuga verde (Chelonia mydas). Otras playas, tanto en las costas del Caribe como en las del Pacífico, ofrecen a su vez áreas de anidación para tortugas marinas, como la tortuga carey (Eretmochelys imbricata, CR), la golfina (Lepidochelys olivacea, EN) y la laúd (Dermochelys coriacea, CR).

La diversidad de anfibios también es impresionante, con un total de 580 especies, 353 de ellas endémicas. Además, 14 de los 60 géneros de anfibios presentes en la ETP de Mesoamérica son endémicos. Guatemala y el estado mexicano de Chiapas son ricos en salamandras y están considerados como un centro de origen y dispersión de urodelos tropicales. En total, la ETP posee 164 especies del orden Caudata (tritones y salamandras) y 121 de ellas son endémicas; todos los endemismos pertenecen a la familia Plethodontidae (salamandras sin pulmones), de los cuales existe un total de 156 especies. Entre los anfibios endémicos de esta región existen varias especies emblemáticas, como el sapo dorado (Bufo periglenes) una especie extinta que se utiliza como símbolo mundial de la declinación de los anfibios. Además, la ETP alberga a la rana arlequín dorada (Atelopus zeteki, CR) de Panamá y a varias de las coloridas ranas venenosas de la familia Dendrobatidae.

Los peces de agua dulce forman un asombroso elemento de la diversidad de los vertebrados de esta ETP, pues existe un total de 509 especies, con 340 endémicas. Además, 25 géneros son endémicos, incluyendo varios géneros de peces vivíparos de la familia Poeciliidae y 12 géneros endémicos de cíclidos. Con más de 200 especies entre las dos, estas familias son los elementos más importantes de la ictiofauna. Ambas familias han experimentado dispersiones sorprendentes dentro de la ETP vinculadas a una compleja historia de cambios hidrográficos. Casi una cuarta parte de los peces de la región presenta una distribución limitada a cuerpos de agua únicos o a pequeños tributarios dentro de cuencas mayores.

Mesoamérica presenta algunas de las tasas de deforestación más altas del mundo y gran parte de los bosques de las tierras bajas del Pacífico occidental mesoamericano fue talada incluso antes del siglo xx, en favor de cultivos de exportación y de la agricultura de subsistencia. Durante los últimos 100 años, la deforestación ha sido más severa en los bosques que quedan en las tierras bajas del Caribe, los cuales son destinados a la producción de plátanos y, a mayor altitud en ambas pendientes, a la producción de café sobre todo cultivos de exportación. En muchos casos, las plantaciones abandonadas abren paso al ganado, una industria detonante y destructiva en toda Centroamérica. En los sitios con terrenos inclinados, la erosión y a la larga los derrumbes se suman al impacto de la agricultura a gran escala con graves efectos sobre el medio ambiente terrestre y de agua dulce, así como sobre la salud humana.

Como resultado de estos impactos sobre los bosques y otros ecosistemas mesoamericanos ya se ha perdido una gran parte de la vegetación natural de la región, al grado de que algunos cálculos sobre la vegetación natural restante en esta ETP fluctúan entre 31.5 y 47 por ciento. Por ejemplo, un estudio detallado sobre Costa Rica calcula la cubierta boscosa del país en 40.29 por ciento (CCT/CIEDES, 1998). Sin embargo, estas cifras incluyen formaciones forestales secundarias y plantaciones de diversos tipos, sobreestimando en gran medida los tipos de vegetación natural restantes. Los porcentajes de los bosques primarios que quedan en Nicaragua, Honduras, Guatemala, Panamá y Belice son similares a los de Costa Rica. En cuanto a México, los datos sobre la parte neotropical del país quizá sean un poco más bajos, y para El Salvador es probable que sean mucho más altos. En consecuencia, calculamos que en la ETP queda intacto alrededor de 20 por ciento de la vegetación natural.

 
Manglares en Nayarit, México
Foto: Michael Calderwood

En la actualidad, 12.6 por ciento de la superficie de la ETP se encuentra dentro de áreas protegidas (casi 11% en áreas protegidas dentro de las categorías I a VI de UICN), aunque esta cifra baja a menos de la mitad si consideramos sólo aquéllas en las categorías I a IV (5.7%). En términos del porcentaje de la superficie terrestre protegida en cada nación, Belice y Costa Rica encabezan la lista con 36.6 y 31% en las categorías I a VI, respectivamente. A pesar de que la parte mexicana de esta ETP representa la superficie terrestre protegida más grande (41 mil 835 km2), sólo equivale a 6.7% de los 625 mil 700 km2 de la superficie total de la ETP en México.

