Usted está aquí: miércoles 6 de abril de 2005 Opinión LA MUESTRA

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Las alas de la vida

DE LUKAS MOODYSSON, figura prominente del cine sueco actual, cineasta de moda, casi de culto, se conocen en México dos realizaciones sobresalientes, Amor rebelde (Fucking Amal), presentada en la Cineteca en agosto pasado durante un festival de cine nórdico, y El hueco de mi corazón, exhibida en el segundo Festival Internacional de la Ciudad de México. Esta última cinta, su trabajo más reciente, ha sido motivo de fuertes polémicas por el desenfado provocador con que combina pornografía y video casero. Entre estas dos películas figura la que tal vez sea su realización más popular hasta el momento, Las alas de la vida (Lilya 4-ever), coproducción sueco-danesa, de 2002.

AMBIENTADA EN UN lugar indeterminado de la antigua Unión Soviética, y hablada en ruso, con diálogos adicionales en inglés y en sueco, Las alas de la vida aborda los temas de la prostitución femenina y el abuso sexual en una ficción próxima a la fábula poética a la que el cineasta añade un estupendo tono documental. La historia de la joven de 16 años, Lilya, abandonada por su madre, maltratada por una tía que la despoja del modesto apartamento familiar para recluirla en otro realmente miserable, y la saga de infortunios que de esta situación se desprenden, ofrece un retrato muy duro de la situación de muchos adolescentes (de ambos sexos) a quienes el colapso de la Unión Soviética y sus países satélites colocó en una situación de desamparo radical. Moodysson no se limita, naturalmente, a una aproximación sociológica.

SU PELICULA TIENE como eje principal una historia de amistad, la que crece entre Lilya, la protagonista adolescente, y un niño de 11 años, Volodia, también rechazado por su familia. Un niño soñador y enamorado, espíritu lúdico y también melancólico, ajeno a la realidad y dueño de una lucidez precoz que le vuelve conciencia crítica de su mejor amiga, adicto al pegamento y a las drogas, y tentado constantemente al suicidio. Volodia, ángel guardián de la joven, a la manera de la imagen religiosa que ella venera y carga consigo a todas partes. Las alas de la vida, fábula de la inocencia perdida y recuperada, de la expiación moral en una historia que es contraparte trágica de Las noches de Cabiria, de Fellini, o de su derivado musical, Dulce caridad, de Bob Fosse. Cuando Lilya se enamora de un apuesto turista sueco que le promete una nueva vida en su país, el niño Volodia cae en una depresión profunda, presagio de las desventuras que esperan a la joven en el extranjero.

LUKAS MOODYSSON ELABORA una crónica amarga del cautiverio de Lilya en Suecia, recluida en un departamento frío, en calidad de prostituta importada, como carne eslava en remate para cualquier cliente, ya en el departamento inhóspito o con entrega custodiada a domicilio. Esta degradación física, tan patente después en El hueco de mi corazón, el director la presenta desde el punto de vista de la protagonista. Es con la mirada de Lilya que el espectador asiste a la sucesión de rostros de clientes de todas las edades, formas y humores, y al mismo desprecio sexista. En medio de este registro de realismo implacable, irrumpe la presencia liberadora de Volodia, el ángel protector, elemento fantástico, jamás forzado, de una narración volcada al lirismo y a una suerte de ascetismo religioso. Por siempre virgen, 4-ever Lilya, como la joven gusta de jugar en inglés con su nombre.

EN POCOS AÑOS, Moodysson ha impuesto un tono nuevo en el cine sueco. Su breve filmografía presenta una gran riqueza temática y una diversidad de enfoques estilísticos, desde el retrato poco complaciente de una pareja lésbica en Amor rebelde hasta el extraño misticismo de Las alas de la vida, para luego sorprender con una ruptura total con el cine comercial en El hueco de mi corazón, experiencia límite. Un cineasta de 35 años en pleno control de sus capacidades creativas.

LAS ALAS DE la vida. Cineteca Nacional. Miércoles 6: 12, 16, 18:30 y 21; Jueves 7: 13, 16:30, 19 y 21:30.

 
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