Usted está aquí: miércoles 6 de abril de 2005 Espectáculos El teatro en México, entre titubeos busca un lenguaje: Olga Harmony

"En el escenario la gente es gente; ésa sigue siendo la gran diferencia con el cine"

El teatro en México, entre titubeos busca un lenguaje: Olga Harmony

Las vanguardias se están agotando, lo último que me sorprendió es una obra de Valdés Kuri, hace varios años

Trato de apoyar con mi crítica a los jóvenes, pero si algo no me gusta, lo digo

MARIANA NORANDI

Ampliar la imagen Ser cr�ca es una gran responsabilidad, se� Harmony FOTO Cristina Rodr�ez

Es, quizá, una de las críticas de teatro más sagaces, penetrantes e influyentes con que ha contado el periodismo mexicano. Dueña de una personalidad sólida y de una mirada teatral minuciosa, Olga Harmony es, a sus 76 años, parte del teatro mexicano.

Dramaturga, novelista y cuentista, recibió en noviembre de 2002 la medalla del INBA en el Palacio de Bellas Artes "por su obra en beneficio de la reflexión y del desarrollo de la actividad teatral". Sus críticas no han derrochado elogios y se ha caracterizado por decir siempre lo que piensa. Su estilo puede resultar condescendiente o extremadamente mordaz, pero es innegable que conversar con ella es transitar por los recientes 60 años del teatro mexicano. Describe ambientes de diferentes épocas, personajes, obras y sinfín de anécdotas de los más importantes directores y dramaturgos de este país.

Esta entrevista nació en el vestíbulo de un teatro capitalino. La encontramos y, mientras esperábamos el acceso al interior de la sala, conversamos en torno del papel del reportero frente el crítico teatral. La función comenzó y la plática tuvo que interrumpirse. Dos semanas después, en el salón de su departamento, continuó la charla.

Harmony vive en un acogedor espacio de la colonia Del Valle. En el salón se encuentra un escritorio donde confecciona sus críticas. La luz es penumbrosa, pero agradable. Sirve un café. Fuerte, porque a ella le gusta el café intenso. Enciende un cigarrillo. Una enorme biblioteca enmarca el diálogo. Libros de historia, política, filosofía, pero, sobre todo, de teatro. Teatro británico, polaco, ruso y de los más dispares rincones del mundo reflejan su enorme interés por este arte. Interés que se convierte en pasión cuando comienza a hablar.

-¿Cómo nace su interés por el teatro?

-Es una cuestión generacional, porque mi generación coincidió con un gran impulso y renovación del teatro. A mediados de los años 40, cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, había una ebullición del teatro y escribí mi primera obra llamada Nuevo día. Se escenificó y tuvo buena crítica, pero me gustaba mucho ver lo que hacían mis compañeros. Y, aunque escribí algunas obras, acabé inclinándome por la crítica. No hago crítica porque sea una escritora frustrada, sino porque es algo muy creativo.

-¿En ese momento el cine no era una competencia del teatro?

-El cine se hacía de manera industrial y el teatro no. Un día le pregunté a mi nieto si quería ir al cine o al teatro. Me contestó que al teatro porque "en el teatro la gente es gente". Esa era, y sigue siendo, la gran diferencia.

-¿Cuándo empieza a escribir crítica de manera profesional?

-Yo quería escribir y empecé haciendo una revista horrible que se llamaba Lupita. Ahí hacía desde cuentos semanales a horóscopos. En los 60 empecé a dar clases de teatro en la preparatoria y, en 70, me fui a Cuba a dar clases. Cuando volví empecé a hacer entrevistas de teatro en televisión y luego crítica en varios medios impresos hasta que, desde hace 20 años, colaboro con La Jornada.

Saber para fundamentar

-¿Cuáles deben ser las cualidades de un crítico?

-Saber de teatro para fundamentar lo que dice.

-Cuando ve una obra, ¿cuáles son las prioridades de su observación?

-En lo primero que me fijo es en el texto. Intento dar al lector sus antecedentes y ofrecerle más elementos de los que aporta el programa. Luego me fijo en la dirección, pues el director es el responsable de lo que ocurre en escena. Finalmente observo los demás aspectos, como escenografía, música o actuaciones. También es importante el criterio. Ser imparcial, mas no objetivo, es decir, no atacar o defender un espectáculo por criterios personales.

-Usted no aprueba que un reportero emita juicios de valor al escribir sobre una obra de teatro, ¿por qué cree que un reportero no debe criticar?

-Porque tenemos distintos campos de trabajo. El reportero informa y el crítico analiza. Es muy difícil que el reportero de cultura no opine porque es persona, pero es imposible que conozca a profundidad de teatro, cine, música o danza como para opinar. Si ese reportero se especializa puede llegar a ser un crítico, pero si no, es mejor que no dé opinión. Además el reportero es inmediatista, tiene muy poco tiempo para escribir una nota. Yo dispongo de más tiempo para escribir mi crítica y, en ese espacio, puedo informarme, leer libros y documentarme. Pienso que el reportero se tiene que dedicar a describir o a hacer entrevistas de teatro, pero no a criticar.

-Sus críticas son muy respetadas, pero también muy temidas. ¿Por qué esa fama de ser una mujer dura o negativa con el teatro?

-Creo que es mala fama porque trato de ver a los jóvenes, apoyarlos y buscar obras que me deslumbren. Pero cuando algo no me gusta lo digo.

-¿Quién lee las críticas de teatro?

-Trato de escribir para un público que no es de teatro. Sin embargo, haciendo un perfil del público al que me tengo que dirigir resulta que es afecto al teatro y de cierto nivel de escolaridad. Porque ése es el que ve el teatro del que yo escribo, el no comercial.

-¿Qué separa el teatro comercial del que no lo es?

-La búsqueda de lenguajes, a pesar de que, actualmente, las vanguardias se están agotando. Vivimos un momento en que los jóvenes están probando, pero hace mucho que nadie me deslumbra. El último que me hizo tilín fue Valdés Kuri y eso fue hace varios años.

-¿Qué opina de compañías como La Fura dels Baus o De la Guardia?

-Cuando vi a La Fura pensé que lo que hacían ya se lo había visto a Jodorowsky en los años 70. La Fura rompe automóviles y Jodorowsky rompía pianos. No creo que esos grupos estén protagonizando grandes rupturas, pero atraen porque la gente tiene un odio espantoso al realismo.

-¿Por qué?

-No sé, pero dentro del realismo se pueden dar cosas sorprendentes e innovadoras como lo que hace Mauricio Jiménez, David Olguín, Mauricio García Lozano o Martín Acosta. Son personas que han hecho propuestas, casi de ruptura, pero sin caer en vanguardismos fáciles.

-¿Hacia dónde tiende el teatro mexicano?

-Está en titubeos y búsquedas. Las nuevas generaciones están buscando sus lenguajes, pero todavía no logran conformarlos. Después del enorme pleito que se dio entre el texto y el director, en que se afirmaba que no había mejor autor que el autor muerto, o el director como dictador, ahora se está volviendo al texto apoyado en los actores.

-¿Se puede hablar de un teatro mexicano?

-No creo que exista un teatro mexicano pero sí algunas dramaturgias que tratan los problemas mexicanos como las de Víctor Hugo Rascón Banda.

-¿Cómo vive la responsabilidad de ser crítica de teatro?

-Es una gran responsabilidad, pero si se hace con honestidad, con verdadero interés por lo que está ocurriendo en escena y con fundamento, la gente lo entiende. Creo que muchos de nosotros nos hemos ganado respeto.

 
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