Los esfuerzos de conservación encaminados a contrarrestar las amenazas que hoy día pesan sobre la ETP de Mesoamérica se han concentrado en la creación y el mantenimiento del Corredor Biológico Mesoamericano, así como en muchas otras iniciativas para integrar el desarrollo sustentable a la conservación de la biodiversidad. Muchos organismos donantes, los gobiernos de la región y las cuatro organizaciones internacionales para la conservación más importantes Conservation International, World Wildlife Fund, The Nature Conservancy y The Wildlife Conservation Society adoptaron, durante los ochenta, el Corredor Biológico Mesoamericano con tres objetivos principales: mantener la integridad de las áreas protegidas existentes en la ETP; determinar dónde es necesario crear nuevas áreas para ampliar el concepto del corredor, y conectar estas nuevas áreas con las ya existentes mediante la creación de plantaciones forestales y sistemas agroforestales afines a la conservación, situados entre los parques, los santuarios y las reservas de la biosfera que integran el corredor. Esta estrategia del corredor a gran escala ha recibido un gran apoyo puesto que ofrece una estructura sencilla pero elegante para promover una amplia gama de actividades conservacionistas, tales como la protección de la biodiversidad, la administración de zonas de amortiguamiento, la planificación regional y la creación de empresas privadas sustentables basadas en las metas del desarrollo regional. Esta región es de gran importancia estratégica para la seguridad alimentaria, ya que hospeda a los parientes silvestres de cultivos esenciales, como maíz, cacao y frijol, entre otros.

Una perspectiva regional como el Corredor Biológico Mesoamericano, entre otras, ofrece una visión mucho más amplia respecto al intervalo de variabilidad natural, rara vez considerado por las políticas nacionales y dentro de las fronteras geopolíticas. La planificación debe tratar de combinar las políticas locales con los objetivos específicos de la conectividad de los hábitats para especies ya sea sensibles a la pérdida de territorio, como el jaguar, especializadas en un hábitat, como el esplendoroso quetzal, o especies de distribución limitada, como algunos sapos Atelopus. Igualmente importante es la representación de toda la gama de ecosistemas dentro de las áreas protegidas. Existe un gran potencial para desarrollar una red regional de áreas protegidas transfronterizas; éstas ya existen entre Costa Rica y Panamá (parque internacional La Amistad) y son un concepto que está surgiendo también en otras partes. El Fondo de Alianzas para Ecosistemas Críticos está facilitando un enfoque regional para fomentar la conservación mediante el apoyo a iniciativas binacionales y trinacionales, basadas en la cooperación de las autoridades y las ONG. El hecho de que haya ocho países dentro de la ETP, cada uno con una agenda política y motivaciones distintas, lo convierte en un gran reto.

La ETP de Mesoamérica es un ejemplo reconocido en el ámbito mundial respecto al valor del ecoturismo como fuente de divisas extranjeras y como alternativa a las industrias de extracción. Por múltiples razones, Costa Rica descubrió antes el gran potencial del ecoturismo y se organizó para beneficiarse de esta fuente de ingresos. Como resultado, en el año 2000 recibió mil 250 millones de dólares provenientes de la industria relacionada con el turismo y se estima que 70.7% de los turistas visitan las áreas naturales protegidas una cifra muy alta para un país pequeño con un población de 3.9 millones de personas. Por otro lado, aún queda un delicado equilibrio entre el potencial del turismo y la generación de ingresos provenientes de la agricultura.

Como conclusión, si bien la región enfrenta muchos problemas y el compromiso con la conservación varía de un país a otro, Mesoamérica cuenta con una variedad de mecanismos que permiten un diálogo sobre el medio ambiente entre los gobiernos de la región mucho mejor que en otras ETP que abarcan varias naciones soberanas. Otros indicadores positivos son la visión compartida del Corredor Biológico Mesoamericano, los altos porcentajes de territorio nacional que se encuentran dentro de parques y reservas en cuatro de los ocho países (Costa Rica, Guatemala, Panamá y Belice); la firme y cada vez mayor capacidad local que existe en la región, el valor comprobado de alternativas como el ecoturismo y los productos forestales no maderables, la creación de varias instituciones nacionales para la investigación de la biodiversidad y la conservación, el fomento de iniciativas de aprovechamiento sustentable, y el interés y la participación ininterrumpida de diversas instituciones financieras y organismos internacionales para la conservación.